Se llama “cinturón ferroviario” a las estructuras e instalaciones de los ferrocarriles Belgrano y Mitre, la mayoría en desuso, que aíslan al sector más neurálgico de la capital, y también a otras zonas más alejadas de la ciudad.
El área metropolitana en su conjunto -el Gran Tucumán- cuenta con una red de vías internas como pocas otras ciudades argentinas y por eso los proyectos para recuperar, modernizar y extender al tren como medio de transporte público urbano e interurbano se suceden unos tras otros, aunque se apilan desde hace décadas en los escritorios de la burocracia.
Una red que sería la envidia de cientos de ciudades en el mundo que hacen millonarios trucos de magia para poder contar con este transporte público, el más eficiente de todos por varias razones: económico para el usuario, menos contaminante, descongestiona el tránsito vehicular, y el más eficiente en la relación costo beneficio.
Distritos que cuentan con espalda económica apelaron a las onerosísimas opciones de trenes elevados, subterráneos o expropiaciones para garantizar este servicio. Es una lástima profunda que en Tucumán, donde ya existe el 90% de la red instalada, no se haya podido avanzar con esta alternativa, más aún con el grave déficit que padece la provincia en materia de transporte público.
No sólo no se avanzó, sino que año tras año se retrocede con usurpaciones de viviendas, comercios y hasta iglesias (pasaje García al 1.000) que nadie controla o con usos no planificados de los terrenos de los ferrocarriles.
Suele repetirse que en la capital tucumana, en cualquier punto donde uno se sitúe, no se está a más de seis o siete cuadras de una vía de tren (o ex vía). Lo más complicado y costoso ya existe, que es la traza urbana e interurbana.
La historia se repite
De igual modo ocurre con el “cinturón ferroviario”, que ahoga a la capital por los cuatro puntos cardinales. El sector más complicado es el que contiene a las playas de maniobras de los ferrocarriles Belgrano y Mitre, casi contiguas, que flanquean el margen oeste del microcentro y de Barrio Norte.
Se trata de unas 13 hectáreas, entre las dos playas, sobre las que pesan decenas de proyectos urbanísticos, más y menos ambiciosos, que acumulan tanto polvo como promesas incumplidas.
Desde la década del 90, cuando el gobierno de Carlos Menem les firmó el certificado de defunción a los trenes, y provocó el colapso de camiones y colectivos en los caminos y rutas argentinas, se viene anunciando el traslado de las playas de maniobras, sobre todo la del Belgrano, a la zona este del Gran Tucumán, en estaciones de Cruz Alta.
San Felipe, Delfín Gallo, Pacará, Cevil Pozo y, en capital, Los Vázquez, son algunas de las localidades que se fueron mencionando, gobierno tras gobierno.
A estas décadas de hacer nada se le suma una complejidad jurisdiccional. Entran en conflicto intereses de los municipios, la Provincia y la Nación. Incluso con el mantenimiento y la limpieza de los terrenos por donde pasaba el tren ninguna administración se hace cargo. En muchos casos son los propios vecinos los que limpian o iluminan esos tenebrosos predios.
El traslado de las instalaciones del Belgrano a Los Vázquez se promovió por primera vez, de manera oficial, en 1998, durante el gobierno de Julio Miranda. La intendencia de Raúl Topa fue una de las principales opositoras a ese plan.
En marzo de 2004 se planteó construir un puente sobre el “cinturón ferroviario”, iniciativa que nunca se concretó. En septiembre de ese año anunciaron que harían una estación de pasajeros en Central Córdoba.
En diciembre de 2005, el Gobierno anunció que la playa de maniobras sería llevada a Pacará gracias a un crédito de dos millones de pesos (seis millones de dólares de entonces).
En abril de 2006 el gobernador José Alperovich volvió a anunciar el traslado, pero esta vez a Cevil Pozo.
En su tercer mandato, Alperovich inició la construcción de los túneles por Córdoba y Mendoza, entre Marco Avellaneda y Suipacha, por debajo de las instalaciones del ferrocarril Belgrano.
