Provincia autónoma: causas y consecuencias de un hito histórico
Por José María Posse
Abogado, escritor, historiador
Tucumán, prácticamente en soledad, había dado los respaldos necesarios para que aquellas tropas, en su mayoría milicianas, comandadas por el general Manuel Belgrano derrotaran en inferioridad de condiciones a los realistas en las batallas de Tucumán y Salta.
Pero la situación en el Alto Perú, la actual Bolivia, era muy diferente. Las ideas libertarias no habían echado raíces en el pueblo llano, que desconfiaba de esos generales “porteños”, quienes habían cometido todo tipo de excesos durante la primera campaña del Ejército del Norte a instancias del jacobino Juan José Castelli.
Los desastres de Vilcapugio en octubre de 1813 y Ayohuma en noviembre del mismo año, descalabraron las posibilidades de penetrar desde el Norte hasta el corazón mismo de la dominación española.
La decidida y decisiva actitud de la sociedad tucumana en el triunfo del 24 de Septiembre de 1812, contribuyó a que la humilde ciudad aldea de San Miguel, de unos 7.000 habitantes y distante 1.300 kilómetros del puerto metropolitano, se convirtiera en un punto estratégico en el plano de las acciones bélicas y político revolucionarias en el territorio norte de las Provincias Unidas.
Luego de aquella batalla, y la particularidad del protagonismo popular, el objetivo decididamente independentista de la población y de todos los factores que la conformaban, tanto los terratenientes, como una parte sustancial de los comerciantes y del clero, es que Tucumán surgió como un bastión revolucionario leal y sumamente confiable.
Debe considerarse también que luego de los contrastes militares mencionados, quedó en evidencia que el teatro de operaciones en aquellos territorios era una tarea demasiado trabajosa y en lo inmediato, imposible. Ello sin duda llevó a José de San Martín, quien había asumido la comandancia del Ejército del Norte en 1814, a desechar definitivamente la vía Alto Perú para llegar a Lima. Pero era fundamental establecer un tope del descenso realista, y para ello se levantó el cuartel de La Ciudadela en Tucumán. Fue el lugar en donde pasó a tener asiento permanente una fuerza de más de 2.000 efectivos a su mando.
Presión realista
Nuevamente la frontera estaba en llamas y Salta era amenazada por un poderoso ejército español. Tan expuesta había quedado esa provincia, que el nuevo Gobernador Intendente de Salta del Tucumán, Francisco Fernández de La Cruz, debió asumir su cargo ante el cabildo de la ciudad de San Miguel de Tucumán.
Incluso, cuando éste dejó sus funciones, Bernabé Aráoz -su reemplazante- juró ante la corporación tucumana, puesto que la ciudad de Salta y su jurisdicción estaban controladas por el Ejército Realista. Por dos veces consecutivas, el gobernador debía asumir ante un cabildo extraño a la sede de la gobernación; claramente la situación salteña era de extrema fragilidad.
Escenarios
A estas alturas resultaba imperioso reestructurar la administración del gobierno de tan extensas jurisdicciones. La realidad de la guerra hacía imperiosa la necesidad de sentar una plaza fuerte, no sólo en lo militar, sino también en lo institucional.
Manuel Belgrano y José de San Martín influyeron mucho en la designación de Aráoz como primer gobernador de Tucumán, lo que refuerza la idea que era el hombre elegido por ellos. En carta al Director Gervasio Antonio de Posadas, fechada el 2 de Marzo de 1814, San Martín escribía: “… don Bernabé Aráoz, sujeto el más honrado y el más completo que se conoce en toda la provincia; infórmese usted y respondo de los resultados” (Gervasio Antonio de Posadas, Autobiografía, en : Senado de la Nación, Biblioteca de Mayo, Colección de Obras y Documentos para la Historia Argentina, II ,Autobiografías, Buenos Aires 1960, página 1.443).
Para San Martín, no había mejor candidato que Aráoz para la tarea de comandar la nueva provincia. Un hombre probado en la guerra, caudillo popular, hábil político y eficaz administrador.
Por entonces la fortificación de La Ciudadela comenzaba a ser activa y se convertía en un serio peligro para los realistas apostados en el Alto Perú. Se había echado a correr la versión que un poderoso ejército se preparaba en Tucumán para arremeter definitivamente sobre los realistas. Ello obligó a los generales del Rey a distraer tropas para frenar esa posibilidad, debilitando las defensas del Perú, epicentro del poder español en América.
Posadas se decide
Finalmente, el Director Posadas designó Gobernador Intendente de la Provincia del Tucumán al coronel de dragones don Bernabé Aráoz, que tomó su juramento, como ya dijimos, ante el cabildo provincial. Con el tiempo Tucumán adquiriría un estatus político, económico y cultural único en las provincias del Norte.
El 4 de abril de 1814, Bernabé Aráoz asumió el máximo cargo político de la región. Posadas, por decreto del 10 de marzo, lo designó Gobernador Intendente de Salta. Meses más tarde, el Directorio creó -en el decreto del 8 de octubre- la Provincia de Tucumán, con cabecera en San Miguel de Tucumán y las ciudades de Santiago del Estero y Catamarca como subordinadas.
Coincido y hago mías las palabras del Dr. Félix Alberto Montilla Zavalía al respecto: “Sin lugar a dudas el argumento de mayor trascendencia para crear Tucumán era facilitar la administración de un territorio de frontera que permitiera una eficaz contención a las tropas realistas, y así garantizar que la jurisdicción virreinal del Perú no siga extendiéndose hasta el centro de las Provincias del Río de la Plata (Félix Alberto Montilla Zavalía, La Creación de la Provincia de Tucumán, en, Cuatro Bicentenarios. Junta de Estudios Históricos de Tucumán. Marzo de 2010).
