Pasaron 47 años del asesinato de Oscar “Ringo” Bonavena, uno de los boxeadores más populares de la historia argentina. Y pese a no haber logrado ningún título mundial, su personalidad irreverente, su potencia, y guapeza dentro del ring, lo llevaron a erigirse como uno de los grandes mitos del deporte argentino.
Dos de sus 58 victorias a nivel profesional se registraron en Tucumán, y ambas en 1965.
La primera se dio a fines de mayo en el club Defensores de Villa Luján, en el que tantos púgiles argentinos destacados supieron brillar. Bonavena había llegado a la provincia en una de las fechas patrias más importantes: el 25 de mayo, tres días antes de su combate con Rogelio Gregorutti, un rosarino de 23 años que traía un récord de nueve triunfos, dos empates y una derrota.
“Ringo”, pronto a cumplir también 23 años, en esos momentos atravesaba recién los comienzos de una destacadísima trayectoria en el boxeo. Tras combatir en Estados Unidos durante todo 1964, Bonavena tuvo sus primeras peleas en Argentina en abril de 1965; con triunfos por KO sobre René Sosa, en Mar del Plata, y sobre Carlos Vázquez, en Bahía Blanca.
La que iba a protagonizar ante Gregorutti era, apenas, su tercera pelea en su país natal, y arribaba con un récord profesional de 10-1.
Su primer entrenamiento en Villa Luján, el miércoles 26 de mayo, había dejado en evidencia lo que ya desencadenaba su figura.
Según relatan las crónicas de la época, cerca de 1.000 personas se habían acercado al lugar para ver los primeros movimientos de Bonavena en nuestra provincia.
“Antes de los 27 segundos noquearé a mi rival”, le había anticipado a LA GACETA. Claro, 27 segundos habían sido los que duró el combate con el estadounidense Everett Copeland, el segundo de su carrera profesional, y el púgil porteño buscaba romper su propio récord.
No fueron finalmente 27 segundos. Gregorutti aguantó un poco más. Sin embargo, Bonavena hizo gala de su tremenda potencia, y llegando a los dos minutos del segundo round, noqueó al rosarino con una izquierda cruzada al mentón. Un nocaut, sin embargo, que las crónicas de la época definieron como “poco convincente”, y que sembró sospechas.
“Gregorutti había perdido por nocaut sin brindar ni demostrar nada, a no ser su tremendo temor. Y Bonavena sumaba otro espectacular triunfo, tampoco sin convencer, aún cuando demostró un evidente exceso de peso”, rezaba la crónica de la pelea que salió en nuestro diario, y que remarcó que hubo algunas quejas del público, que quedó con sabor a muy poco. “En general pareció haber ido al estadio convencido de este epílogo de magras proyecciones pugilísticas. Vio a Bonavena, y nada más; pues no vio boxeo”, agregaba el artículo.
En aquella visita, Bonavena ya había dejaba en claro su desfachatez característica, con declaraciones rimbombantes. “En los Estados Unidos soy un ídolo. Dentro de muy poco volveré”, había dicho en la previa a la pelea con Gregorutti. También sostuvo en ese momento que llegaría a pelear con Cassius Clay, más tarde conocido como Muhammad Alí, y que lo vencería; una predicción que cumpliría, a medias, cinco años después, en un histórico combate que perdería, por nocaut, en el 15° round.
La segunda visita
Casi cinco meses más tarde, a fines de octubre, Bonavena volvió a subirse a un ring en Tucumán. Esta vez fue en Concepción, en el ya desaparecido estadio “Luis Ángel Firpo”, conocido popularmente como Boxing Club.
Pese al poco tiempo transcurrido desde el anterior combate en la provincia, el contexto ya era diferente para Ringo: llegaba tras convertirse en campeón argentino de peso pesado, al derrotar a Gregorio Peralta en el Luna Park por decisión unánime. Un triunfo que el propio Bonavena había vaticinado en su anterior visita a Tucumán, aunque no por la vía de las tarjetas. “Lo voy a noquear en dos rounds”, había dicho.
Entre esa pelea y la que protagonizó en Concepción, hubo otro fugaz combate: un triunfo por nocaut técnico en el primer round ante Pablo Sagrispanti en Rosario. Una manera impresionante de estrenar su título de campeón argentino.
El mal clima reinó durante esos días en Tucumán. Por eso, en primer lugar, el nacido en Boedo llegó el miércoles 20 cuando debía haber llegado un día antes. Y también por ese mismo motivo, el combate pactado a 10 rounds ante el marplatense Héctor Wilson, se terminó llevando a cabo el viernes 22, y no el jueves 21 como estaba previsto.
Su nuevo arribo otra vez causó una verdadera revolución, según cuentan las notas de aquellos tiempos.
Según la nota publicada en LA GACETA el sábado 23, “todo el mundo se despreocupó de sus tareas” para acercarse a “Ringo”, para saludarlo, y para pedirle un autógrafo en su llegada en auto a la “Perla del Sur”. En aquel momento, el histórico púgil se había mostrado eufórico ante tanto cariño.
Igual que sucedió ante Gregorutti en Villa Luján pocos meses antes, la pelea con Wilson fue muy corta. Transcurría el tercer minuto del segundo round cuando un certero zurdazo de “Ringo” mandó a la lona al marplatense, que no volvió a levantarse.
Las crónicas relatan que el público que había colmado el estadio para ver al campeón argentino, aclamó a Bonavena, y abucheó a su rival. “Se escucharon expresiones de censura para Wilson, que ni siquiera pudo ser sparring para Bonavena”, aseguró la nota. Incluso, señala que se arrojaron monedas al ring, por la fugaz resolución del combate. Otra vez, las sospechas de una caída ensayada del rival estaban presentes.
Aún sin ser todavía la figura histórica que terminaría siendo, y pese a la poca calidad de las peleas, demostraban el fenómeno popular que ya era Bonavena, y que su picardía, su carisma, y su personalidad tan provocativa como juvenil, además de su fiereza en el ring, sólo harían crecer su figura, y meterse en los corazones de los fanáticos de uno de los deportes más populares del país.