Pablo Dulitzky se niega a encender el televisor. “La cabeza me explota. Esto es un infierno”, dice este tucumano que le tocó vivir la peor pesadilla con la invasión de Hamas a territorio israelí. Su experiencia parece una película de Hollywood: tuvo que refugiarse en el interior de una máquina moledora de piedra durante casi 12 horas hasta que fue rescatado por el ejército judío, en medio de la balacera en el Kibutz Nir Oz, muy cerca de la Franja de Gaza.
Como cada sábado, Dulitzky salió desde su casa en Beerseba, una ciudad ubicada a poco más de 100 kilómetos de Tel Aviv, para trabajar en su planta que provee de materia prima para la elaboración de pintura al Kibutz donde se encuentra una fábrica de línea nacional. Al llegar a su trabajo, este tucumano escuchó por los altoparlantes: ¡Tzeva Adom! (código rojo), un sistema de alerta temprana que las Fuerzas de Defensa de Israel crearon para advertir a la población sobre un ataque con misiles. “Era una lluvia de misiles que cubría todo el frente”, confiesa en una charla telefónica con LA GACETA.
Dulitzky se instaló en Israel hace casi 22 años cuando la crisis socioeconómica desatada en la Argentina durante la presidencia del radical Fernando de la Rúa acabó con un negocio que había instalado muy cerca del Poder Judicial de Salta, con fotocopiadoras y otros insumos que eran imposible conseguirlos y sostener la actividad en aquellos años. Cargó sus ilusiones y se animó a resurgir a 22.000 kilómetros de distancia de su tierra. Esta madrugada fue rescatado por los militares. “Preparate que en cinco minutos te sacamos”, le comunicó el jefe del operativo. “Estaba completamente aislado. Sólo me comunicaba por celular con los directivos de la empresa para relatarles lo que estaba sucediendo”, contó. El tucumano se enteró de la invasión al observar las cámaras de seguridad del Kibutz. “Hay terroristas en la puerta”, les relató a los ejecutivos que, además, seguían online toda la secuencia. Lo siguiente fue de terror. El tiroteo se cobraba vidas; los partidarios de Hamas avanzaban hacia el interior de la comuna agrícola y tomaban rehenes. Le robaron una moto que fue adquirida con tres años de ahorro y con la que solía ir diariamente a su oficina. Y luego corrió hasta el interior del establecimiento para hallar un lugar seguro y evitar el choque con los atacantes. “El tiroteo era incesante”, comenta. Dulitzky se refugió en la moledora, pero antes cortó todo el sistema de electricidad de la fábrica, con el fin de que los invasores no las accionaran. “No podía confiar en nadie; desde afuera, los que veían los videos me guiaban sobre los movimientos. Hasta que a las 1 de hoy (domingo) llegó un comando y dio una palabra clave: Pablo”, acota. Para que el ejército lo rescatara, los ejecutivos de la compañía y los amigos fueron pasando el dato de que había una persona en el interior de una máquina a la espera de que sea rescatado. Incluso apelaron a los medios de comunicación israelíes para contar esa historia. El regreso a casa fue tan traumático como el inicio de la dura jornada: salió envuelto entre uniformes hacia un jeep militar, mientras la fábrica volaba por los aires, producto de un misil enviado desde la Franja de Gaza.
¿Cómo sigue la vida? En Israel, la población se fue acostumbrando a los ataques, no tan violentos como los vividos en las últimas 48 horas. Alimentan algo que a ellos les ayuda a subsistir: la resiliencia, esa capacidad especial para superar hechos traumáticos. Dulitzky trata de aplicar esa receta. Pero nada es igual. Mientras charlaba con LA GACETA tuvo que atender la puerta de su casa. “Perdón por la espera. Tuve que percatarme quién era. Hoy no podes siquiera abrir la puerta de tu casa porque no sabes si es una persona común o alguien que intenta atacarlo o raptarlo. Se sabe que son un millar los fallecidos, pero no se estima la cantidad de rehenes en poder de Hamas, una situación que condiciona el contaataque israelí.
Pablo Dulitzky le dice a su familia radicada en Tucumán que está bien dentro del tormentoso contexto bélico de la zona. Hoy está obligado a tomar vacaciones forzosas, mientras su esposa no está en el país, uno de sus hijos trata de proyectar que hacer con el negocio de gastronomía que posee y su hija, oficial del ejército, trabajando sin cesar para reclutar a los reservistas, además de supevisar quiénes son los soldados heridos en el Hospital Soroka de Beerseba. Está contenido por distintos sectores, a la espera de despertar de tanta pesadilla.