Con chapas se hizo un lugar en el diseño local y hoy su nombre es sinónimo de minimalismo
Estudió Psicología hasta que se decidió a escuchar su deseo de trabajar en “arquitectura interior”. Empezó diseñando portones y ahí se le ocurrió usar el metal para recubrir paredes. La solución se convirtió en un hito y le permitió seguir experimentando hasta definir la marca de diseño que lleva su nombre, Soraya Sebih. En Espacio DAR sorprendió con un spa que rinde culto a la sabiduría oriental
Este domingo cierra sus puertas Espacio DAR, muestra muy representativa del diseño local, y, al igual que los restantes ambientes y stands, el spa de Soraya Sebih será deconstruido por completo. Es una pena. Más allá del resultado estético, este homenaje a la concepción del bienestar en la cultura japonesa recrea valores esenciales: la desconexión tecnológica, la meditación, el cuidado del cuerpo, la relajación, la desintoxicación, la contemplación de la naturaleza y la autoconciencia. El tiempo se suspende en la entrada misma de este spa sin enchufes, y con balde para sal y tetera colgantes. Hay un mensaje muy profundo en la instalación minimalista de Sebih. Al salir queda la sensación de que suspender el tiempo (y unos masajes restaurativos) comportan la forma más elevada de ser ricos.
Vestida de blanco -con zapatos visón-, la diseñadora se coloca al frente del mural “Onna-bugeisha” (Renée & Mima por Carolina Barbieri) inspirado en las mujeres samurái, que domina la escena. Toma asiento en uno de los bancos de madera que delimita la zona dedicada a la ceremonia del té y cuenta que está cumpliendo 20 años en el ejercicio de su profesión. Llegó a lo que ella llama “arquitectura interior” después de estudiar Psicología durante cuatro años: acota que a su familia no le había hecho mucha gracia el cambio, pero que, con los hechos consumados, entendió el porqué.
“Dejaba la carrera por convicción y no por un fracaso”, resume Soraya Sebih. Un primer trabajo en Inyser, el taller de portones y cerramientos automáticos fundado por un tío, José Sebih, le dio la oportunidad de probarse. Allí descubrió que los materiales, como las personas, no tienen un sólo destino: probó con sacar a las chapas del techo y colocarlas en paredes. Con aquel movimiento disruptivo, su nombre y apellido entraron en el mundillo del diseño local.
“En el período Inyser gané mucha seguridad para ingresar a las obras. Después, comencé a fluir porque, si algo tengo, eso es coraje”, asegura Soraya Sebih. Antes de recibirse de diseñadora, ya había conseguido un premio por el montaje de un stand para una Expo de la Sociedad Rural. Al respecto, relata: “esa tarea me permitió usar los mismos materiales que la empresa empleaba para hacer portones y cortinas metálicas de una manera creativa, por ejemplo, como revestimiento y mobiliario. Quizá ese fue mi puntapié y de hecho creo que mantuve aquel perfil. Más que armar un espacio juntando cosas lindas, más que decorar, me gusta trabajar la arquitectura interior con un criterio o concepto”.
El spa proyectado para DAR sigue la fascinación de Sebih por las filosofías japonesa y oriental, que ella define como una cosmovisión basada en la conquista de la serenidad y de la introspección, y en la idea de que lo poco y de buena calidad es lo necesario. “Para estas corrientes filosóficas, la austeridad implica una forma de justicia”, explica. Según esa mirada, la abundancia radica en disponer de espacio libre y amplio por donde circulen livianos el aire, los aromas y las personas. “Para mí el vacío propio del minimalismo no es la nada, sino un lujo que yo busco”, dice.
Hacer un sello
La marca personal que construyó Sebih se escapa por completo de la ostentación y de la industrialización masiva. Ella misma se encarga, con la ayuda de herrerías, carpinterías y marmolerías, de que su sello único quede plasmado en el diseño no sólo del espacio, sino también de los elementos que lo constituyen, desde las lámparas y muebles hasta los barrales de las cortinas, que en el caso del spa son originalísimas cañas de bambú.
Otra de sus señas es la durabilidad y la sustentabilidad. A contrario sensu del tsunami consumista, Sebih apuesta por diseños que no se rompan ni cansen, que trasciendan las modas y puedan acompañar a los usuarios tantos años como ellos se los permitan.
“Uso maderas genuinas de árboles caídos porque creo en una arquitectura interior al servicio de la sostenibilidad. Eso es naturaleza pura”, manifiesta la diseñadora. Ella insiste en que no se siente decoradora porque no combina cosas lindas, sino que trabaja los espacios con la menor cantidad posible de elementos. Sebih precisa: “me resisto a encontrar los objetos en una mueblería o en una casa de decoración. Me gusta diseñar todo: la envolvente interior, las paredes, la iluminación y el equipamiento. En muestras como Espacio DAR puedo permitirme desplegar esta inquietud al máximo porque soy mi propio cliente. Aquí tuve en mente la vista y la pausa: pienso que este ‘templo’ es ideal para los rituales del yoga, la lectura y de la música. Estoy convencida de que hay gente a la que le encantaría disponer de un espacio de esa clase, aunque no tengo que convencer a nadie más que a mí. En general, se buscan cosas socialmente más aceptadas. Las innovaciones generan inseguridad, pero también están los que quieren eso: un sello”.
