“Recordar a Alfonsín sirve para pensar que una nueva gesta democrática es posible”
El comunicador Méndez y el periodista Estévez Andrade publicaron un libro sobre la historia íntima de la campaña electoral del 83 que, según su visión, cambió la Argentina para siempre. “Una de las características que vuelven excepcional a Alfonsín es su decencia”, evalúan en una entrevista pautada para “El viaje democrático”, el proyecto multiplataforma con el que LA GACETA conmemora los 40 años de recuperación del orden constitucional Raúl Alfonsín en la Nación y Fernando Riera en Tucumán supieron que habían triunfado al día siguiente de los comicios de 1983.
Antes de la pandemia empezaron a escribir Matías Méndez y Rodrigo Estévez Andrade el libro que se perfila de lectura imprescindible en estas horas de evocación del aniversario 40 de la democracia. “Ahora Alfonsín. Historia íntima de la campaña electoral que cambió la Argentina para siempre” (Margen Izquierdo-Planeta, 2023) retrata el ascenso de la persona que se convirtió en un símbolo de la reintroducción de un país dentro de la ley y del Estado de derecho. Rememorar a ese hombre es recuperar la conciencia de lo que ocurrió y de lo que puede llegar a ocurrir en el futuro, según los coautores. Méndez lo pone en estos términos: “recordar a (Raúl) Alfonsín sirve para pensar que una nueva gesta democrática es posible”.
Militantes juveniles de la Unión Cívica Radical (UCR), los “creadores” de “Ahora Alfonsín” se dispusieron, mediante la búsqueda en los archivos y las entrevistas con testigos, a “seguir” al líder del partido por cuanto lugar aquel visitó durante los meses previos a la votación del 30 de octubre de 1983. En una conversación remota con LA GACETA pautada en el ámbito del proyecto “El viaje democrático”, Méndez y Estévez Andrade afirman que se les ocurrió revisitar la campaña alfonsinista con la convicción de que allí se depositaron las bases ideológicas e institucionales de la Argentina de las últimas cuatro décadas. “Escribimos con el corazón en la mano, pero, también con el interés de que la investigación fuera rigurosa para no caer en un panegírico”, precisa Méndez. Se trata de una pesquisa que, a partir de las crónicas publicadas en LA GACETA de la época, incluye también hechos acaecidos en Tucumán, en particular los ligados a la participación del ex gobernador Celestino Gelsi en los comicios posdictadura.
-Uno de los hilos conductores del período 1983-2023 es la pérdida de la concordia política que abrazaron los candidatos presidenciales de aquellos comicios fundacionales, con Alfonsín a la cabeza.
Méndez:-Esa característica que mencionás define muy bien a Alfonsín como presidente y como “un abuenador”, tal y como alguien lo describió. Y hace que hoy, a 40 años del inicio de su gobierno, sin duda sea el gran líder político que nos une a todos. Y me parece que a eso Alfonsín lo fue construyendo a lo largo de toda su vida política desde sus inicios hasta su ocaso: siempre ha planteado la necesidad del diálogo; la necesidad del consenso; la necesidad de la democracia; la necesidad del respeto; la necesidad de no ver al otro como a un enemigo y la necesidad de la diversidad. Esto fue así aunque efectivamente Alfonsín confrontaba con dureza, y eso se puede comprobar antes, durante y después de su mandato presidencial en sus debates con (el presidente estadounidense) Ronald Reagan y con (el luego presidente justicialista Carlos) Menem. La otra característica que lo vuelve excepcional es su decencia. Alfonsín fue un gran dirigente político decente.
