La noticia sobre la canonización de Mama Antula, que el próximo año se convertirá en la primera santa nacida en Argentina, continúa conmoviendo el corazón de los fieles.
Durante sus incansables peregrinaciones para acercar al pueblo los ejercicios espirituales ignacianos, María Antonia de Paz y Figueroa supo recorrer una buena parte del territorio tucumano. Pese a la distancia temporal que hoy nos separa, nuestra conexión con ella aún se mantiene viva gracias a la fe y a algunos registros concretos. En la parroquia Nuestra Señora de las Gracias (avenida Belgrano 2.827) se conserva una reliquia de la todavía beata.
El objeto sagrado corresponde a un fragmento de hueso, que fue donado hace alrededor de siete años. La reliquia proviene de Santiago del Estero y fue entregada por el padre Jorge Ramírez un tiempo después de realizarse -en 2016- la ceremonia de beatificación.
“En ese entonces la parroquia también recibió una imagen de Mama Antula. Actualmente estamos en contacto con el padre Mario Ramón Tenti (gran impulsor de la causa) para coordinar algunas acciones de visibilización. En Tucumán todavía no existe tanta devoción, pero eso va a cambiar en la medida que su historia sea compartida”, comenta el padre Francisco Urbanc.
Por ahora, los restos físicos se encuentran bajo resguardo para evitar actos vandálicos o hurtos. Sin embargo, dentro de poco serán expuestos de forma permanente en el templo.
La relevancia de Mama Antula
La fascinación por aquella mujer peregrina, rebelde y rebosante de Dios no deja de aumentar al observar -con extremo cuidado- la reliquia. La pieza se preserva en un pequeño contenedor con la inscripción “Ex ossibus de María Antonia de San José”.
“El anuncio de su canonización es un gran regalo que nos invita a reflexionar. Lo interesante es que se trató de una laica comprometida que, pese a las críticas o contras de la sociedad del momento, logró una importante tarea de evangelización; especialmente al compartir los retiros espirituales propuestos por San Ignacio de Loyola como metodología”, agrega.
Para el padre Urbanc, la laica consagrada es un referente digno de imitar en nuestro presente. “Cuando hablamos de San Expedito, San Cayetano u otras figuras religiosas muchos suelen ver sus respectivas historias como algo remoto y suelen pensar que solo en otras épocas (antiguas, con condiciones de vida distintas) era posible alcanzar la sanidad. Sin embargo, la Madre Teresa de Calcuta, Juan Pablo II y Mama Antula demuestran lo contrario”, afirma.
Fruto de ese pensamiento, en la parroquia se exhibe una pintura dedicada a San Carlo Acutis. “Hoy también podemos ser santos y hay virtudes y caminos que rescatar”, sostiene el religioso.
Empoderada y rebelde
La que será la primera santa argentina tiene una historia signada por lo que hoy llamamos empoderamiento femenino y cierta rebeldía para jugarse por sus principios.
Fue bautizada Mama Antula por el pueblo quechua la bautizó Mama Antula. Era un derivado de su nombre en la lengua que ella había adoptado.
Se rebeló al mandato cultural del siglo XVIII y al credo familiar que respetaba los estereotipos femeninos de la época cuando a los 15 años anunció a su familia que no se casaría ni sería monja.
A partir de entonces inició un derrotero que la llevó incluso a vestirse de varón y ser laica jesuita.
Por supuesto, fue expulsada de su casa y ella, en respuesta, renunció a la riqueza de su familia y rechazó su apellido, ya que pasó a llamarse María Antonia de San José.
En 1745 vistió el hábito de ‘beata’ jesuita y comenzó a llevar vida comunitaria junto a otras consagradas. Bajo la dirección del padre jesuita Gaspar Juárez, se dedicó a la educación de los niños, al cuidado de los enfermos y al socorro de los pobres.
Un artículo de la Agencia Informativa Católica de Argentina rescató su figura como madre de la patria. “Acusada de loca y de bruja, el peso histórico de Mama Antula en los sucesos independentistas de la Argentina quizá haya sido más importante que el religioso, aunque ahora se encuentre olvidado”, apunta la agencia. Fundamenta esta aseveración en el hecho de que de las rutinas de ejercicios espirituales de Mama Antula participaron varios próceres de la independencia, como Manuel Belgrano, Miguel de Azcuénaga y hasta el virrey Santiago de Liniers.
Más de un siglo
Mama Antula fue la primera causa de canonización que envió Buenos Aires a la Santa Sede, pero durante años permaneció “dormida”. Hubo que esperar que llegara el jesuita Jorge Mario Bergoglio al arzobispado de Buenos Aires, para que fuera reactivada.
El proceso de beatificación había comenzado en 1905 y concluyó el 27 agosto de 2016 en Santiago del Estero, donde se hizo una fiesta religiosa encabezada por el enviado del Papa, el cardenal Angelo Amato.
El 7 de marzo pasado, el papa Francisco había anticipado: “Está muy cercano el tiempo que pueda ser santa”. Y hace una semana se confirmó al conocerse la autorización por parte del Sumo Pontífice para promulgar el decreto relativo al milagro atribuido a la intercesión de Mama Antula en el caso de la recuperación del santafesino Claudio Perusini, que había sufrido un ACV.