En los considerandos del decreto del 8 de octubre, se manifiesta que “la división de su territorio permitirá que jefes condecorados y expertos puedan consagrar exclusivamente y con menos obstáculos todo su celo en la reparación de los quebrantos que ha padecido”… también señala el propósito “de distinguir de algún modo al glorioso pueblo de Tucumán que ha rendido tan señalados servicios a la Patria” (Cfr. Registro oficial de la República Argentina, I, 1810/1821 -Bs As. 1879-, ps. 288/289).
Este hecho produjo un inmediato rechazo entre una parte de la dirigencia santiagueña, quién siempre reclamaba su posición de “Madre de Ciudades”; por tanto, consideraban que debía ser la ciudad cabecera de la Región. Así lo indicaba su historia, aunque claramente, en economía y población había quedado relegada en relación a la vecina Tucumán.
Con la clase dirigente catamarqueña las relaciones eran más estrechas y desde un principio hubo armonía y amigable subordinación.
El 30 de noviembre, Aráoz dirigió al Cabildo de Tucumán una escueta nota: “He sido llamado por la Supremacía del Estado al mando de esta nueva Provincia, y siendo previo prestar ante V.S. el juramento debido, podrá disponer el día de mañana para practicar mi recepción de Gobernador Intendente de ella” (Manuel Lizondo Borda, Actas del Cabildo, Vol I 1810/1816, Tucumán 1939, p.87 y ss). Así, juró el cargo ante los cabildantes en la jornada siguiente, 1° de Diciembre de 1814.
Todo convulsionado
La gestión de Aráoz, por cierto, se desenvolvió en el escenario de una región convulsionada por los cambios trascendentales que se producían. Tucumán era por entonces una suerte de cuartel general de las tropas del Ejército Patrio, al que se debía mantener. El dinero jamás alcanzaba, aún así el gobernador conseguía importantes logros para la época. Instaló el primer mercado y el alumbrado público; estableció además una escuela de primeras letras e impuso una contribución para el aseo y mantenimiento de las calles (Ibídem).
A requerimiento de Bernabé Aráoz, el Director Posadas designó a José Serapión de Arteaga como Asesor y a José Velvis como Ministro, luego se nombraría en la cartera de hacienda a José Manuel Terán. Como Teniente de Gobernador de Catamarca se mantuvo a Feliciano de la Mota Botello y en Santiago del Estero lo hacía Pedro Domingo Iznardi, quién luego de unos meses sería depuesto por partidarios de Aráoz, al haberse descubierto un plan autonómico. Lo reemplazaron por Antonio María Taboada. (Montilla Zavalía Felix, La creación…cit. p. 123).
Inquinas y traiciones
Con el tiempo, la situación política comenzó empeorar. Los ideales de la Revolución iban siendo fagocitados por las apetencias de los caudillos locales.
El santiagueño buscaba independizar su provincia de Tucumán para gobernarla a su manera, libre de ataduras externas.
En adelante serían adversarios declarados. Al decir de José María Paz: Aráoz era “Enemigo de Ibarra, gobernador de Santiago, fue correspondido ampliamente por éste, y le debió la mayor parte de sus desgracias. Excitados por él y auxiliados sus enemigos hacían sorpresas continuas, volviendo si eran rechazados a rehacerse en Santiago, que sólo dista 40 leguas, para preparar otras nuevas” (Paz, José María., “Memorias…cit. p.48).
Continúa Paz su pintura del santiagueño: “Ibarra participaba mucho más de las pasiones del salvaje; los prominentes de su carácter, eran la indolencia y la venganza. Sin embargo, disimulaba y se sometía, mientras no podía ejercerla impunemente. Sirvió en el ejército del Perú hasta la clase de capitán, y, sin embargo carecía de todo mérito militar; estuvo en su juventud en uno de los colegios de Córdoba, y su ignorancia era tan crasa, que cuesta trabajo persuadirse que hubiera recibido alguna educación. Si los gauchos santiagueños estaban contentos con él, es porque los dejaba vegetar estúpidamente. Es una gran recomendación para él, que nunca dio recluta a su provincia para los ejércitos nacionales; a eso llamaba él, vender sus paisanos, y los santiagueños se sentían libres, porque desde que mandaba Ibarra, nada habían hecho por la libertad” (Ibídem). Más allá de la evidente subjetividad de Paz, lo cierto fue que el santiagueño, se convertiría en los años siguientes en el enemigo declarado de los tucumanos.
El salteño Martín Miguel de Güemes por su parte, quién tenía miras mucho más amplias y patrióticas, pretendía que Tucumán volviera a la órbita de su jurisdicción. La caja del Cabildo tucumano había dado, antes de 1814, jugosos dividendos a la Intendencia de Salta y el referido caudillo la requería para solventar los gastos de sus guerrillas en la frontera (Manuel López Rougés. 2014; “Anarquía Tucumana y la Guerra Civil”, Ed. Dunken, Bs As., p.30).
Invasiones y combates de por medio, donde corrió sangre entre hermanos, Santiago del Estero obtuvo su autonomía, a consecuencia de lo dispuesto por el Tratado de Vinará, el 27 de abril de 1820. Catamarca haría lo propio, el 25 de agosto de 1821 al disolverse la República de Tucumán; todo ello en medio de la desorganización de la anarquía que reinaba en el país. Comenzaban tiempos de extrema violencia, que se llevarían las vidas de Güemes y Aráoz. Otros protagonistas tomarían las riendas de la caótica situación.