Estévez Andrade: -Alfonsín se nutrió del mandato militante del radicalismo bonaerense, que no era “gorila”. Acá hay una diferencia sustantiva con muchos otros radicalismos. La escuela política de Alfonsín era la de (Moisés) Lebensohn y la de otros pensadores de una doctrina social, que se habían adelantado al peronismo. Cuando (Juan Domingo) Perón irrumpe, su liderazgo encarna en los sectores más desprotegidos y humildes, y el radicalismo entra en esa deriva conservadora de la Unión Democrática que no dejaba de ser ni un frente antifascista, como se planteaba, ni un “espanto burgués”. El radicalismo bonaerense queda a destiempo. Alfonsín empieza a militar en ese espacio, y ello le da una formación de diálogo y de respeto al peronismo. El otro dato, que no es menor, es que Alfonsín, cuando es legislador nacional durante el Gobierno de Arturo Illia, coopera para levantar la proscripción del peronismo, algo que en general no se recuerda. Esos y otros antecedentes dan cuenta de que el discurso de la unidad nacional no es una teatralidad para el 83, sino algo inmanente a Alfonsín.
-Reivindicamos a esa figura que creía en la unidad y la practicaba, pero también vemos que, en la posición de mando, no le fue bien con esa prédica. Basta con recordar los numerosos paros generales que impulsó el sindicalismo justicialista…
Estévez Andrade: -Vista con ojos de hoy, la transición democrática fue un triunfo cultural. En aquel momento era imposible imaginar la Argentina con 40 años de continuidad constitucional; con alternancia; sin proscripciones; sin políticos exiliados… También era imposible imaginar la Argentina del yate (de Martín Insaurralde) y las modelos, pero ese es otro tema. Hasta el 83, la Argentina había sido una sucesión de dictaduras y democracias de patas cortas: siempre le faltaba “cinco para el peso”. Si no era que Perón metía preso a (Ricardo) Balbín (líder de la UCR), era que los radicales participaban activamente en las elecciones, pero no se preocupaban por dónde estaba Perón y, si estaba un poco lejos, mejor. Alfonsín rompe con toda esa lógica, y va de iguales y de pares: es muy importante entender esto. En el 83 se ve que tanto el radicalismo como el peronismo tenían que proponer liderazgos nuevos porque a uno se le había muerto Balbín y, al otro, Perón. Uno eligió a (Ítalo) Luder, que era un lujo para el peronismo de esa hora, y el otro, en un proceso interno complejo, a quien era su mejor representante, Alfonsín. Y tanto lo era que seguimos hablando sobre él ahora, incluso de mala manera, como lo hace Javier Milei.
-En la prensa del 83 se lee, por un lado, un rechazo al autoritarismo y, por el otro, una percepción de que sin una figura presidencial fuerte, la democracia no se puede sostener. Y de hecho después de Alfonsín, y, en especial de (Fernando) De la Rúa, se impuso el modelo duro y caudillista hasta llegar a la anomalía de Alberto Fernández… Pero, ¿por qué la concordia política nunca se pudo recuperar?
Méndez:-Tu pregunta también es nuestra preocupación. Vemos el cambio en la calidad de la dirigencia política. Sin embargo, si uno mira lo ocurrido en estos 40 años, encuentra que la Argentina ha tenido avances en materia de derechos; de consolidación de instituciones y de justicia, que son importantes, y que van más allá de los liderazgos caudillistas y de la profundización de la corrupción de los años 90. Creo que esos avances se fueron construyendo en la campaña del 83 y en ese proceso de transición hacia la democracia muy único que hubo en la Argentina marcada por el Juicio a las Juntas. Pareciera que quiero ver el vaso medio lleno, ¿no? Y es probable que sea así porque vivimos en una crisis económica recurrente y no podemos salir de ese proceso inflacionario que comenzó en 1975. Hubo avances y es por eso que aparece un nuevo liderazgo de ultraderecha como el de Milei que no viene a terminar con las deudas de la democracia, sino con sus conquistas, y por eso dice que su terapia es pegar a un muñeco con la cara de Alfonsín.
-¿Por qué usaron el eslogan proselitista “Ahora Alfonsín” para titular el libro?
Estévez Andrade:-Al texto lo empezamos a trabajar hace varios años, cuando la deriva de Milei no existía. Era simplemente un personaje bizarro de la TV: no lo teníamos registrado. Tomamos “Ahora Alfonsín” de la campaña y de esa idea de que el candidato iba a ser muy votado y a dar un susto bárbaro al peronismo, pero no a ganar como ganó. Entonces, en algún lugar ese concepto empezó a darse vuelta y se impuso la convicción de que el momento de Alfonsín era el turno de 1983.
