Dos perros con rostros humanos y emociones exaltadas por el hedor animal habitan en una gomería, olvidada en el pasado, perfecto escondite para dos criaturas que solo aúllan por una caricia y para olvidar el horror. Mascotas y dueños se revuelven formando una deformada combinación de ambos.
Así se anuncia “La perrera súperestar”, la obra teatral que llegará esta noche a la 21 desde San Juan a La Veleta Cultural (Crisóstomo Álvarez 124) con la participación de Milenka Rupcic, Rodra Salas y Paula Martin.
“Hablamos del vínculo entre dos perros en el intento de humanizar su relación iluminando sus oscuridades. Se mueven en los suburbios, en los rincones, en los pasillos del amor, y ponen en manifiesto todo lo que la institución humana ha querido dejar tapado en el inconsciente. Utilizan la metáfora de la dependencia, de estar atrapados en una relación, encarnando el abandono, el miedo, el olvido. En su contrapunto, el terror por sentirse solos”, afirma el elenco, ante las preguntas de LA GACETA.
La propuesta escénica trabajó desde el concepto de “desprenderse de la ‘figura de director’, por lo que fueron invitados ocho hacedores teatrales, que en cada intervención recibieron consignas experimentales (con información dosificada) para intervenir a los perros (los intérpretes)”. De este modo, “el proceso fue intervenido por diversas y múltiples voces, desde un impulso rebelde y abierto como chicos de la calle que no tienen vergüenza de recibir migajas o mendigar un poco de atención; esto le dio permeabilidad a la obra, que todo el tiempo va mutando desde lo experimental y que se completa con el proyecto de girar por el norte. Lo pensamos como un dispositivo plástico, que vuelve a ser nuevamente habitado”.
La animalizacion planteada en escena les permite reconectar con lo básico. “Permite conectar con el lado más salvaje, el del inconsciente, el bestial, el de las pulsiones de vida y de muerte. Por lo tanto estos perros, en este intento de ser domesticados, también imitan a los humanos y a sus comportamientos más atroces, que van ligados a los miedos que hemos heredado de la humanidad. Lo instintivo no miente, traza una ruta para salvarse. Es una réplica del mundillo de los perros en la calle, siempre nobles, leales a su territorio, protectores guardianes; y al mismo tiempo desconfiados, sufrientes y agresivos. Esa combinación entre el territorio animal y el vincular de pareja, habla de cómo están lazados los mecanismos por sobrevivir en ambos casos. Sus ladridos y aullidos son un llanto contenido, ese que todos nos hemos guardado en algún momento”, afirman.
Así, la metáfora teatral habla de “carencias emocionales, afectivas y materiales, que devienen en las carencia del entendimiento y de la razón; en ese sentido, intentamos identificar la violencia que se registra, no demonizarla para intentar hacernos cargo y en esa catarsis busca desenrrumbar la estructura de la maquinaria vincular de la que nos sentimos parte”.
La presencia en Tucumán de un grupo sanjuanino no es algo habitual, por lo que la visita sirve también para inquerir sobre cómo está desarrollándose la teatralidad en su territorio. “El contexto actual está cambiando generacionalmente, filtrando hábitos del quehacer teatral. Lo nuevo está proponiendo romper lo atomizado que sucedía, y buscando formas más amplias, más de la generación de redes, de abrirse a generar nuevas formas en los modos de producción y que recae inevitablemente en un cambio en la escena. Vemos grupos grandes, actores y actrices que están en diversos proyectos y diversos roles. Nos dirigimos, nos ayudamos, hacemos teatro donde podemos y con quienes estén. En la región Cuyo aún existen asimetrías, pero están limándose. Sentimos que lo nuevo viene con otra fuerza, y nos gustaría creer que está sostenida por lo humano, por las redes de contención, por lo vínculos”, finalizan las artistas.