Se fue de San Martín y hoy brilla en la liga universitaria de Estados Unidos

Se fue de San Martín y hoy brilla en la liga universitaria de Estados Unidos

Gracias a una beca académica, vive en Carolina del Sur desde 2020 y a fin de año tiene pensado recibirse

Se fue de San Martín y hoy brilla en la liga universitaria de Estados Unidos

Progresar en lo académico, tener una buena perspectiva económica y poder practicar deportes. El caso de Santiago Arce es un claro ejemplo del paso al que apostaron muchos argentinos en el último tiempo. El joven de 23 años dejó de lado una hipotética carrera en San Martín para instalarse en Carolina del Sur (Estados Unidos), y apostar por un crecimiento deportivo y profesional.

Corría el año 2020, cuando las restricciones por la pandemia llevaron a Arce a  agarrar los bolsos y tomar la decisión de volar rumbo al norte. “Estaba jugando en San Martín; entrenando con la Primera del club, con muy buen nivel. Incluso, cuando hice la prueba para ganarme la beca en Estados Unidos no quería saber nada. Todos me insistían para que venga pero en mi mente ni lo consideraba. Sin embargo, cuando empezó la cuarentena decidí venirme a Estados Unidos”, explica en diálogo con LA GACETA el delantero de Anderson University, equipo que juega en la liga NCAA (máximo torneo de soccer, de las ligas universitarias). “Es de las más importantes de Estados Unidos. Además de jugar, también estudió y tengo pensado recibirme en diciembre”, agrega el estudiante de la carrera de Supply Chain Management, una rama de Administración de Empresas.

Lo que acá parece ser algo impensado en Estados Unidos es algo normal. Además, de concentrarse en entrenar, jugar y estudiar, Arce también realiza algunos trabajos dentro de la universidad; que son esenciales para poder seguir adelante con su beca y para poder hacer una diferencia económica.

Se desempeña como jefe del inventario de la cafetería de la universidad. “Debo ingresar números de los insumos que faltan para los estudiantes. Por día tenemos que atender alrededor de 2.000 personas. Trabajo 20 horas a la semana, pero todo es súper flexible. Si tengo entrenamiento o clases, me dejan acomodarme según mi disponibilidad horaria”, explica.

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A pesar de los prejuicios que existen en torno a las formativas yanquis, reconoce que existe un gran nivel en el soccer universitario. “Hay muchos alemanes, noruegos, africanos y sudamericanos. Eso hace que haya una gran competencia, porque físicamente son muy fuertes”, indica, aunque remarca que existe una falta de conocimiento sobre los fundamentos del deporte. “Tengo compañeros que no saben nada de táctica. Creo que ese es su déficit. Entienden el concepto de la gambeta e ir hacia adelante, pero les falta conocimientos para jugar en equipo. Me acuerdo que el primer año en el que llegué, el entrenador me pedía que agarré la pelota e invente algo. No tenían una idea de equipo, mucho menos de juego colectivo”.

El soccer universitario le saca años luz, incluso, a muchas categorías profesionales e instituciones de nuestro país. Según Arce, los campus de entrenamiento son verdaderamente brillantes y la diferencia con algunos clubes importantes de nuestra tierra parece ser abismal, de acuerdo a lo que relata. “Me entrené en San Martín; y aún así, lo que hay acá no se compara. Nunca me imaginé verlo. Las instalaciones, el cuidado médico y la atención personalizada son de otro nivel.  Existen estadios de 100.000 personas para presenciar partidos de fútbol americano; el doble de lo que tiene “La Bombonera”, se admira.

Si bien los estadounidenses tienen una mayor afición por el básquet o el fútbol americano, Arce reconoce que el Mundial de 2026 generó un mayor interés por el “soccer”. “Se están haciendo muchos campamentos y lo están inculcando mucho más que cuando llegué. Me parece que se dieron cuenta que el deporte que mueve el amperímetro en el mundo es el fútbol”, advierte, dejando en claro que su experiencia universitaria es totalmente diferente a las que se ven en las series norteamericanas. “Estoy en una religiosa. Hay personas de 20 años que en su vida probaron alcohol. Incluso, si te ven fumando o tomando una cerveza, te miran mal o te consideran un mal ejemplo. Hay muy poca interacción entre chicos y chicas. Fue algo rarísimo, porque eso no pasa en Argentina”.

En lo que respecta a lo académico, considera que si tuviese que cursar una carrera en Tucumán no podría llevarla a adelante. “Acá si no llegás a un examen porque estuviste viajando para jugar, te dicen que rindas la semana siguiente. El deporte universitario es una prioridad. Me sería imposible seguir en San Martín rindiendo deportivamente y cursar en la UNT al mismo tiempo. Allá todo es diferente; el deporte y el estudio van por caminos separados”, comenta.

En cambio, dentro de la estructura de la NCAA, el estudio es clave. Los pases de los futbolistas no se compran, y para pasar a un equipo mejor (una universidad más prestigiosa), el jugador tiene que mantener un buen promedio para así poder conseguir una mejor beca.

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Si bien su adaptación fue rápida, Arce reconoce que el verdadero reto es algo extradeportivo: la alimentación. “Hamburguesa es comer sano. Se te complica cuando tenés que rendir en el deporte y alimentarte así. A mí me dan de comer la Universidad y es lo que come cualquiera, sea o no atleta. A veces intenté cocinarme, pero los precios son altísimos. Comprás tres bifes a 50 dólares, ¡una locura!”, asegura, dejando en claro que la vida de los estadounidenses se ve “facilitada” por muchos lujos que tienen desde chicos. “Nacen en una bola de cristal en la que no tienen problemas. Los padres les dan con todos los gustos. Acá muchos tienen autos, videojuegos, o lo que te imagines, desde chicos. Es más, hay jóvenes de 17 o 18 años que manejan Mustang o Jeeps, que son autos de jugadores de Primera División de Argentina”, concluye Arce, quien dejó atrás el sueño de jugar en la Primera de nuestro país para apostar a una vida totalmente diferente.

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