Estas obras de 150 metros cada una tardaron cinco años en concluirse, un año más de lo que demoró la construcción de la autopista Córdoba-Rosario, de 410 kilómetros.
Otro sueño frustrado
Los controversiales túneles, que se inundan cada vez que llueve y tienen que cerrarse, debían haber sido transferidos hace seis años al municipio de la capital para su mantenimiento, pero ese traspaso nunca se concretó.
Estos pasos subterráneos eran parte de uno de los proyectos (también trunco) más interesantes que se plantearon para el cinturón, que era el desarrollo de una especie de “Puerto Madero” tucumano.
Era atractivo por varias razones. Implicaba un trabajo conjunto entre el sector público y privado, revalorizaría una zona muy preciada por su proximidad al centro, contemplaba un importante crecimiento inmobiliario, en viviendas y comercios, con una expansión de los espacios verdes y de esparcimiento, y una mejora en la fluidez del tránsito de la zona con el ensanchamiento de la calle Marco Avellaneda, que iba a convertirse en una avenida de doble mano. Iba a transformarse en un boulevard que se llamaría “Paseo del Bicentenario”, que se planeaba inaugurar en 2016, con los festejos de los 200 años de la Independencia
Ahora nos enteramos por un informe de LA GACETA (“Tres obras valiosas para cambiarle la cara a la descuidada calle Marco Avellaneda”, por Guillermo Monti, 10/10/23) que en uno de los edificios abandonados del predio, entre Mendoza y Córdoba, comenzaron las obras para construir una nueva sede del Comando de Gendarmería Nacional, fuerza que ya cuenta con un importante predio de más de dos hectáreas en Las Talitas, entre otros inmuebles en la provincia.
¡Otro edificio público dentro de las cuatro avenidas! Una vez más, Tucumán a contramano del mundo.
Desde hace cuatro décadas, urbanistas, funcionarios y desarrolladores inmobiliarios vienen planteando la necesidad imperiosa de descentralizar la administración pública nacional, provincial y municipal para descongestionar el tránsito vehicular del macrocentro y mejorar la calidad de vida del corazón de la ciudad.
Así surgió el proyecto de hacer un Centro Cívico en Los Nogales para mudar la mayoría de las reparticiones provinciales del centro, otro costoso fracaso en el que ya se gastaron varios millones de dólares y no se puso ni un foco.
Por el contrario, en estas cuatro décadas se siguen sumando oficinas públicas en zonas neurálgicas, como la nueva Legislatura (para ello se eliminó una plaza, como si sobraran espacios verdes) o el nuevo edificio del Fuero Penal, ambos sobre la colapsada avenida Sarmiento, entre otras reparticiones públicas que se siguen trasladando al centro.
Al margen del costoso Centro Cívico, que se suma a la extensa lista de anuncios incumplidos por José Alperovich y Juan Manzur, el Estado posee decenas de inmuebles y terrenos en sectores más alejados que podrían desarrollarse. En los últimos años, la Ciudad de Buenos Aires viene trasladando oficinas públicas a barrios postergados, con lo que le inyecta vida y actividad comercial a lugares olvidados.
Un solo ejemplo: el Ministerio de Educación ocupa casi una manzana en pleno Barrio Norte, que podría tener otros múltiples usos más productivos, que a su vez descongestionarían un sector que ya crece por sí solo.
¿Por qué no puede estar Educación en Villa Alem, en Villa 9 de Julio o en ciudades aledañas del área metropolitana que necesitan desarrollo? Lo mismo con otras decenas de oficinas estatales que saturan el microcentro, Barrio Norte y Barrio Sur.
¿Por qué la Anses, que caotiza todos los días el corazón del microcentro, no puede estar en Ciudadela, en Villa Luján o en Tafí Viejo?
Ahora quieren sumar un cuartel militar a ocho cuadras de la Plaza Independencia. Somos brillantes los tucumanos para complicarnos la vida sin que nadie nos ayude.
Se viene ahora una renovación de autoridades. ¿Se producirá un cambio de paradigma o seguiremos insistiendo con un modelo urbanístico que no deja de fracasar? De Puerto Madero a Puerto Burocracia hay sólo un par de neuronas de distancia.