Por Hugo E. Grimaldi
El 13 de abril de 1813, la Asamblea del Año XIII aprobó la acuñación en Potosí de la Primera Moneda Patria. Dicha pieza reproducía en una de sus caras la figura del sol incaico y del otro lado, el escudo de las Provincias del Río de la Plata. Lo más interesante del caso es que en su periferia, y por primera vez, los padres fundadores hicieron grabar como símbolo una frase que se creía de modo esperanzador que iba a ser el lema permanente de la Argentina que nacía: “En Unión y Libertad”.
La conjunción “copulativa” (con todo lo que significa el concepto) apuntaba por entonces a unir dos ideas basales de la Nación que se estaba gestando, nociones que debieron haber quedado integradas para siempre. Sin embargo, estas elecciones han dividido terriblemente los aguas, ya que paradójicamente en el cuarto oscuro habrá que optar por UNION por la Patria o por La LIBERTAD avanza. La letra “o” es un nexo disyuntivo que relaciona “dos o más términos, cada uno de los cuales excluye al otro”, dice el Diccionario. Grieta profunda si las hay.
De esa referencia histórica y en su inevitable proyección hacia el día de hoy, surge otra vez ese maldito concepto que excede a los personajes que protagonizan la elección, pero que arrastra a todos y posterga indefinidamente la construcción de caminos. Está también bastante claro que, aún desde la locura de este momento bisagra para la Argentina, donde lamentablemente la cesura ideológica vuelve a extenderse en términos de repudio hacia el otro, hay un elemento común que identifica a buena parte de la ciudadanía (eso se verá en el número de votos no positivos), ya que parece ser que existen ganas de pelear por el futuro en todos los ámbitos: económico, social, institucional y moral.
Si bien parece claro que Sergio Massa y Javier Milei son apenas títeres de las circunstancias ideológicas que los enmarcan, hoy los dos candidatos están en condiciones objetivas de ganar la elección. Finalmente, son ellos quienes se llevarán las palmas, ya que el grueso de los votantes pone el énfasis en mirar a los políticos (a ellos y a sus características personales y mucho más en un país presidencialista como es la Argentina), con todos los rasgos sicológicos negativos que se les quiera encontrar (ventajita, loco, mentiroso, delirante, etc.).
Desde ya que las ideas que representa el ministro de Economía, las de la forzada “unidad” alrededor de un modelo estatista-dador que genera dependencia, a esta altura salen mal paradas a juzgar por los antecedentes que ponen en jaque años y años de seguir la receta que trajo a la ciudadanía hasta acá con los resultados por todos conocidos. No obstante, Massa puede triunfar porque, además, no le entran las balas de la corrupción. En tanto, los postulados que defiende Milei tienen la contra de ser casi un salto al vacío hacia el futuro en muchos aspectos (más allá de la motosierra marketinera), como si la aún adolescencia de la Argentina le impidiera a la ciudadanía sentir y disfrutar la “libertad”. Y si hay cierto arrojo en la sociedad, él también puede salir primero.
En verdad, ambas expresiones bastante dislocadas representan en el fondo dos populismos que ahora han girado hacia el centro para salir a cazar votos, uno con aura de izquierda, distribucionista de lo que no hay, aunque francamente conservador (Massa) y el otro de derecha que no termina de definir si es liberal, libertario o anarquista), cultor de las fuerzas del mercado y la iniciativa privada (Milei). En el trasfondo, son los dos candidatos quienes le han puesto la carga a los ciudadanos de elegir entre la resignación por el pasado versus el miedo al futuro. En esa incertidumbre por lo que vendrá, lamentablemente al motor ciudadano le llega el combustible del miedo a no elegir correctamente.
Durante la última semana se conoció un trabajo de investigación del Centro de Analítica Económica y Empresarial de la UCA que, a través de herramientas de inteligencia artificial trata de identificar las principales preocupaciones que se observan en la sociedad, que marcó que mientras que el Índice que siguen mes a mes arrojó en el año un promedio de 69,5 el valor para octubre fue de 86,8. “Esa evolución en este último período es reflejo de las grandes dificultades macroeconómicas, la inestabilidad nominal y el contexto eleccionario”, marcó el Informe que explica el fenómeno, altamente asociado al domingo próximo.
Al ingresar al cuarto oscuro, lo ideal sería que la Unión y la Libertad fuesen concurrentes, pero como eso no se dará, entonces más que en función del “quién” el votante deberá verificar los “qué” y pensar en las ideologías y en las circunstancias que le dan basamento a cada pedazo del espectro. Y en esa opción, lamentablemente estará dada la exclusión del uno por el otro, algo que quizás luego puedan empezar a arreglar los acuerdos legislativos.
Sin mayorías contundentes, y ya inmodificable en su constitución por los próximos dos años, el Congreso debería ser el ámbito donde habrá que negociar para tratar de hacer converger conceptos y políticas que sumen y no que dividan. Con solo mirar el pasado, lamentablemente, no se puede ser muy optimista al respecto. Sin líderes legislativos de fuste, capaces de torcer con sus ideas o discursos profundos un debate, la mediocridad del Congreso ha oscilado en los últimos años entre ser una escribanía del Ejecutivo o en moverse sin ningún tipo de ambición ni mucho menos sentido patriótico, salvo la de sostener el statu quo de diputados y senadores.
Para complicarle la vida al votante, hay un elemento terrible que iguala a ambas propuestas, ya que el lunes mismo habrá de comenzar una operación a corazón abierto del cuerpo social de los argentinos y, para ello, se necesita extrema precisión. Uno solo será el cirujano en jefe y quien llegue primero deberá ponerse a trabajar en serio desde ese momento para transmitirle a la ciudadanía sobre todo tranquilidad, ya que se viene un futuro muy duro de un ajuste que no se sabe cuánto va a durar, ya por fuera del momento actual de espadas cruzadas y demasiada verborragia.
Una vez estabilizado el paciente, otra gran incertidumbre a futuro estará dada sobre la profundidad del pozo a cavar, hasta dónde llegará y si se comerá o no a una generación más de argentinos. La moneda de este 2023 devastador está en el aire y lo cierto es que allá abajo (”en el horno”, diría Discépolo) estaremos todos mirando el resultado, con los bolsillos flacos y las defensas bajas.