En el contexto de la búsqueda de soluciones para el almacenamiento de energía sostenible, se ha conformado una red federal -constituida por cuatro nodos distribuidos en las provincias de Tucumán, Jujuy, Córdoba y Buenos Aires- de investigadores del Conicet. La red trabajará en la generación de estrategias que apunten hacia un proceso de transición energética; es decir, en repensar la producción, distribución y el consumo de energía en el país.
“El objetivo es impulsar el desarrollo de nuevas tecnologías de almacenamiento de energía, focalizando en el desarrollo, la síntesis y caracterización de materiales y catalizadores para dispositivos de almacenamiento de energía, como baterías de litio y azufre, o sodio y azufre”, dice Lis Robles, representante de la red en Tucumán. De esta manera, se aspira a que los procesos, materiales, métodos de fabricación y cadenas de suministros sean sustentables y generen el mínimo impacto ambiental, otorgando valor agregado a los productos que se diseñen.
Esta “Iniciativa federal para el desarrollo de materiales y procesos sustentables para el almacenamiento de energía” resultó una de las ganadoras en la convocatoria de Proyectos de Redes Federales de Alto Impacto del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación.
El equipo que conforma la red en Tucumán está integrado, además de Robles, por Fernando Daniel Mele y por Lucas Machin Ferrero, ambos de la Facultad de Ciencias Exactas y Tecnología de la UNT.
La especialidad del equipo es la energía sostenible y la utilización de una metodología conocida como Análisis de Ciclo de Vida (ACV), que sirve para evaluar el impacto ambiental.
“Esta es una herramienta idónea para estudiar la sustentabilidad ambiental de la producción y el funcionamiento de diferentes tecnologías”, remarca Mele. En este sentido, el cálculo de huellas ambientales mediante la utilización de estos nuevos materiales y dispositivos, a través de la implementación del ACV, permitirá conocer fehacientemente el impacto ambiental potencial que conlleva la producción de estos.
Por otro lado, la aplicación del ACV no se limita sólo al almacenamiento de energía, sino que puede aplicarse a una amplia gama de productos, procesos y servicios para evaluar el impacto ambiental que tienen a lo largo de su ciclo de vida; desde la extracción de materias primas hasta la disposición final de residuos. Por ejemplo, este grupo de investigación se encuentra realizando estudios relacionados con la industria azucarera y citrícola de la provincia de Tucumán.
Estrategia
Los miembros de la red coinciden en que es esencial impulsar el desarrollo de nuevas herramientas de almacenamiento de energía, abarcando diferentes enfoques y diversificando las potenciales aplicaciones finales de las tecnologías a explorar.
Esta estrategia permitirá reducir significativamente el retraso tecnológico nacional, en la medida en la que los nuevos desarrollos alcancen madurez comercial, aumentando significativamente las posibilidades de generar productos locales competitivos.
Sin embargo, las nuevas tecnologías propuestas deberán contemplar una optimización en la matriz de explotación de recursos minerales, mejorando la forma en que se extraen, utilizan y disponen estos recursos para que sean más eficientes y sostenibles.
“Se deben readecuar los procesos, materiales y métodos de fabricación de las tecnologías de almacenamiento de energía para hacerlos más amigables con el medioambiente y sostenibles, generando el mínimo impacto ambiental, y otorgando valor agregado a los productos que se diseñen”, finaliza Mele.