Lejos de la inmediatez
Ser el cliente de uno mismo no supone, para Sebih, consentir cualquier salida ni imposición. Esa tesitura la llevó a preferir que el spa de DAR no incorporara tejidos de alta montaña del proyecto Chai Philosophie Home que inició durante la pandemia, cuando creía -equivocadamente- que las obras se iban a detener y, por eso, había llegado el momento de trabajar en otra clase de productos. ¿Qué pasó? Según su opinión, no hubo tiempo suficiente para crear las piezas textiles que el ambiente necesitaba. Es que estos diseños de Sebih son manufacturados por una red de tejedores del monte santiagueño; de los valles norteños y de la Puna. Se trata de artesanos que manejan mecanismos de producción en las antípodas de la inmediatez: hay un público, en especial en el exterior, que ve en ello un valor superior y la diseñadora tucumana está apuntando a generar ese encuentro.
“Con Chai no sólo quiero producir alfombras, sino muchas otras opciones. Ahora estoy probando la resistencia del tejido con el fin de tapizar muebles. Son creaciones hechas en telar a partir de ensayos, de errores, de investigaciones y de evoluciones. Es algo que me encanta. Aspiro a eso”, refiere. Y añade que con esta iniciativa ella busca, por un lado, resolver las necesidades de sus espacios, pero, también, ser proveedora de colegas y llegar directamente a los clientes finales.
Fuera de contexto
La covid-19 al final no paró los encargos de diseño de interiores sino que los potenció porque, en el confinamiento, la gente inclinada a vivir hacia afuera de repente demandó mayor confort para sus casas, y hasta se abrió a alternativas propias de un hotel o de un club, como la de consagrar una sala a actividades para la salud física, espiritual y mental. Es la adaptación que también hizo Sebih, que en aquel tiempo, 2020, estaba más cerca de los proyectos corporativos y comerciales, que de los hogareños. “Hago de todo, obviamente. A veces tuve momentos no tan buenos porque me dedico a algo que no es ‘primera necesidad’, pero nunca dejé de trabajar y de apostar por esto”, sintetiza con un tono alegre.
Si de soñar y planear se trata, Sebih se entusiasma con dejar un estilo y una fuerza que hablen de ella por sí solos, y con llevar esa huella minimalista fuera de la provincia y del país. Es una internacionalización que ya degustó vía un stand que diseñó para que una empresa local se presentara en una feria europea. “Rocé ese mundo y me gustaría transitarlo muchísimo más”, anhela.
Que no haya fronteras para el diseño tucumano es una ilusión ligada al hecho de sentir que existe un polo reconocido como tal. Sebih atribuye la gestación de ese núcleo a la visión del mentor de Espacio DAR, Omar Farhat: “él siempre buscó que la muestra tuviera un buen nivel. Y es la más importante de la región: está en el mismo escalón que la de Córdoba. Todos los participantes lo saben ya y eso resulta sorprendente. No tenemos nada que envidiar a FOA (Buenos Aires). Nuestro potencial quizá esté un poco dormido: hay que mostrarlo en vidrieras como la que proporciona DAR”. En esta edición del ciclo, la propuesta de Sebih obtuvo el premio de Bercovich al mejor producto aplicado.
Armar un spa fue algo natural para una diseñadora identificada con dos hitos de la década pasada relacionados con el rubro, que ya no existen más: la peluquería Santa Constancia, y el local de estética Manos y Más. “Marcaron un antes y después porque esos clientes me dieron libertad total para trabajar y, de esa forma, salió lo mejor de mí. A partir de ahí ya me sentí cómoda con el despojo del minimalismo, con la piedra, el vidrio, el mármol y el acero. Con los tejidos de alta montaña intento agregar calidez. Busco un minimalismo acogedor, es decir, occidentalizado y latinoamericano”, detalla.
Las muestras son ámbitos donados a la oportunidad -y hoy es la última chance para recorrer esta DAR-. Una circunstancia como esa brindó a Sebih, en sus inicios con el diseño, la ocasión de presentar la chapa fuera de contexto, pero, en realidad, con esa vuelta de tuerca aquella pretendía resolver de manera veloz las imperfecciones de un muro. Ella lo recuerda como una enseñanza sobre el poder de la creación: “fue un bombazo. El recurso inventado en medio de la desesperación resultó todo un hallazgo. Pasaron dos décadas y me gusta pensar que aún conservo esa flexibilidad”.