Méndez:-Nosotros conversamos mucho sobre cuál iba a ser el contexto de aparición del libro, en especial porque, cuando hicimos los garabatos iniciales, Alberto Fernández tenía el 70 o 75% de aceptación. La paradoja de la historia es que esta coyuntura electoral revitaliza y actualiza a Alfonsín.
-¿Cuál es el costado falible de este “héroe de la democracia”?
Estévez Andrade:-A mí me hizo mucho ruido toda la posición que tenía en torno a la familia y que se ve con el divorcio: le faltaba todavía un golpe de horno al radicalismo ahí, aunque, afortunadamente, estaban las mujeres radicales para marcar las agendas. Pero él creía que no era el momento del divorcio, aunque, después, promulgó la ley que no había sido su iniciativa. En estas demandas sociales no se envalentonó como sí lo hizo con la Conadep (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas). Era corajudo, pero para algunos asuntos todavía tenía los reparos propios de una persona formada en el diálogo con la Iglesia.
Méndez:-Como militante político fui muy crítico del Pacto de Olivos y sigo siéndolo. Ahora tengo la madurez para reconocer que emergió una mejor Constitución, y, después de esta investigación, he aprendido que muchas de las cosas de esa Carta Magna ya las planteaba en 1982 y en 1983. Si me queda algún cuestionamiento tiene que ver con cómo ese acuerdo (el de Olivos) hizo que el radicalismo perdiera potencialidad electoral, y, a partir de ahí, la Argentina tuvo algunas elecciones con el sistema de partidos atomizado y no competitivas, lo que no quiere decir fraudulentas.
-Se dice que la victoria electoral de Alfonsín fue el último momento estelar de los sectores medios de la Argentina y que, a continuación y sucesivamente, el votante mediano pasó a ser alguien con cada vez más y mayores necesidades insatisfechas.
Estévez Andrade:-La Argentina tiene una deriva autoritaria de 50 años que es empobrecedora. Durante el Onganiato, el censo de 1970 registra un millón de pobres y 21 millones de habitantes, es decir, el 5% de los argentinos están en la pobreza. En el 83 seguía existiendo una Argentina de clase media, pese a las dictaduras. El radicalismo fue por su génesis un partido de la movilidad social ascendente. Alfonsín tiene buena relación con el campo, con la industria y con los trabajadores: se preocupa por entender qué les estaba pasando a los obreros de las distintas provincias del país.
Méndez:-Con sus niveles de pobreza superiores al 40%, la Argentina va dejando de ser una sociedad de clase media. Hay que destacar que si Alfonsín logra el triunfo que logró; si puede superar el 25% histórico del radicalismo y alcanzar el 52%, y si puede quitar el invicto al peronismo es porque lo adoptaron los sectores más pobres y más castigados. Alfonsín lo consigue porque viaja a las provincias y no visita sólo las capitales, sino también las ciudades medianas y los pueblos. Hace actos y da conferencias de prensa, pero, también, acude a las fábricas y a los barrios populares.
-¿Alfonsín podría haber hecho lo que hizo sin un peronista como Luder?
Estévez Andrade:-El peronismo entendió la hora, y puso a un gran candidato que provenía del mundo del derecho, que estaba formado académicamente, que era asociado a la Constitución y que siempre rescataba su condición de yrigoyenista. Luder era un tipo de peso que lamentablemente esa noche -la madrugada del 31 de octubre de 1983- no tuvo una actitud digna, cosa que a Alfonsín le pesó siempre, pero que a las pocas horas se fue a saludarlo e incluso recibió la oferta importante de presidir la Corte Suprema de Justicia de la Nación, que él declinó. Sí era un hombre de mucha valía y con compromiso democrático. Lamentablemente queda toda esa cosa sucia del 75 y de los decretos de aniquilamiento que son malinterpretados. Vale decir que Luder es el primer testigo en el Juicio a las Juntas y allí deja en claro que el decreto de aniquilamiento del peronismo no habilitaba el aniquilamiento que hicieron los militares. De esta manera, derriba la teoría de la defensa de los jefes de las Juntas Militares, quienes esgrimían que habían basado su accionar en los decretos de Isabel Martínez de Perón.
