Atlético Tucumán se aprovechó de un “lobo” urgido y sumó tres puntos cruciales para su objetivo de llegar a la Copa Sudamericana
El diluvio arruinó la previa y el negocio. Ni largas colas para comprar un “chori” ni regateo de precios para adquirir vincha, gorro y bandera. Las adyacencias del “Juan Carmelo Zerillo” ofrecieron un paisaje fuera de lo habitual en la noche de este viernes, apenas calles y accesos anegados por el agua y el barro, frutos de casi 12 horas de lluvias ininterrumpidas en La Plata.
Mientras el pluviómetro subía su marca a lo largo de la jornada, las dudas sobre si el campo de juego de Gimnasia “bancaría” tanta precipitación acumulada para recibir a Atlético también crecían.
Sin embargo, cuando Yael Falcón Pérez y sus colaboradores salieron a chequear el estado de la cancha, hubo pulgar arriba. Como todo buen “bosque”, el césped mostró una excelente absorción.
A una hora del inicio, sólo restaba dilucidar una cuestión: si la tormenta eléctrica sería escollo o no para que la pelota fuera autorizada a rodar. El nivel de alerta había pasado de amarillo a naranja, pero un rato antes de las 21 no se escuchaban truenos en la zona. Los hinchas locales más “remolones” se agolparon en los accesos y terminaron de ingresar con el cotejo ya iniciado.
A diferencia de lo sucedido en la previa del choque contra River, cuando se mostró un gran telón con la imagen de Maradona, esta vez no existieron rastros visibles del paso de Diego Armando por lo que fue su postrera morada futbolística, el lugar donde el “10” invirtió como DT los últimos años de su frenética e increíble vida.
En este mundo signado por presencias y ausencias recaló Atlético en busca de puntos vitales para cumplir su sueño de meterse otra vez en una copa internacional, una ilusión más terrenal y menos visceral que la enarbolada por el anfitrión.
Es que las urgencias del “decano”, legítimas y válidas, distaban mucho de las experimentadas por el “lobo”, amenazado aún, debido a su pobrísima cosecha de puntos en la temporada.
Una espada de Damocles, la del descenso, a la que de alguna manera los hinchas “triperos” se han acostumbrado; prender velas y elevar plegarias para que su equipo se mantenga a flote en Primera División se ha convertido en costumbre en los últimos cinco años.
Siempre a costa del sufrimiento de sus simpatizantes, Gimnasia ha venido logrando esquivar la pérdida de la categoría de una manera u otra, incluso alguna vez favorecido por una “pared” que le tiró el destino: la irrupción de la pandemia de covid-19 motivó la eliminación de los descensos en 2020, precisamente el año en que Maradona se marchó a vivir otra vida.
Con tanto en juego, no sorprendió que el Zerillo luciera más como una “olla a presión” que como el plácido bosque circundante. Poco después que el “decano” se pusiera en ventaja, desde las gradas bajó el tradicional “Movete, ‘lobo’ movete”.
Siempre estuvo claro, el partido suponía una final para los dos, siempre con el asterisco puesto en que también los resultados ajenos, en la prosecución de la fecha recién iniciada, terminará de contextualizar lo sucedido en “El Bosque”.
Desde temprano y pese a la lluvia, la tensión era claramente percibida en el ambiente, a medida que los hinchas “triperos” se acercaban al estadio bajo los paraguas y/o munidos de pilotos que pudieran defenderlos –parcial y a la postre infructuosamente- del vendaval de agua.
Simpatizantes mojados y sin embargo llenos de esperanza de que su equipo, bajo la batuta de un hombre experimentado en estas lides como lo es Leonardo Madelón, pusiera un fin definitivo a su suplicio.
Tal pretensión tendrá que esperar. Con el resultado puesto, hubo bronca en la platea. Al “lobo” por ahora solo le resta hacer números y rezar.
El “Deca”, el “Deca” festeja.