FILOSOFÍA
DESPUÉS DE LA MUERTE DE DIOS
GIANNI VATTIMO
(Paidós - Buenos Aires)
Gianni Vattimo y John Caputo investigan sobre las modalidades que ha tomado la religión hoy.
La religión es un fenómeno social y como tal sufre transformaciones propias del carácter temporal e histórico de las culturas a las que pertenece. Lo que parecía imposible en aquel momento de secularismo sucedió: la auténtica religiosidad regresaba. El “Dios ha muerto” hizo posible que Dios viva y, lo más sorprendente, es que contribuyeron a ello aquellas filosofías de la “crisis de la metafísica” y de la “incerteza”.
Estos autores hablan de la aparición de una “teología de la debilidad” -adecuada a la condición sufriente y frágil del hombre mismo- que, apoyada en este pensamiento no autoritario, sin dueños de la verdad, desarticula, por su propia estructura, las poderosas razones del ateísmo y del rechazo racionalista de la religión.
Esta nueva reflexión abre un espacio promisorio que hará posible el retorno de la religiosidad. Fue necesaria la muerte del Dios de los filósofos -una idea- para que renaciera el Dios de la encarnación, de la esperanza y del misterio. Estos tiempos aciagos revelan que la muerte de Dios no sólo hizo posible el retorno de la religiosidad, sino también viable y deseable una sociedad democrática y tolerante.
Aunque resulte una paradoja más, la corriente de la filosofía contemporánea a la que pertenecen Vattimo y Caputo, y a la que podemos agregar a Richard Rorty -y a un amplio movimiento teológico en la misma dirección-, líderes de la libertad, la tolerancia, el respeto a las ideas diferentes, entusiasta de la democracia, es la que abrirá los caminos -como lo hizo Nietzsche en su momento- al retorno de una tradición religiosa, ya sea judía, musulmana o cristiana. Esta filosofía a la que se creyó relativista, atea, individualista y enemiga de toda fe; a la que se condenó por su crítica de las verdades absolutas y por polemizar con la metafísica tradicional y la moral rígida, promete ser la condición de posibilidad para que se cumpla la promesa del regreso de un Dios del amor para todos los hombres con justicia y misericordia.
Sin tolerancia y libertad, no hay religión del amor, pero tampoco la hay sin una gota de locura que permite creer en un Dios que, siendo todopoderoso, haya sido crucificado y humillado. La religión -tan antigua como el hombre- ha vuelto con otro rostro. Pablo dice en I Corintios, 1, 19: “Destruiré la sabiduría de los sabios y desecharé la prudencia de los prudentes”; quizás algo parecido quiso decir Nietzsche: destruir el poder de los poderosos para dar lugar a una sensibilidad religiosa transformada y auténtica.
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Cristina Bulacio