-Una de las cosas más tristes de estas elecciones de los 40 años de la democracia es que falta alegría y entusiasmo. Ninguno de los dos candidatos del balotaje pareciera tener la fuerza para ilusionar a la población y, de hecho, se espera que un número representativo de votantes no asista a las urnas, vote en blanco o impugne el sufragio. ¿Cómo describen ese contraste entre el “ahora” real y el “Ahora Alfonsín”?
Méndez: -Sentimos tristeza. Creo que vamos hacia una votación presidencial en medio de una enorme angustia por la crisis económica y la falta de opciones. Cuando uno compara el presente con la primavera alfonsinista, se pregunta, ¿qué nos ha pasado? Sin dudas los dos partidos populares mayoritarios de la Argentina han hecho las cosas bastante mal en los últimos años para que tengamos lo que tenemos. Mirá, una de las cosas más lindas que me pasaron con este libro “Ahora Alfonsín” es que un dirigente con mucha experiencia me dijo que le había servido para pensar que una nueva gesta democrática es posible. Ojalá nuestro laburo sirva para ello.
Estévez Andrade:-Hay toda una tercerización de la práctica política que hoy hace muy difícil dimensionarla en el presente y trazar un paralelismo con aquel pasado. Pero sí tengo clara la cuestión inspiradora. Por ejemplo, la concepción del grupo de candidatos como un grupo de amigos que permanece cohesionado aún con las derrotas constantes. Hasta el 83, Alfonsín es una máquina de perder elecciones, y, sin embargo, se sobrepone y da una cátedra de civismo con una campaña donde no denuncia ni agrede a nadie, aunque sí rechaza la posibilidad de una democracia con condicionantes. Es, además, alguien que es autocrítico, por ejemplo, con lo que le había ocurrido en 1946 a la fórmula radical (José Pascual) Tamborini-(Enrique) Mosca, que se sentía ganadora y que no advirtió que muchos de los votos que consideraba propios iban a irse con Perón. Con esa vivencia en su memoria, Alfonsín se da cuenta de que muchos peronistas, sin dejar de serlo, iban a votarlo a él y lo dice abiertamente en el 83 cuando anticipa: “ahora nos van a votar a nosotros y ustedes tendrán que aprender a perder”. Él entendió que en su momento el radicalismo se había equivocado y tuvo la sabiduría de aprender de los errores, algo que es extremadamente importante en el terreno de la política.
Bios
Matías Méndez (Buenos Aires, 1973)
Estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Buenos Aires. Trabaja en comunicación política e integró equipos como responsable de prensa en todas las campañas electorales desde 2001. Fue jefe de prensa de Elisa Carrió; director provincial de Comunicación Externa del gobierno de la Provincia de Buenos Aires y responsable de prensa de bloques legislativos en el Congreso de la Nación. Es vocero del senador Martín Lousteau (Evolución). Como periodista trabajó en Infobae, entre otros medios. Su primer libro es “Fusco, el fotógrafo de Perón” (2017).
Rodrigo Estévez Andrade (Buenos Aires, 1969)
Es licenciado en Periodismo y Comunicación. Cursó un posgrado en Comunicación Política e Institucional en la Universidad Católica Argentina, y la Maestría en Periodismo de la Universidad de San Andrés y el Grupo Clarín. Trabajó en la Secretaría General de la Presidencia de la Nación durante el gobierno de Raúl Alfonsín. Fue titular del área de información judicial del Poder Judicial porteño. Como conductor, pasó por el aire de las radios América, City (actual Radio con Vos), El Mundo y Radio UBA. Condujo el diario digital Inédito de la familia Alfonsín. Publica artículos de opinión y de investigación histórica en los diarios Clarín, El Cronista Comercial, Perfil, y el portal Infobae, entre otros medios.