Un niño, un buitre y un fotógrafo fueron los protagonistas de una historia que emocionó al mundo en 1993. Se trataba de (lo que hasta allí parecía) una pequeña de dos años, víctima de hambruna en África, que mientras se encontraba en el suelo era perseguido y monitoreado por la enorme ave. Quién tomó esa impactante fotografía, Kevin Carter, fue premiado por su trabajo, sin embargo, aquella foto y una sucesión muy desafortunada de eventos terminó con su vida.
El gobierno islámico llevaba a cabo una guerra con las tribus Nuer y Dinka, y tras ello, miles de personas sufrían hambre. El avión en el que viajaba Carter aterrizó por media hora en la aldea de Ayod y fue allí donde tomó varias fotografías.
Después de hacer su trabajo, Carter ahuyentó al animal, se sentó debajo de un árbol, encendió un cigarrillo, habló con Dios y lloró. Días después, The New York Times publicó la imagen y miles de personas llamaron al diario para preguntar qué había pasado con la criatura. Las críticas hacia el fotógrafo por detenerse a hacer su trabajo en vez de ayudar a la niña se multiplicaron y cada vez eran más.
La foto se convirtió en un símbolo del sufrimiento de África y fue aclamada, pero al mismo tiempo la opinión pública se volvió en contra del fotógrafo por no socorrer a la criatura.
El protagonista de la foto: qué pasó con el niño africano
Aunque la foto era famosa en todo el mundo, se sabía poco de su protagonista. En principio, se pensaba que era una nena que había muerto bajo las garras del animal. “La niña se recuperó lo suficiente para continuar con su viaje a pie una vez el buitre fue espantado de la zona; no sabemos si consiguió su objetivo de llegar hasta el centro de alimentos de Naciones Unidas”, escribió en 1993 The New York Times citando las palabras del propio Carter.
Recién en 2011 se logró develar la verdad. El periodista Alberto Rojas del medio El Mundo viajó a Sudán para rastrear la historia. En Ayod habló con decenas de pobladores y con el commissioner local, una especie de alcalde y general militar. En sus primeros días de viaje, descubrió que no se trataba de una niña, sino de un chico llamado Kong Nyong. Los habitantes del lugar lo reconocieron por la forma de sus orejas y le dieron la ubicación de su familia.
Una vez en la vivienda, un hombre alto y de piel gruesa le confirmó el dato: “Es mi hijo”, le dijo el padre del pequeño en lengua nuer, mientras agarraba la imagen. “Si la sigo mirando, no podré dormir esta noche”, expresó en relación a la reconocida foto.
El periodista supo, además, que el niño no había muerto bajo las garras del animal ese día. Creció hasta cumplir 14 años y falleció por una fiebre. Cuando se sacó la foto, el nene tenía dos años. “Era la gran hambruna. La gente venía a Ayod para poder comer algo de lo que traían en los aviones. No había nada que llevarse a la boca”, explicó su padre.
Por otra parte, también se supo que al momento de ser fotografiado, el pequeño se encontraba junto a su tía en el feed center local (un centro de reparto de comida de la ONU) para recibir la ración que necesitaba. “Mi hijo no corría ningún peligro en aquel momento”, recalcó el padre.
¿Qué le pasó a Kevin Carter? El trágico final
La imagen fue determinante en la vida de Kevin Carter, un joven que nació en Suráfrica en 1960, dos años antes de que Nelson Mandela empezara su condena de 27 años de cárcel. Según cuenta el periodista inglés John Carlin, quien también hizo coberturas en Sudáfrica, al llegar a la adolescencia Carter entendió la injusticia que vivía por entonces la región.
De acuerdo a datos de The Guardian, a pesar de ser arrestado con frecuencia por infringir las prohibiciones sudafricanas de informar, Carter se sentía atraído por el conflicto. Su tumultuosa vida laboral lo llevó, también, a extremos de euforia y depresión que se mezclaban con el consumo intenso de drogas para sobrellevar su profesión.
La calidad de sus imágenes lo hicieron sobresalir, sin embargo, el fotógrafo transitaba un estado emocional delicado y comenzó una serie de errores laborales que minaron su propia confianza. En una oportunidad llegó a perder un rollo con una cobertura a Nelson Mandela para la agencia Reuters. Su novia, Kathy Davidson, también estaba molesta por su constante consumo de drogas y le pidió un tiempo. El hombre tenía, además, una pequeña hija de seis años que mantener.
Luego de pasar por diversas agencias reconocidas en todo el mundo -una de ellas fue Reuters- y ganar un premio Pulitzer, lo inesperado sucedió el 27 de julio de 1994.
Aquel día el joven hizo retroceder su camioneta Nissan roja contra un árbol de goma azul en el Field and Study Center, cerca del Braamfontein Spruit, un pequeño río que corta hacia el sur a través de los suburbios del norte de Johannesburgo. Había jugado allí cuando era niño. Luego, Kevin Carter conectó una manguera al tubo de escape y lo pasó por la ventana del lado del pasajero. Entró al vehículo y encendió el motor. Luego, puso música en su walkman, se tumbó de lado y usó una mochila como almohada.
En una nota de despedida, escribió que estaba "deprimido", "sin teléfono", "sin dinero para el alquiler o para la manutención" de su hija. Además reveló que estaba "atormentado por los recuerdos vívidos de los asesinatos y los cadáveres y la ira y el dolor", "del morir del hambre o los niños heridos, de los locos del gatillo fácil, a menudo de la policía, de los asesinos verdugos". Lo cierto es que Carter jamás se enteró del agradecimiento de la familia de Kong Nyong por retratar su historia.