¿Por qué nos fascinan los realities de parejas?

¿Por qué nos fascinan los realities de parejas?

Hace poco Netflix anunció que Argentina tendría su propia edición de “El amor es ciego”. Un repaso por esta clase de productos, la obsesión por mostrar nuestra vida sentimental y algunas respuestas posibles a la gran incógnita: ¿podemos querer a alguien sin que nos importe la apariencia física?

Cuando nuestra vida personal es un caos o pisamos los cimientos de la desesperación, la ficción que nos regala el streaming resulta una perfecta vía de escape. En especial, cuando nos enfocamos en los problemas de otros; algo que los realities amorosos supieron acaparar muy bien.

¿Es posible encontrar nuestra “alma gemela” en la tele? ¿Por qué alguien expondría su corazón frente a millones de espectadores? aunque parece difícil de entender ahora tenemos la oportunidad de experimentarlo por nuestra cuenta. A mediados de septiembre la productora Fremantle confirmó la creación de la edición argentina de “El amor es ciego” (“Love Is Blind”), uno de los programas de parejas más famosos de Netflix.

La propuesta consiste en un experimento social para demostrar que es posible lograr una conexión sentimental y enamorarnos sin pensar en la apariencia física. Para eso, los participantes (solteras y solteros bastante guapos, la verdad sea dicha) tienen diferentes citas dentro de unas “cápsulas” que les impide verse. Si aparecen las chispas suficientes, recién al comprometerse el misterio queda revelado.

Las vibras de Cupido no acaban allí. Una vez que la pareja se forma, el siguiente paso son unas mini vacaciones para reafirmar la relación u obtener la última chance de huir antes de que suenen las campanas de la boda.

¡Quiero inscribirme! necesito romance

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En su versión estadounidense la serie “El amor es ciego” contempla cinco temporadas, sumadas a tres ediciones en Brasil y una en Japón. Por su guión y estructuración el programa recibió cinco nominaciones a los premios Emmy.

Ella, él, yo, nosotros...

Peleas, coqueteos, flechazos, corazones que se rompen… el drama que muestran los programas de parejas nos encanta. Lejos de ser una simple preferencia, este hecho dice mucho sobre nuestra personalidad y necesidades sociales.

“Los realities representan un entretenimiento fácil, no nos obligan a pensar demasiado y permiten que hagamos varias cosas a la vez mientras los consumimos. Su popularidad se basa en eso y en la posibilidad de contar historias que parecen más realistas. Especialmente porque no hay actores involucrados, sino personas que se presentan y exhiben por modus propio”, explica la socióloga Ana Masso.

A diferencia de las ficciones en las cuales los protagonistas vencen mil adversidades hasta consumar su “amor eterno”, el género propone mostrar también lo peor de los vínculos. No existen víctimas perfectas ni idealizaciones, cualquier participante puede dañar y ser dañado.

Cómo segundo pilar de éxito, el encanto de los realities pasa por jugar con la percepción de cercanía y alejamiento de los espectadores. “Los problemas amorosos son universales, por lo tanto, siempre habrá alguien que se identifique con la situación y la toma de decisiones de sus participantes. A fin de cuentas, las citas (fallidas, hermosas, mágicas) son un medio para hablar, expresar o reflexionar sobre nuestra biografía, sentimientos y estados de ánimo”, comenta.

No tan auténtico

El guión de dos desconocidos que descubren entre ellos una conexión única, crecen a nivel afectivo y sortean desafíos (mientras se toquetean y besan) es una figurita repetida que vaticina un buen rating.

“A lo largo de los años, las reglas de producción de este género cambiaron. Hoy para que un reality funcione los concursantes deben elegirse con bastante cuidado porque tienen que servir como una sobrerrepresentación social. Al escucharlos hablar y desenvolverse, los espectadores proyectan en ellos sus fantasías, aspiraciones (de belleza, éxito, romance) o rechazos”, añade Masso.

A través de un cuerpo ajeno la posibilidad de seducir, mentir, dejarse llevar por el deseo hace que la apuesta del espectador aumente. Por otra parte, es válido poner en tela de juicio la duración futura de esas parejas. “Conocerse en poco tiempo y dar un salto de fe siguiendo nuestro instinto o corazón es un clásico ejemplo de los mandados del amor romántico. Bajo circunstancias normales la idea de casarse tan pronto con alguien -sin ahondar en su pasado, rutina y modo de conducirse- sería descabellada”, afirma la sexóloga Daniela Toledo.

No obstante, el formato funciona y consigue algunos finales felices gracias a la concursantes se abran, relajen y enamoren. “Todos los factores externos están controlados: el clima, la estética intimista de las habitaciones, los incentivos sensoriales, la valentía que da no dialogar cara a cara… esos detalles suman a la experiencia para que bajemos nuestras barreras. Al final, se trata de prestar atención al presente y adoptar una actitud de escucha activa y conversación consciente”, agrega.

Sin interferencias tecnológicas ni el peso de la rutina y sus obligaciones, las citas recuperan su factor lúdico. “También es interesante pensar que la cantidad de candidatos entre los cuales elegir se achica; con una menor selección de pretendientes resulta más fácil tomar decisiones. El verdadero problema va a llegar después, cuando ese mundo tan acotado y agradable contraste con la realidad y el estilo de vida participante”, argumenta Toledo.

Para el recuerdo

En el pasado hubo otros programas de parejas que pasaron a la historia en la televisión nacional. Al verlos con los “lentes” del presente, algunas de las bromas, acciones y comentarios de estas propuestas resultan reprochables. Sin embargo, eso no quita que algunas personas los recuerden con una sonrisa por lo bajo.

- “Cupido” (2001): la propuesta fue transmitida inicialmente por MuchMusic y estuvo en emisión por cinco años. Bajo la modalidad talk show el programa incentivaba a los participantes a preguntarse cosas personales sin verse a la cara. Las charlas subidas de tono, el doble sentido y los fracasos eran una moneda recurrente durante las citas a ciegas. A eso se le sumaba una voz en off (Franco Torchia) que a veces jugaba en contra del “amor” y comentarios telefónicos hechos por los televidentes en tono ridiculizante u ofensivo.

- “Yo me quiero casar, ¿y usted?” (1971): conducido por Roberto Galán este programa fue una auténtica perlita en lo que refiere a momentos románticos, bizarros e incómodos. “¡Se ha formado una pareja!” era la vieja muletilla que el presentador solía usar al lograr su cometido.

Otros programas sobre amor en Netflix

- “La pareja perfecta” (2023): 10 solteros de otros realities se reúnen para darle una segunda oportunidad al amor.

- “Falso amor” (2023): la tecnología deepfake se interpone entre cinco enamorados para poner a prueba su confianza y desdibujar los límites entre realidad y ficción.

- “El ultimátum: decir sí o decir adiós” (2022): en pocas palabras, varias parejas de larga data ponen a prueba su relación después de que aparece un tercero.

- “Jugando con fuego” (2020): 10 concursantes se encuentran en un resort de lujo dispuestos a tener citas y dejarse llevar por sus instintos, sin embargo, está prohibido besarse y mantener actividades sexuales. En caso de romper las reglas, el premio en efectivo disminuye. El programa es tan famoso que ya cuenta con cinco temporadas en Estados Unidos y otras tantas en Alemania, Brasil y México.

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