El recurso de la pelota parada siempre fue indispensable en el fútbol. Cuando se dan juegos trabados, con mediocampistas rocosos que evitan el progreso con pelota limpia, es clave saber sacarle el jugo a las jugadas de balón detenido. Y anoche en el Maracaná, Lionel Scaloni exhibió otro de los tantos buenos atributos de un equipo que parece siempre tener una carta a mano para inclinar la balanza a su favor.
Luego de los incidentes y la incertidumbre sobre si el partido iba a jugarse o no, el inicio del duelo se dio como se preveía: trabado, con mucha fricción y demasiado trabajo para Piero Maza, el juez chileno.
Brasil comprimió a sus delanteros y a sus volantes cerca del círculo central, con el objetivo de evitar que Argentina pudiera encadenar pases para progresar en el campo.
Con André en el eje (un volante central que al igual que en la final de la Copa Libertadores entre Fluminense y Boca demostró que con 22 años promete una carrera promisoria), el “scratch” se plantó un poco mejor en el campo del Maracaná. Por su parte, la Selección replegaba a Giovani Lo Celso y a Alexis Mac Allister por las bandas para tratar de evitar las sociedades entre los laterales y los extremos brasileños. Y así el partido se hizo deslucido, pesado y soporífero.
Durante los 90 minutos casi no hubo chances de gol. Scaloni y el criticado Fernando Diniz (gran responsable de un presente de terror para el “scratch”) armaron casi un partido de ajedrez aparte. Cada movimiento era estudiado, sabiendo que un paso en falso podía costar la derrota.
Argentina casi siempre apostó por toques cortos y al pie. Le costó horrores progresar y tampoco apostó a ese juego vertical, a los pases largos o a los estiletazos al espacio que tantas alegrías y soluciones les dieron durante esta era “mágica”.
Hasta ese testazo furioso de Nicolás Otamendi, tras un centro preciso y precioso de Lo Celso, casi no había generado peligro. Ninguno de sus futbolista se habían atrevido a incursionar en la gambeta individual, y nadie apostó por el remate de media distancia para exigir al bueno de Allison. Le faltó lucidez en los metros finales y astucia en zona de “gatillo” para poder resolver un duelo contra, quizás, uno de los peores seleccionados brasileños de la historia.
Pero lo resolvió gracias al laboratorio del entrenador nacido en Pujato. En parte porque la ejecución de la jugada fue perfecta, pero también porque esta “canarinha” marca tan mal como juega.
Gracias a ello logró un triunfo clave para seguir en la cima de las Eliminatorias e histórico porque le quebró a Brasil una marca histórica: la de nunca haber perdido en su casa en este certamen.