Qué sale de la mezcla de bolsos con dólares y de un lujoso yate: Javier Milei

Qué sale de la mezcla de bolsos con dólares y de un lujoso yate: Javier Milei

Qué sale de la mezcla de bolsos con dólares y de un lujoso yate: Javier Milei

A dos semanas de las elecciones, la campaña quedó dominada por el desconcierto. Los últimos episodios dejaron a dirigentes de los espacios políticos tradicionales de la Argentina perplejos y paralizados, entre vacilaciones y reproches mutuos. Un estado de shock casi idéntico al que experimentaron aquella noche posterior a las PASO.

Es que cuando parecía que habían encontrado al menos un camino para contrarrestar la irrupción de Javier Milei, en Unión por la Patria y en Juntos por el Cambio han dado muestras de que siempre pueden lastimarse un poco más. A su manera, con sus formas, según sus gustos y con dimensiones diferentes, es cierto, pero con idéntico final: la autoflagelación política.

De otra manera no puede explicarse que después del sopapo que les dio La Libertad Avanza el 13 de agosto, en el oficialismo deban lidiar ahora con yates de lujo y vedettes en el Mediterráneo. Las imágenes de Martín Insaurralde y su desparpajo tienen hoy el mismo efecto que la obscenidad de los bolsos con millones de dólares arrojados por el tucumano José López en un convento bonaerense, a mediados de 2016. Es cierto que el daño final que puede causar la bobería fetiche de Insaurralde en el futuro de Sergio Massa es relativo desde lo electoral. Principalmente, porque un dirigente justicialista, por más desencantado que esté, difícilmente mute su voto hacia sectores del macrismo o de la ultraderecha. Si hay algo que el PJ acostumbra hacer sin mayores prejuicios es tragarse sapos; total, el pretexto de conservar el poder siempre es válido. Pero no menos real es que el escándalo fortalece y blinda el voto antiperonista y antisistema que canalizó Milei, y que genera náuseas entre los independientes que aún no saben a quién votar el domingo 22. Un disparo con perdigonadas al aire.

Por eso para el oficialismo nacional es una muy mala noticia que Juntos por el Cambio llegue a ese día en un acelerado proceso de deterioro interno. En lugar de capitalizar los derrapes y excesos de Unión por la Patria, el espacio forjado entre el PRO, la Coalición Cívica y la Unión Cívica Radical (UCR) tiende a desintegrarse. Como si se tratase de una cuestión patológica, JxC logra disimular sus virtudes y exacerbar sólo sus defectos. ¿Con qué entusiasmo puede ir a votar un militante de este sector luego de escuchar el pesimismo de su líder, Mauricio Macri? En Estados Unidos, con soltura y hasta despreocupación, el ex presidente habló ya como si la derrota de Patricia Bullrich fuera inevitable. “Vamos a ganar las elecciones. Pero en caso de que eso no pase y gane él (por Milei) las elecciones, espero que nuestra coalición apoye cualquier reforma razonable en el Congreso”, expresó. Un referente de esa envergadura política no puede desconocer que sus dichos, aunque sean lanzados a miles de kilómetros, repercuten en la campaña, desmoralizan a dirigentes y a candidatos y provocan más incertidumbre entre los votantes. A la propia candidata presidencial no le quedó más alternativa que salir a cruzarlo, al igual que otras voces influyentes dentro de JxC se alzaron contra ese infortunio de Macri. En lugar de competir por quitarle votos a los libertarios, parecieran estar induciéndoselos.

Milei, frente a esa secuencia de grotescos, consolida lo que tiene desde las PASO y hasta proyecta sopar algo más en las generales. No es casual que en este último tiempo haya evitado la exposición: la única finalidad es minimizar el margen de error hasta la primera vuelta presidencial. Los que deben preocuparse, claro, son los que corren desde atrás.

