El éxito, en los más diversos órdenes de la vida, consiste en volver simple algo que es complejo. El fracaso, por el contrario, suele ser más complicado, porque suele tratarse de procesos asociados a metas y a sistemas. De lo que no hay antecedentes, en cambio, es de situaciones como las del Gobierno argentino, que constituiría un extraño caso de ser exitoso en la meta de fracasar.
Adviértase, precisamente, que el fracaso de esta cuarta gestión kirchnerista resulta sencillo de expresar. Con un esquema de 10 puntos, basados en datos oficiales, se puede tener una idea acabada de la frustrada experiencia K. Con lo cual la explicación deviene escandalosamente sencilla.
2. Más alta que la de agosto, cuando fue del 12,4%.
3. La más alta en lo que va del año, que ya acumula, en los primeros 9 meses, 103,2%.
4. La más alta en 32 años: no se registraba índice semejante desde febrero de 1991.
5. La inflación interanual (la que va de octubre de 2022 hasta el mes pasado) llega ya al 138,3%
6. Los alimentos y las bebidas sin alcohol aumentaron 14,3%. Es el rubro que golpea más brutalmente a los pobres: la mayor parte de sus ingresos se destina a la alimentación.
7. Los alimentos acumulan un 150,1% de aumento anual.
8. Las prendas de vestir y el calzado fueron el rubro que más se encareció: 15,7%.
9. En sólo dos meses, agosto y septiembre, la inflación fue del 25,1%.
10. Esto quiere decir que para los argentinos a los que no les aumentaron el sueldo desde entonces, el poder adquisitivo de sus salarios perdió la cuarta parte de su capacidad de compra. El que ganaba $ 100.000 ahora puede hacer de cuenta que gana $ 75.000.
Otros desastres
Las cifras exponen con cruda linealidad el incontrastable fracaso económico. Pero no es lo único que ha malogrado el gobierno de Alberto Fernández y de Cristina Fernández de Kirchner. Viene, aparejado con el hecho de haber malogrado el presente de los argentinos, un demoledor fracaso ideológico. ¿Y la “puja distributiva” con la cual los “cuadros” del kirchnerismo buscaban desautorizar las advertencias tanto de opositores como de técnicos respecto de que las políticas impulsadas por el Gobierno encaminaban al desastre? ¿Y la “mesa de los argentinos” que invocaban los oficialistas a la hora de justificar las desastradas medidas de control de precios (fracasan, sin cesar, desde la década de 1950), de economía cerrada, de gasto público demencial y de híper emisión de moneda? ¿Y la “Justicia Social” con la que intentaban sostener la proliferación de planes sociales, con los cuales no sacaban a nadie de la pobreza sino que sólo estaban financiando la miseria? ¿Y la fábrica de “soberanías”? ¿La “soberanía alimentaria” que se iba a conseguir expropiando la agroexportadora “Vicentín” (producía, mayormente, alimento para ganado)? ¿Y la “soberanía energética” que se lograría con la reestatización de YPF, por la cual ya se pagaron U$S 5.000 millones en 2012 y ahora hay que afrontar una sentencia adversa por otros U$S 16.000 millones, que en total cuadruplican el valor de la compañía? ¿Y la “redistribución de la riqueza”, que se vio expresada en las vacaciones del kirchnerista Martín Insaurralde, ex jefe de Gabinete bonaerense de Axel Kicillof, pero no en jubilados y pensionados (salvo el caso de la Vicepresidenta de la Nación)? ¿Y el “relato”?
El “relato” era el discurso ideológico “K”. Pero la reinterpretación del pasado para explicar el presente no era más que una malversación del ayer para tomarles el pelo a los argentinos.
A la par se presenta un tenaz fracaso histórico. Desde su irrupción en la escena política nacional, el peronismo se preció de ser el movimiento político que sabía gobernar. Más aún: se había instalado una suerte de certeza, escasamente democrática pero profundamente difundida: “el único que ‘puede’ gobernar la Argentina es el peronismo”. Hicieron fracasar, también, esa idea.
Todo lo cual, por supuesto, redunda en un monumental fracaso político. El Código Penal argentino prevé la figura del “abandono de persona” para aquellos que desamparen o abandonen a quien deben cuidar (artículo 106); o para aquellos que incurran en la omisión de prestar auxilio (artículo 108). Lo que no previó la legislación es que se pudiera incurrir en un caso de abandono de país por parte de sus autoridades. El Presidente de la Nación, por toda agenda, prepara un viaje a China. La Vicepresidenta, que llegó a usar la Cadena Nacional para anunciar programas como “Milanesas para Todos” (ponderaba, en febrero de 2011, las “rebozaditas” del Mercado Central) ha desaparecido de la escena, como si absolutamente nada tuviera que ver con la actual gestión. Ella, en realidad, tiene absolutamente todo que ver: desde la selección de su compañero de fórmula, en 2019, en adelante.
Y está Sergio Massa, el ministro de Economía de la Nación que llevó el dólar “blue” de $ 291, el 3 de agosto de 2022, a $ 980 ayer. El que manifestaba su intención de que la inflación, en abril pasado, “comenzara con un 3”. Durante esta semana, la agencia de calificación de riesgos Moody’s estimó en 200% la inflación de este año. Y en 350% la de 2024.
