Libertad, eclecticismo y jeans: la moda entrañable de cuando volvimos a votar
Los 80 fueron años de liberación y ello tuvo un correlato directo en la imagen personal. Los pantalones nevados con tiro alto, las hombreras, el pelo largo, los trajes de baño hipercalados, la impronta del rock y las zapatillas son señas de identidad de la época. Las imágenes del Archivo de LA GACETA evidencian que, a su ritmo, la sociedad tucumana se sumó a las tendencias que consagraron modelos icónicas de esa Argentina, como Raquel Mancini y Beatriz Salomón El 1 de noviembre de 1983, el justicialista Riera se reunió con su rival en las elecciones tucumanas, Romano Norri (UCR).
Un recorte del 18 de julio de 1982 guardado en la caja 24.708 del Archivo de LA GACETA ofrece un testimonio preciso sobre “La moda en Tucumán” -así se titula el artículo- en los momentos previos al retorno de la democracia. Era uno de los inviernos más tristes para el país: a las atrocidades de la dictadura se había sumado el fracaso de la Guerra de Malvinas. Pero de esa oscuridad comenzaba a emerger la fuerza que iba a traer de regreso, un año más tarde, el orden constitucional extraviado en 1976. Y los cuerpos ya expresaban ese clima de recuperación de la libertad y de la igualdad. Laly Elías de Dip, dueña de la tienda local “Laly Boutique”, resumía aquel espíritu en estos términos: “la moda de este año 1982 es libre. Cada uno elige su estilo, su largo y su color”.
El eclecticismo se impuso y reinó hasta finales de la década con el jean nevado de tiro alto como protagonista y una estética influida por la rebeldía del rock. Los sellos de The Cure, Iron Maiden y Pink Floyd -y de aquí también, con el líder poético y musical Charly García a la cabeza- hacían su irrupción en remeras devenidas “pancartas culturales ambulantes”, según las definió en 2009 otro artículo de LA GACETA. Modelos argentinas icónicas de los 80, como Raquel Mancini, Beatriz Salomón y Adriana Brodsky, ponen de manifiesto hasta qué punto estaba “permitido” combinar y explorar desde la cabeza hasta los pies. Los trajes de baño hipercalados anticipaban los less (cola y top) que aparecerían poco después.
Son años de “mucha producción en todo momento” donde, si bien el tapado de piel -popularmente conocido como “zorro” en Tucumán- todavía era símbolo de estatus para las mujeres a partir de los 30, empieza a instalarse el cuero por medio de las fajas anchas y las camperas.
La moda femenina de esa década quedó asociada de un modo intenso con “la permanente” y el flequillo con volumen creado con el cepillo redondo grande. La vincha era un accesorio frecuente para el cabello. La piel tostada a ultranza -con aceites y ungüentos caseros de ruda que a veces terminaban en quemaduras de cierta gravedad- fue otro paradigma que se arraigó indudablemente.
Colores: se usaban desde los tonos neutros hasta los fluorescentes. La crónica de 1982 incluye en la paleta al bronce, el peltre, el dorado y el plateado metalizado. Y en los labios se llevaba hasta el protector solar blanco.
Fuerza democratizadora
Hacían furor las hombreras; los sacos y sacones oversize; los cintos gruesos con tachas; las calzas de lycra; las polainas; los joggings y, para las fiestas, los conjuntos donde confluían piezas ajustadas con volados vaporosos. Las mujeres, que ya caminaban sobre “chatitas”, empezaban a descubrir las ventajas y placeres de las zapatillas.
Algunas de estas tendencias tardaron en llegar a Tucumán. Consultada en 1982, Angelita Bellini de Fagalde, diseñadora de moda y propietaria de la boutique “Francesca”, admitía en la nota referenciada en el copete que podía haber cierto “desfasaje” local respecto de lo que se usaba en los centros mundiales y otras ciudades del país. Bellini de Fagalde consideraba que el retardo obedecía a una cuestión de bolsillo, y no tanto a una idiosincrasia conservadora y reacia a los cambios. “La moda requiere de un poder adquisitivo que la Argentina ha perdido. Cuando eso se recomponga, será posible volver a ser creativos porque no se puede crear en la pobreza”, opinaba hace casi 40 años. Al final y salvo períodos de bonanza breves y pasajeros, nunca hubo una prosperidad que generalizara el establecimiento y el consumo de marcas internacionales. Pero la moda se reveló, incluso en Tucumán, como una dimensión muy proclive a la creatividad en la escasez y a la democratización.
(Con la colaboración de Florencia Bringas, Juan Pablo Sánchez Noli, Sebastián Rosso e Irene Benito)