Menos rutilante, más traumática

Aunque en Tucumán la campaña no tiene sucesos públicos tan rutilantes, sí tiene ribetes novelescos. Juan Manzur y Osvaldo Jaldo sobrellevan sus últimas horas de convivencia en el peor momento de la relación. Es que a la falta de diálogo entre ambos se suman versiones y dichos de terceros que hacen aún más traumática la transición.

Ayer por la mañana, gobernador y vice estuvieron reunidos durante un rato a solas en la Casa de Gobierno. ¿Habrá habido algún planteo en particular? Ni uno ni otro dijeron nada sobre el encuentro a sus colaboradores, lo que sintetiza el grado de tensión y de misterio que impera en el dúo. Manzur es hoy, por necesidad futura, quien lleva adelante la campaña en favor de Massa; Jaldo, en tanto, se muestra ajeno al proselitismo y más enfocado en el diseño de su gestión, que comenzará una semana después de las elecciones presidenciales. En las PASO los roles se habían invertido: el mandatario había jugado al “quedo” para demostrarle al tigrense que había malestar en el peronismo y que sin el aparato caminaba hacia una derrota segura, mientras que Jaldo se había esforzado para evitar un derrumbe electoral. Desde entonces, los reproches mutuos ganaron en intensidad.

El hermetismo que rodea al traspaso de mando mantiene a manzuristas y a jaldistas más preocupados en garantizar su futuro local que en la elección nacional. Sólo hay incertidumbre entre ellos y rumores sobre roles, pases de factura y espacios a ocupar que enturbian aún más el ambiente. Sí hay un dato curioso de esta etapa: ni Jaldo ni la intendenta electa Rossana Chahla han escuchado o aceptado sugerencias y pedidos de Manzur para conformar sus respectivos gabinetes. Jaldo repite en sus charlas informales con opositores que habrá un desguace del manzurismo. Chahla, más prudente, no dice nada delante de terceros pero tampoco da señales alentadoras a sus deambulantes ex compañeros en la Casa de Gobierno. Esta semana, por ejemplo, desembarcó en Córdoba para conocer las políticas aplicadas allí por el intendente y gobernador electo, Martín Llaryora, con quien estuvo reunida el jueves. Las puertas del sucesor de Juan Schiaretti se las abrió el diputado Carlos Cisneros: el padre de Llaryora compartió años de gestión en La Bancaria nacional con el tucumano.

Por lo pronto, el futuro gobernador da forma a un gabinete que paradójicamente podría generar desazón entre algunos jaldistas que cargaron fusiles en las internas de 2021. Ocurre que la intención del ex ministro del Interior es replicar en Tucumán –al menos en la primera línea del mandato y salvo excepciones- la idea de un gobierno amplio, despegado de la identificación partidaria y territorial. Esto, claramente, no implica que el tranqueño vaya a descuidar las trincheras, sino que esa tarea se manejará por carriles separados.

Una muestra puede ser la reunión que presidió el jueves el presidente del Concejo Deliberante, Fernando Juri. El ex vicegobernador viene manteniendo encuentros con ediles reelectos y algunos de los entrantes, sean del oficialismo o de la oposición. En un cónclave con oficialistas, según coincidieron varios de los presentes, se les transmitió la intención de Jaldo de que él continúe al frente del cuerpo deliberativo y que en la mesa de conducción se ofrezca la vicepresidencia primera a la oposición, en caso de que haya bloques integrados y no espacios desperdigados. Los que estuvieron en el mitin se fueron con una certeza: el gobernador electo, por más que mantenga y proponga una relación estrecha de trabajo con Chahla, quiere que haya un control permanente desde el Concejo hacia la Intendencia en el período que está por comenzar. No vaya a ser cosa que el manzurismo residual o sus versiones posteriores terminen gestándose desde 9 de Julio y Lavalle. “Hay que estar preparados para volver”, escucharon decir hace poco al gobernador saliente. Quizás ese grito de guerra haya llegado a oídos del propio Jaldo.

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