Ah pero…
El fracasado funcionario no acusa recibo de su responsabilidad. Durante esta semana, cuando el dólar “blue” superó la barrera de los $ 1.000 durante el martes y el miércoles, responsabilizó de la debacle a Javier Milei, quien en una entrevista había instado a los ahorristas a los que se les vence un plazo fijo en pesos que no lo renueven. Léase: corran hacia el dólar.
En rigor, las manifestaciones de Milei son de una profunda irresponsabilidad pública. El libertario confirma que no está a la altura de ninguna circunstancia: ni de la de haber sido el candidato más votado en las PASO ni la de ser un referente de la opinión pública en tiempos de crisis.
Ahora bien, esos dichos pueden ser considerados como el “detonante” de una “corrida” contra el peso argentino, pero de ninguna manera puede pretenderse que Milei ni nadie sino el mismísimo oficialismo sea el responsable de las “causas” de esta debacle.
El Gobierno de “Ah pero Milei”, “ah pero Macri”, “ah pero el FMI”, “ah pero la pandemia”, “ah pero la sequía” y “ah pero la guerra en Ucrania” -detonada por la invasión de Rusia- es la gestión del negacionismo. La negación de la crisis que generaron. Y de la responsabilidad que tienen con ella. Los únicos “pero” en de este cataclismo son “Ah pero Alberto”, “Ah pero Cristina”, “Ah pero Massa”.
Lo inverosímil es, precisamente, la insistencia de esta gestión para insistir en ser cada vez más exitosos con el fracaso. La economía, durante todo este año, dio claros síntomas de desmadre. Si la creciente inflación y el hundimiento del peso argentino no eran suficiente evidencia, la consolidación de la pobreza (40,1% en el primer semestre, antes de la devaluación del 14 de agosto) debiera haber bastado y sobrado. Sin embargo, las únicas medidas que se conocieron de parte de Massa fueron empeorar las condiciones que condujeron a esta tragedia. Lejos de cualquier ordenamiento de las cuentas públicas, se lanzaron a emitir sin límites. El único plan fue “Lleguemos a las elecciones”.
La última edición del “Plan Platita” significó una emisión de 3 billones de pesos (un 3 seguido de doce ceros), que equivale a incrementar el déficit en 1,5% del PBI.
Testimonio tucumano
Tucumán, ahora, da testimonio de este oprobio. Resulta que no hubo dineros de la Nación para esta provincia durante todo este año… hasta ayer, a exactos 10 días de las elecciones.
“Tucumán, entre las menos favorecidas por los giros discrecionales de la Nación”, se titula en LA GACETA el informe del periodista Marcelo Aguaysol del pasado jueves 5. Las transferencias no automáticas de recursos federales, entre octubre de 2022 y septiembre de 2023, crecieron en promedio un 33,4%. Esta provincia fue una de las excepciones: en la medición interanual esos fondos nacionales tuvieron una caída del 57,7%.
Este año Tucumán necesitó imperiosamente de la asistencia del Gobierno central, por ejemplo, para encarar reparar el dique Celestin Gelsi. Sin embargo, aunque tramitó la ayuda federal (el Poder Ejecutivo Nacional constituyó en 1995 -decreto 463- la Hidroeléctrica Tucumán SA; y ese mismo año la Secretaría de Energía de la Nación le concesionó por 30 años la generación hidráulica de energía en El Cadillal -Resolución 118/95-), la Provincia apeló a recursos propios para encarar los arreglos. La Nación dijo que “no llegaba con los tiempos” para facilitar los fondos. Ante la urgencia, la Casa de Gobierno dictó el DNU 1/8 el 17 de enero y dispuso que luego gestionará el recupero de gastos ante la concesionaria. La Legislatura lo ratificó en una sesión extraordinaria celebrada el 31 de enero.
Ahora, con la cuenta regresiva para los comicios presidenciales, el jefe de Gabinete, Agustín Rossi, compañero de fórmula de Massa en Unión por la Patria, le otorga a Tucumán $ 8.000 millones en recursos no reintegrables. De acuerdo con el convenio remitido a la Legislatura, cuyo contenido dio a conocer en este diario el periodista Luis María Ruiz, la Provincia destinará este dineral “al mantenimiento de caminos y accesos de la población más necesitada a centros de salud y establecimientos”. Es decir, de ahora hasta fin de año, a los alumnos tucumanos y a los enfermos en situación de pobreza el Estado los pasará a buscar para llevarlos a la escuela o al hospital. Y en todos los casos irán por rutas y caminos en perfectas condiciones…
Por cierto, el mes pasado, Tucumán también necesitó asistencia nacional: nada menos que $ 10.000 millones. Para obtenerlos, suscribió un acuerdo de asistencia financiera a través del Fondo Fiduciario para el Desarrollo Provincial. Es decir, no se trató de fondos no reintegrables, sino de un préstamo. Deuda a devolver en 12 cuotas mensuales y consecutivas. Las elecciones no estaban tan cerca…
Ya ni siquiera se molestan en disimular.