Más de 600 personas se estaban bañando junto al puente del río Grande, en un lugar conocido como El Naranjito, a 4 kilómetros de El Siambón. El sol estaba espléndido y en el cielo no había una sola nube. A las 14.45, un hombre detuvo su moto sobre el puente y empezó a hacer señas y a gritarle a la gente que estaba abajo. Se movía como loco, pero casi nadie podía oírlo por el ruido del río. Sólo los que estaban más cerca escucharon: "¡la creciente, viene la creciente, salgan del agua!". El endurista Horacio Gotardi, de 57 años, había estado tres kilómetros río arriba, en la zona conocida como "El primer cruce", cuando se topó con la creciente, la que llegó a ver a unos 100 metros de distancia. "Dejé todo: ropa, mochila, zapatillas. Atiné a salvar la moto. Subí descalzo, arranqué y salí, cuando ya el agua y los troncos me golpeaban las piernas. Estaba temblando y pensaba que había más de 600 personas cerca del puente", contó Gotardi. "Sentí un gran alivio al ver que la creciente no había llegado. Entonces, desde arriba del puente, empecé a gritarles que salieran del agua. Le di gracias a Dios cuando vi que empezaron a salir. Pensaba que no me iban a escuchar o que no me iban a hacer caso, pero alcanzaron a salir todos antes de que llegara el agua", relató este contador, quien desde hace unos 30 años trabaja en el Ministerio de Economía. Los únicos que no se salvaron fueron Gladys Estela Morales y su hijo de 5 años, Leandro González, quienes se encontraban 300 metros más abajo del puente y no alcanzaron a escuchar los gritos de la gente.
Pero Gotardi no fue el único que salvó a cientos de personas. El suboficial Mamerto Guerra, de la comisaría de Raco, advirtió también lo que sucedería y en su moto enduro fue a avisarles a las personas que estaban a la vera del río. El hombre no estaba trabajando, pero igualmente decidió tratar de salvar a los bañistas. Y lo logró.
"Por el apuro, cuando quise arrancar la moto se me cayó. Por la desesperación la levanté como si pesara un kilo. Pero lo más increíble es que no se ahogó y arrancó en el acto", contó, aún asombrado, Horacio Gotardi. Explicó que todos los enduristas saben que cuando una moto se cae, se ahoga, y hay que hacer una serie de cosas antes de poder arrancarla. En este caso, según dijo, Dios quiso que él pudiera alertar a los demás.