La bacteria Streptococcus Pyogenes se contagia de persona a persona, por heridas o fluidos, y se manifiesta con diferentes intensidades en las personas. En tanto para unos puede ser una simple faringitis o cuadro de escarlatina, para otros puede manifestarse con una mayor gravedad. Pero, ¿de qué dependen estos casos que pueden llegar a ser mortales?
La Organización Mundial de la Salud y la Organización Panamericana de la Salud pusieron en alerta a los países tras el aumento de casos en Europa y América del Norte el año pasado. Por eso, en Argentina se decidió que se notificaran obligatoriamente los nuevos casos y se diseñó un protocolo de vigilancia.
Mark Walker, investigador de enfermedades infecciosas de la Universidad de Queensland, Australia, aseguró en 2020 –antes de la pandemia de Covid– que habían descubierto variedades de bacterias Streptococcus Pyogenes que habían adquirido toxinas “superantígenas” y que permitían que el patógeno ingresara y se estableciera mejor en el organismo.
En febrero, Walker volvió a dar un aviso: informó la detección de una variante a la que llamó M1UK. En Argentina se encontraron tres aislamientos de M1UK a partir de muestra de pacientes. Se trata de un clon que tuvo una expansión veloz, un nuevo linaza de la cepa pandémica M1T1.
¿Qué es una enfermedad invasiva del grupo A?
La enfermedad invasiva es una infección grave que puede llegar a ser mortal. Las bacterias de estas afecciones atacan tejido graso, músculos profundos, la sangre o los pulmones. Las enfermedades invasivas del grupo A más comunes son: bacteremia, meningitis, artritis séptica, fascitis necrotizante y síndrome de shock tóxico estreptocócico, siendo estas dos últimas las más graves, pero también las menos frecuentes.
¿Qué incidencia tiene la enfermedad estreptocócica invasiva del grupo A?
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos calculan que, por año, se producen entre 500 y 1.500 casos de fascitis necrotizante –una infección de los tejidos blandos que puede causar necrosis, o muerte del tejido– y entre 2.000 y 3.000 casos de síndrome de shock tóxico –una enfermedad grave que puede causar insuficiencia de órganos–.