Un reconocido empresario tucumano decía en reunión de la compañía cuál era la estrategia a seguir en tiempos de un dólar desbocado: “lo que se puede comprar, se vende; lo que cuesta adquirir, se cupifica. Y lo que resulte difícil reponer se paraliza la oferta”. Desde que la divisa estadounidense (y tal vez disimuladamente un poco antes) superó la barrera de los $ 1.000 por unidad, la cadena comercial se resintió con fuerza, aceptando una devaluación no oficializada del tipo de cambio (la segunda brusca desde el 14 de agosto pasado, tras las PASO).
Mientras la sociedad en general anticipa consumo para tratar de ganarle a la inflación y a los reajustes de precios, los empresarios buscan sostener el negocio hasta tanto el mercado se normalice, sin tantas oscilaciones semanales en las listas de valores que le acercan los proveedores. “Hubo un impulso en las ventas debido al aumento del dólar en donde la gente se anticipa a futuros aumentos. La gente está queriendo abastecerse para comprar a viejos precios”, reconoció ayer a LG Play Guillermo Saccomani, presidente de la Cámara de Supermercadistas de Tucumán.
En épocas de incertidumbre y alta inflación como la actual, la pregunta que se hacen los comerciantes y empresarios es “¿que conviene?”: acumular stocks; colocaciones a plazo que rindan interés o comprar dólares. “Muchas veces en la historia de nuestro país el gerente financiero paso a ser más importante que el gerente de producción. Timbear era más rentable o simplemente cubrirse era más importante que producir. Inmovilizar dinero en stocks es una buena decisión si hay apalancamiento suficiente para afrontar los costos fijos y variables de un negocio”, indica a LA GACETA, Daniel Abad, director del Centro de Estudios Económicos y Sociales del NOA (Cesnoa). De lo contrario, agrega el consultor, no queda más alternativa que privilegiar el flujo de fondos -cash flow- para administrar la empresa.
En este último caso se habla del flujo de fondos operativo que es aquel que está compuesto por el dinero que circula dentro de la empresa, entre el negocio y los clientes, los proveedores de productos y servicios, repuestos, equipamiento, etc. “Es la capacidad que tiene un negocio de autofinanciarse sin recurrir a apalancamiento externo (créditos, adelantos en cuenta corriente, etc.)”, define Abad, quien se menciona como ministro de Economía y Producción de la gestión gubernamental de Osvaldo Jaldo.
Con tasas de interés activas (las que cobra un banco por préstamos) por las nubes, la administración del flujo de fondos es muy importante para no entrar en cesación de pagos del giro normal. “Si no se hace una buena administración, se podría cometer el error de inmovilizar dinero en stocks de mercaderías para cubrirse de aumentos de precios y/o desabastecimientos a costa de tener que recurrir a financiamiento externo que nos produzca el efecto contrario al buscado perdiendo toda rentabilidad o incluso quebrantos”, alerta. A su criterio, tampoco es aconsejable en estos escenarios de inflación e incertidumbre, distraer fondos para colocaciones financieras y/o compra de divisas si no prevemos la compra de mercadería -objeto principal del negocio- el pago de sueldos, proveedores e impuestos.
La incertidumbre
Con la significativa escalada del dólar blue, con el gobierno procurando contener los dólares financieros, con crecientes expectativas de una devaluación tras las elecciones y con el candidato libertario, Javier Milei, incitando una corrida bancaria el sistema de precios está desmoronándose, indica por su parte el consultor Eduardo Robinson.
Las cadenas comerciales están a tientas y enfrentan la disyuntiva de sentarse en los stocks hasta que empiece cierta normalización o moverse en base a especulaciones para fijar los precios para la venta y no tener que enfrentar la ecuación de costos sin ingresos. “La incertidumbre es total. Nadie sabe qué puede pasar en el contexto político y económico. Bajo este panorama, donde lo único que se espera es más inflación, los comerciantes van casi a prueba y error”, subraya el economista. Saben que habrá una baja en las ventas, porque el poder de compra se licua a mayor velocidad, pero la opción es paralizar las ventas y generar desabastecimiento con los efectos colaterales que esa medida puede traer, acota. El consumidor está totalmente desprotegido ante las variaciones de precios.
“Cuando el martes el blue superó los $ 1.000 automáticamente hubo remarcaciones preventivas del orden del 20%. El comerciante no sabe a qué valor deberá reponer la mercadería y tampoco puede trasladar todo a precios porque impactará en un descenso en las ventas”, dice Robinson.
La inestabilidad en el sistema de precios llegó para quedarse un buen tiempo. No puede precisarse una fecha cierta, sostiene. Pero, en la medida que no estén estabilizadas las expectativas, la situación persistirá. Tanto para el comerciante, como para los compradores, todo es tensión y será tensión. “Se borró un mínimo de horizonte de planificación y todo es prácticamente, día a día”, sintetiza. En esta situación todos pierden algo. Por eso, el objetivo del comerciante y del consumidor es tratar de perder lo menos posible. En el caso del comerciante deberá sacrificar margen de utilidad y el consumidor sabe que sus pesos cada vez compran menos, Con dos dígitos de inflación cae en picada el poder de compra. El Plan Platita se desinfló porque el cimbronazo del dólar impacta en los precios. Por ahora, final abierto. Todo puede pasar en una economía que perdió la lógica, finaliza el consultor.