San Martín de Tucumán volvió a dejar dudas y el sueño pende de un hilo
La ilusión le duró muy poco a San Martín. El gol de Pío Bonacci, que había encendido la llama de la ilusión en La Ciudadela, quedó en el olvido rápidamente porque el equipo volvió a dejar una imagen preocupante de cara al Reducido. Sufrió una derrota que expuso todas y cada una de sus debilidades; esas que nunca le permitieron poder acomodarse a lo largo de la temporada en la Primera Nacional.
La falta de fortaleza mental y la poca generación de juego volvieron a pasarle factura. Y, para colmo, con todas esas limitaciones a cuestas, los resultados de sus rivales tampoco lo acompañaron para poder soñar con esa final que le quedó demasiado lejos por culpa de todas su falta de temple para controlar situaciones límites.
Las dudas estuvieron desde la previa del partido; con los cinco cambios que, a priori, resultaban ser una incógnita en el esquema de Pablo Frontini. Pero San Martín volvió a tener eficacia frente al arco rival y esa fue su principal virtud en la primera mitad del duelo en el “Juan Pasquale”.
Si bien en primera instancia buscó hacerse de la posesión y dominar los hilos del juego, a medida que los minutos fueron pasando le cedió la iniciativa a un “dragón” que estaba urgido de una victoria por culpa de las noticias que llegaban del resto de los estadios; en una jornada que pareció ser un “parto” para muchos equipos.
Eso sí; cada contragolpe comandado por Emanuel Dening parecía que podía darle buenos dividendos al “santo”. Y esa fue la llave para encontrar el gol. Bonacci tuvo su revancha de aquel palo contra Morón, que tal vez podría haber cambiado la historia final. Aprovechó un buen lanzamiento de Enzo Martínez y una linda asistencia de Dening para convertir por primera vez con la camiseta “santa”.
A esa altura de la tarde, el 1 a 0 le entregaba a San Martín el boleto para jugar la finalísima por el primer ascenso a la Liga Profesional. Pero faltaba mucho y ese era el principal inconveniente de un equipo que no encuentra regularidad y que debía sostener el triunfo durante muchísimo tiempo.
Leonel Pierce se había asentado como complemento perfecto de Gustavo Abregú y Martínez estaba lúcido para jugar y mostraba un interesante despliegue. Pero toda estrategia tiene su costo; y en este caso, San Martín pagó por su poca solidez defensiva.
El juego aéreo de Nicolás Benegas y el desequilibrio de Ezequiel Aguirre fueron un problema sin solución para la última línea “sana” en el primer tiempo. Y eso se hizo más notorio durante el complemento.
Este, quizás, fue el partido que más expuso las dos facetas que tiene San Martín. Una banda izquierda bien aceitada en ataque, en la que Nahuel Banegas parece ser irremplazable y una falta de recursos alarmante del medio hacia atrás.
Eso le dio vida a un Defensores que parecía estar groggy; listo para ser sentenciado.
Frontini falló en las modificaciones y la estructura se vino abajo, cual estantería mal amurada, en un abrir y cerrar de ojos.
Ni Leandro Ciccolini, ni Mauro Verón, ni Gervasio Núñez, ni Brian Andrada pudieron aportarle buenos recursos y el equipo se “pinchó”: regaló el medio, perdió la pelota, se dejó primerear y terminó de rodillas; sembrando más interrogantes de cara a lo que se viene en la definición por el segundo ascenso.
A puro empuje, los dirigidos por Carlos Mayor encontraron lo que necesitaban. Con muy poco le torcieron el brazo a San Martín. Benegas cambió por gol un penal inexplicable que cometió Núñez y Rodrigo Moreira, con el tiempo cumplido sentenció una victoria que se festejó casi como un título en el Bajo Belgrano (los tres puntos le permitieron al “dragón” meterse en el Reducido).
¿Y ahora? La derrota no le cambió demasiado el panorama inmediato al “santo”, que había comenzado tercero la fecha y la terminó en idéntica posición. Pero deja muchas dudas pensando en el Reducido.
Los nervios lo superaron a San Martín (ya le había pasado en los juegos contra Güemes y Almirante Brown) y eso no puede sucederle a un equipo que pretende ser protagonista.
Borrón y cuenta nueva es lo que debe hacer de manera urgente el “santo”. Si quiere mantener vivas sus aspiraciones, no puede repetir actuaciones como la que tuvo en esta ocasión; algo que en el último tiempo parece habérsele hecho costumbre.