Con la moneda en el aire, es tiempo de pensar sin fanatismos

Con la moneda en el aire, es tiempo de pensar sin fanatismos

Por Hugo E. Grimaldi.

Con la moneda en el aire, es tiempo de pensar sin fanatismos
28 Octubre 2023

Tras un domingo electoral lleno de sorpresas, el escenario corrió apenas por unos días el telón, pero es evidente que por detrás se siguieron desarrollando los dramas de la inflación, la pobreza y el dólar, a los que se le han agregado ahora los faltantes de nafta e insumos médicos, producto de la imprevisión y de la falta de dólares, mientras que en la discusión política empezaron a aparecer términos controvertidos como “unidad” o “neutralidad”, más observaciones sicológicas de cada uno de los dos candidatos que llegaron al balotaje: Sergio Massa y Javier Milei.

Es obvio que ninguna de todas esas desdichas económico-sociales se han corregido y hay que saber que el deterioro es tan grande que se tardará mucho para que eso suceda, algo que para mucha gente será imposible de percibir en el resto de su vida, aunque cada postulante le asegure que tiene remedios bien diferentes para encarar su reversión. Así y todo, lo peor que se podría hacer en estas circunstancias es equivocarse sin pensar.

Desde la platea, la sociedad ha observado hasta ahora el telón corrido y se anoticia que tras bambalinas se cocinan cosas. Hay de momento extrema confusión en materia política, empezando porque aún no todos han digerido la sorpresa de Massa revirtiendo el resultado de las PASO a expensas de Milei, quien apenas pudo conservar sus votos. Lo primero que hicieron ambos elegidos para jugar en el balotaje fueron dos discursos públicos de corrimiento obligado hacia la moderación y el centro político y allí fue cuando cayeron los cortinados. A partir de eso, se vivió una semana frenética y llena de acciones y opiniones que se fueron encimando unas con otras, sucesos que aún hace falta digerir.

Las cosas que se cocinaron detrás de la escena fueron acuerdos de cúpula que, en general, se olvidaron de los problemas del momento. Para no perder tiempo, ya que 28 días pasan en un santiamén y las campañas se van a agotar la semana previa tras el consabido debate en 8 días más, antes que los planes aparecieron como un vendaval realineamientos, apoyos y peleas de todo calibre y hasta críticas sicológicas a las personalidades de cada candidato, de perfiles poco confiables ambos, uno por agrandado, ventajero y simulador (el de las manos de pedir perdón) y el otro por reprimido, intolerante y lleno de delirios (el de los puños apretados).

“Frankestein vs el conde Drácula”, han dicho quienes perdieron, mientras que un conformista con algún dejo irónico ha definido la cuestión con mayor simpleza: “es lo que hay”. Los mercados no han sido ajenos a lo que pregonaba cada candidato, remedios que probablemente se afinen de ahora en más, ya que el dólar coyuntural bajó porque el cachetazo electoral moderó la incertidumbre que generaba Milei, aunque los bonos, que miran más hacia el mediano plazo, se acoplaron al efecto negativo que les produce Massa y marcaron por su lado un notorio tobogán.    

También hubo durante estos días mucho careteo de candidatos, voceros y partiquinos, algunos ya afuera de la torta, pero finalmente creídos que sólo ellos pueden ordenarle a la gente qué cosa deben hacer electoralmente hablando, con sugerencias que en muchos casos sonaron a imposiciones, directivas que afectan nada menos que el libre albedrío ciudadano. Este principio tan íntimo apareció avasallado por los políticos de un lado y del otro, quienes no sólo se limitaron a aconsejarle a la gente por quién votar, casi el rol natural en cualquier campaña, sino que han atrevido a decirle cómo hacerlo.

Es prematuro aún y se necesitará que decanten aún muchas cosas para que la moneda que está en el aire empiece a girar para un lado o para el otro antes de caer al suelo y para que los ciudadanos puedan llegar al 19 de noviembre con la conciencia fortalecida para entrar al cuarto oscuro. Algunos suponen que si bien la moneda electoral caerá a favor de alguien, lo que se elija no será definitivo, ya que ambos candidatos darán volteretas posteriores.

Lo más concreto es que la moneda caída de canto hoy no parece tener lugar. Es eso, precisamente, lo que sugiere el término “neutralidad” que se ha puesto de moda, situación que implica votar en blanco o impugnar el sufragio, dos caminos destinados a calmar la conciencia del votante no decidido, aunque será un ciudadano a medias, porque se lava las manos. Será triste la agachada, porque de esa manera le va a dar un aval implícito al candidato que gane finalmente la elección, aunque sea por un voto.

Ante el momento bisagra que vive la sociedad, el subterfugio del “no te metás” resulta ser completamente lícito, aunque a la vez muy poco democrático ya que lesiona al sistema, debido a que es un camino de una indiferencia moral sorprendente y, a la vez, peligrosa. Carlos Menem repetía una cita del Apocalipsis (“a los tibios los vomita Dios”) que sería hoy más que aplicable a quienes terminen decidiéndose por esta tercera vía, aunque crean que están en paz con sus conciencias.

En tanto, el concepto de “unidad” también representa un fuerte golpe a la ciudadanía, una subestimación, ya que entre pensantes es imposible pregonar algo tan monolítico. Tal coincidencia, que también supone un lastre para la democracia es linda de expresar, pero no existe. Sin estos chantajes morales, nada es mejor para el votante que decidir con su mente y corazón, lejos de las presiones de los interesados en cooptar su conciencia, hacia uno u otro lado.

Más allá de los aciertos de Massa, del “plan platita” y de una campaña ultra profesional de su parte que borró los contrapesos de la mala economía y de la corrupción ambiente y ante lo errática que fue la de Patricia Bullrich, de los números del domingo pasado surge un primer análisis electoral que los emparenta, ya que lo que subió en votos UxP es casi lo que perdió JxC. Una lectura lineal indica que la candidata no pudo retener los apoyos de cierta porción de su electorado, previsiblemente los radicales que en las PASO habían preferido a Horacio Rodríguez Larreta.

Ésa es la gran factura que no digirió Mauricio Macri, quien embarcó a la candidata en el apoyo a Milei para intentar, como bombero de última instancia, moderarlo política y económicamente y, a la vez, para que no se envalentone del todo el kirchnerismo, aunque eso le haya costado a parte del PRO alejarse casi definitivamente de la dirigencia de la UCR, más proclive a Massa, al sentirse traicionados.  

Si es verdad que esos siete/ocho puntos de la discordia ya se habían pasado a Massa y que a Bullrich le quedan más de 20 casi propios, la cosa al menos se emparejaría de arranque, ya que Milei tiene que remar de atrás la diferencia, cerca de 1,4 millones de votos y ese apoyo le da un primer empujón. Después llegará la hora de la verdad a partir de esa eventual paridad, porque cuando se abra el telón nuevamente cada candidato deberá presentarle a la sociedad propuestas más contundentes, hacerle menos promesas rimbombantes y llegarle con cosas lógicas y realizables desde una posición más de centro, tal como ambos sugieren que se han decidido a adoptar. Y esto le cabe a los dos candidatos: menos locuras y menos humo.

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