“Los resultados mandan en el fútbol”. Una frase tan cierta que certifica día a día el estado de ánimo de los hinchas y que hoy hace mella en San Martín y en su futuro en el Reducido de la Primera Nacional.
Si bien los fanáticos “santos” siempre se caracterizaron por el apoyo incondicional, la fiebre por el ascenso terminó conspirando a la causa. Generó una presión extra para un plantel que hasta acá no supo administrar las cargas.
Históricamente, La Ciudadela fue la gran fortaleza que tuvo San Martín. Allí los hinchas supieron transformarse en un factor determinante en cada victoria. Pero está situación parece haberse modificado.
En los duelos contra Güemes y Almirante Brown, el enojo y las críticas fueron in crescendo y eso a los dirigidos por Pablo Frontini pareció jugarles en contra.
“Siento que estamos muy frustrados por las últimas temporadas. Creo que por eso nos estamos descargando con más insultos que antes. Incluso, siento que agarramos de punto a algunos jugadores con los que la relación parece haberse roto y sus cabezas hoy parece estar en otro lado”, dijo Ignacio Chehade un hincha que siempre alienta desde la tribuna de calle Pellegrini.
Agustín Juri, otro fanático, en tanto reconoció que el hincha se encuentra “exasperado” por obtener el gran objetivo. “Hay una especie de desesperación por lograr el ascenso en un año que fue bastante irregular en lo futbolístico. Siento que estamos exigiendo más de la cuenta”, señaló.
En la misma línea aparece Carlos Sánchez, quien calificó a muchos seguidores como “extremistas”. “Obvio que quiero ascender ya, pero todo necesita de un proceso. Hubo momentos en el que había hinchas que exageraban demasiado porque los resultados no se nos daban. En un momento, cuando estábamos afuera del Reducido, no faltaban aquellos que decían que íbamos a descender”, explicó.
Mientras tanto, otros aseguran que el equipo debe recuperar la conexión con la gente. “Necesitamos un partido que marque un punto de inflexión como pasó en 2016 con Guaraní, o en 2018 con Villa Dálmine. Eso podría reconectar al hincha con el equipo; lo que podría permitir el despegue definitivo”, consideró Martín Zelarayan.
Según explicó el coach ontológico Gerard Epelbaum, todas estas exigencias pueden influir de manera negativa en el rendimiento del plantel. “La exigencia, como emoción, activa el miedo. Esa emoción es una configuración hormonal en el jugador, que impide que ponga en competencia la mayoría de sus habilidades. Está comprobado que te disminuye la cantidad de testosterona y aumenta las hormonas de la adrenalina y el cortisol. Éstas te impiden coordinar los movimientos y te ponen en una situación de desventaja”, puntualizó. “No hay que olvidar que la hinchada forma parte del estado anímico del equipo. Las estadísticas a nivel internacional, dicen que los equipos juegan de local y que su hinchada está presente de manera positiva, tienen más del 50% de probabilidades de ganar. Pero esto se modifica si el ambiente es negativo”, agregó.
A diferencia de Epelbaum, el psicólogo deportivo Matías Fernández aseguró que el miedo puede ser un arma de doble filo en la vida de un deportista. “No necesariamente afecta negativamente el rendimiento; tampoco las sensaciones positivas o el optimismo favorecen al desempeño. Todo depende de cómo el jugador procese ese momento. Al jugador lo termina afectando, cuando toma esa situación como algo amenazante y no puede abstraerse lo suficiente. Por eso, es el momento en el que tanto hinchas como jugadores deben dar vuelta la página de cara a lo que viene”, resaltó.
En relación a las críticas de los hinchas, Fernández aseguró que pueden existir comparaciones arbitrarias con respecto al momento que atraviesa el club. “El hincha es pasional. A veces se exige en base a los paralelismos con etapas gloriosas de San Martín. Es injusto porque cada equipo tiene su propia realidad y el contexto que debe afrontar. Para determinar qué es lo que pasa en el plantel, se debe convivir en el día a día con ellos”, sentenció.
Epelbaum explicó que para abstraerse de los comentarios negativos el equipo se debe lograr un “estado de fluidez”. “Dentro de un partido, el jugador se está hablando sin ser consciente de ello. Ese diálogo interno, en el que se comanda a sí mismo, es el estado de fluidez. Allí no hay nada que se interponga entre él y su objetivo”, indicó.
Claro, alcanzarlo no es una tarea sencilla. “Para que se dé tienen que confluir muchos factores. No es algo que se pueda sostener en el tiempo. Se ve cuando un equipo juega de memoria y todo fluye sin importar las situaciones. Debe haber una gran comunicación dentro el equipo, que sea eficaz; o un liderazgo efectivo, entre otras cuestiones”, remarcó Fernández.
En San Martín apuestan a dejar atrás lo que sucedió durante la fase regular del torneo, y en esa línea trabajan Frontini y sus pupilos.