“Nos reuníamos en la casa de un amigo en el pasaje Padre Correa a escuchar lo último de Sui Generis. Y nos llegó ese verano cuando comenzaba 1974. Nos emocionamos con cada tema y sabíamos la letra de memoria” le cuenta a LA GACETA los hermanos Alfredo Hernández.
“Confesiones de invierno” hizo del dúo la banda número uno del rock argentino de la época, liderada por Charly García y Nito Mestre. En los tiempos en que los adolescentes se reunían para escuchar música.
Y son canciones que marcaron a toda una generación: qué estudiante del secundario no intentó cantar o tocar en guitarra “Rasguña las piedras”, “Bienvenidos al tren”, “Aprendizaje”, “Cuando ya me empiece a quedar solo”, “Lunes otra vez” y el que da título al álbum. Y por supuesto que fue más popular que el trabajo de Luis Spinetta, “Artaud”, y aplaudido por multitudes.
Con giros como “Tribulaciones, lamento y ocaso de un tonto rey imaginario, o no” que trataba de un monarca rodeado de opulencia; mientras, sus súbditos pasaban hambre. O “Mr. Jones, o pequeña semblanza de una familia tipo americana” que también se escapaba del folk.
Bernardo Erlich recuerda que “Confesiones de invierno” y “Rasguña las piedras” fueron las primeras canciones de ese disco que escuchó, tocados en la guitarra por amigos. “Me parece que es uno de los discos que mejor representa la adolescencia, son sus alegrías, tristezas y angustias, de una manera intensa”, define el humorista gráfico.
El 28 de junio de 1974 se presentó Sui Generis en el Instituto Técnico, con todos los temas de su álbum nuevo, pero no faltó el clásico “Canción para mi muerte”, ante un público de más de 2000 personas que no pasaban de los 18 años y que coreaban todos los temas.
El disco fue grabado a mediados de 1973 en los Estudios RCA y Estudios Phonalex (Buenos Aires, Argentina) y editado en agosto- septiembre del mismo año; consolidó la popularidad de la banda, que había protagonizado un enorme boom con el hit “Canción para mi muerte”, de su disco debut, “Vida”.
Comenzaron a tocar con mucha continuidad y rápidamente entraron a grabar este trabajo y a agendar giras.
Ironía mordaz
En la revista Pelo (número 43) se podía leer: “Hay dos caminos que se presentan para pensar en este long play. 1) Que existen ciertas pautas que se repiten. 2) Que se trata de una afirmación, consciente y meditada, de una forma de cantar y componer que nos sorprendió a todos con el primer álbum y probablemente a ellos también. Preferimos esta segunda opción. Y probablemente sea la más cercana a la realidad. Las letras siguen conservando esa ironía mordaz y esa poesía tan fantástica por ser tan dolorosamente real. Charlie (sic) se arriesga más en sus viajes musicales y Nito está cantando indudablemente más sereno y mejor”.
Pero más allá de los comentarios de los especialistas en el rock importa considerar qué sucedió en esas generaciones, que llenaron el Instituto Técnico en 1974 y que aún cantan sus temas en populares karaokes.
Frontman
“Fue muy importante para mí. Tenia 19 años cuando lo escuché. Cada canción me parecía un hit. En ese tiempo aprendía a tocar la guitarra. Fueron las primeras canciones que toqué en vivo, con un amigo. Con ese disco aprendí a hacer canciones hits, que le tenía que gustar al público y a uno”, dice Santiago Camino. Además, indica que comenzó a admirar a Charly García, no solo como letrista y músico sino como frotman. “Cuando ví la película Adiós Sui Generis´, lo observaba con ese so mbrero. Y me decía, quiero ser como él”, influyó el líder de Tripas Calientes. “Mirá si no va a ser importante para mí ese disco”, reflexiona.
Grabación
Con invitados
En la grabación hubo invitados como David Lebón (guitarra eléctrica y bajo), León Gieco (armónica en “Bienvenidos al tren”), Alejandro Medina (bajista de Manal), Juan Rodríguez (batería), Paco Prati (batería), Alejandro “Pipi” Correa (bajo) y Rodolfo Mederos (bandoneón en “Cuando ya me empiece a quedar solo”), más los arreglos orquestales de Gustavo Beytelmann. Juan Gatti fue el diseñador de la tapa (también lo hizo con hizo ‘Artaud’). El manager fue Billy Bond.