La tragedia rozó este jueves al arzobispo de Tucumán, Carlos Sánchez, quien participó de un triple accidente en el que falleció un hombre de 41 años. Sucedió alrededor de las 15, en la autopista Tucumán-Famaillá, a la altura del acceso a Los Aguirre.
Monseñor Sánchez regresaba a la Capital luego de haber participado del Consejo Presbiteral, que había tenido lugar en La Reducción. Él conducía el Fiat Adventure que también trasladaba al obispo auxiliar de Tucumán, Roberto José Ferrari, y al abad del Monasterio de El Siambón, Pedro Edmundo Gómez.
Ya en la autopista, el tránsito estaba un poco lento, según el relato que aportaron algunos protagonistas a la Policía. El auto de los religiosos había quedado detrás de una Citroën Berlingo, que a su vez tenía por delante dos camiones: el primero llevaba limones y el otro, azúcar. Estiman que fue entonces cuando Sánchez decidió moverse hacia el carril izquierdo para avanzar con mayor rapidez. Pero el conductor del utilitario no lo habría visto e intentó hacer la misma maniobra.
Según describieron los policías que trabajaron en el lugar del accidente, la Berlingo chocó la rueda delantera derecha del auto del Arzobispo, que terminó impactando contra el guardarrail y consiguió detenerse recién unos 200 metros más adelante. Todo indica que, ante esta situación, el chofer del utilitario movió el volante rápidamente para regresar a su carril y entonces se estrelló contra la parte trasera del camión que iba adelante.
El choque fue tan violento que decapitó y causó la muerte inmediata del hombre que viajaba como acompañante. Fue identificado como Mariano Díaz, de 41 años, quien vivía en San Cayetano. En cuanto al conductor de la Berlingo, Diego Antonio Juárez, fue llevado en ambulancia al hospital Padilla con heridas cortantes en el rostro y traumatismo de cráneo.
Crisis nerviosa
En el auto que trasladaba a los sacerdotes, mientras tanto, la situación era mucho menos grave. Se habían activado los airbags y los religiosos no presentaban ni un rasguño, según comentaron los policías. Sin embargo, la crisis nerviosa se desató momentos después, cuando advirtieron lo que había pasado en el otro vehículo.
Minutos después, Sánchez se dirigió, junto a los otros religiosos, a la seccional 4° y luego a realizarse el dosaje toxicológico correspondiente, como indica el protocolo para estos casos. Con posterioridad pudo volver al Arzobispado, donde prefirió no hablar con la prensa debido al estado de shock y al momento de angustia que atravesaba.
“Los obispos y toda la Iglesia de Tucumán rezan por el eterno descanso de la víctima y pidiendo consuelo y fortaleza para la familia”, decía el comunicado que emitió la institución tras el hecho.