La de Javier Milei no es la única motosierra que encendió motores en esta campaña. La metáfora bien podría caberle al vicegobernador Osvaldo Jaldo: aunque no hable de castas ni de privilegios en público, el gobernador electo sabe que debe talar de raíz cualquier vestigio manzurista. Así se lo imponen la realidad política y económica bajo la que le tocará gestionar y la dinámica misma del poder, que no permite conducciones paralelas.
Los próximos 30 días serán determinantes para forjar la identidad que tendrá la gestión del gobernador electo. Principalmente, porque en paralelo a la campaña electoral presidencial deberá resolver cómo perfilar su gabinete. Y aunque parezca que ambos asuntos transitan por carriles separados, una cosa está atada a la otra. No es lo mismo diseñar un proyecto bajo el paraguas de un presidente del mismo signo político que otro expuesto a las inclemencias de un cielo opositor. Además, también entra en juego allí otro factor: el rol y la preponderancia que pueda tener Juan Manzur, según quién finalmente vaya a ocupar la Casa Rosada.
El saliente gobernador ha tomado nota de cuán diferente puede ser su futuro de acuerdo a lo que digan las urnas y por eso desde hace dos semanas asumió el costo de ponerse la campaña de Sergio Massa al hombro, al menos en esta parte del país. Lo primero, entendió, es ordenar la casa propia. Así retomó las recorridas de campaña y las reuniones en su casa. El lunes cenó con los intendentes para pedirles mayor compromiso, y un par de días después lo hizo con los dirigentes de la capital. Siempre, a su lado estuvo Jaldo.
Tanto el saliente mandatario como el entrante necesitan de un triunfo de Massa, pero no en la misma proporción ni con el mismo objetivo. El médico, porque en caso de retener la presidencia el peronismo es probable que no se siente en el Senado como uno más, sino que pueda tener un mayor protagonismo nacional. Y eso, para rearmarse y recuperar el poder provincial, puede resultar vital. En tanto, el contador requiere que el tigrense gane –y, eventualmente, Manzur se sume a su equipo- para reeditar la dinámica pos interna: es más potable gestionar con suerte fondos si se tiene a alguien conocido que pueda abrir puertas en Buenos Aires. Por supuesto, esa eventual situación también encierra un desafío para Jaldo: cómo controlar las ansias de poder de su actual compañero de fórmula, si es que recae en un lugar clave.
De todas formas, son hipótesis que tendrán mayor desarrollo una vez que se conozcan los resultados del 22 de octubre. Hasta tanto, Jaldo y Manzur deberán resolver otra cuestión: cómo se estructurará el nuevo Gobierno. De cómo termine esta tarea dependerá también cómo se configurará el equilibrio de poder para los próximos años en Tucumán.
De eso no se habla
Si uno le pregunta a un manzurista qué es lo que habló su jefe con el futuro gobernador, ninguno sabe qué responder. Algunos no se atreven a consultarle, y otros aseguran que obtuvieron como respuesta “de eso no puedo hablar”. Como fuere, en este espacio guardan la expectativa de que Manzur haya previsto un resguardo al momento de acordar la candidatura con Jaldo. Y además entienden que el tranqueño necesitará de ellos para sobrellevar una gestión bajo dificultades políticas, económicas y sociales. Hasta aquí, sin embargo, ninguno de los principales referentes de este sector ha sido convocado a las oficinas del tercer piso de la Legislatura.
En el jaldismo tienen otras expectativas; en particular, avivadas por los dichos del propio gobernador electo. En público, “El Comisario” envió mensajes respecto de que el 29 de octubre comenzará otro Gobierno. La clave para interpretar su postura está en el pronombre “otro”. Puede interpretarse, entonces, que Jaldo imagina y diseña un gabinete sin manzuristas y con impronta diferente. Eso, afirman quienes sí pudieron reunirse con él en estas semanas, lo sostiene en privado. ¿Manzur no le pidió o pedirá por nadie a su todavía compañero de fórmula? Las miradas están puestas en los nombres de mayor confianza del ex jefe de Gabinete de la Nación, que además ocupan roles estratégicos en áreas clave y de elevado presupuesto. Por fuera del ministro de Economía, Eduardo Garvich, aparece la familia Gandur: José Antonio Gandur, secretario administrativo contable del Sistema Provincial de Salud (Siprosa); y su hijo José, secretario de Gestión Administrativa del Ministerio de Desarrollo Social. También otro funcionario, aunque de perfil más bajo pero muy cercano al saliente gobernador: Fernando Avellaneda, titular del Subsidio de Salud, la obra social provincial. Hay quienes sostienen que ya hubo una insinuación en ese sentido, y que la primera respuesta fue negativa.
Esto del armado del gabinete mantiene tensionados no sólo a manzuristas y jaldistas, sino también a opositores. El primer nombre que sonó es el del legislador Federico Masso. El referente de Libres del Sur ya tuvo un paso como funcionario de Desarrollo Social durante el alperovichismo y mantiene buena relación con Jaldo. Es probable que aporte algún nombre de su espacio para que se sume a la estructura del área social mientras él continúe en la banca. Por lo pronto, Masso –postulante a diputado- y Jaldo analizaron el escenario electoral esta semana. Un dato interesante: sin candidato a presidente, la estructura territorial de Libres del Sur en Tucumán, que repite un promedio de 20.000 votos en los últimos años, quedó disponible. Por afinidad ideológica, es difícil imaginar a dirigentes de este espacio militando en favor de Javier Milei o de Patricia Bullrich.
Si efectivamente Jaldo pretende desmanzurizar su gestión, otra de las lupas podría posarse sobre la Unidad de Reconversión Laboral, más conocida como Unrel. Este programa fue creado en abril de 2021, vía decreto acuerdo por el Gobierno provincial, con el argumento de “contener” a personas que habían perdido su trabajo producto de la pandemia. En el oficialismo coinciden en que allí fueron cobijados miles de dirigentes ligados al manzurismo, tras los desparramos de la interna entre el gobernador y el vice de ese año. Para 2023, la Unrel tenía asignado un presupuesto superior a los $ 10.000 millones destinados sólo a salarios. Hay quienes vaticinan que habrá una revisión inicial masiva: desde la lógica del poder, no suena sensato que el futuro gobernador financie una estructura que pueda alzarse en su contra en algún momento.
Picos de tensión
Por supuesto, nada de esto se conocerá antes del domingo 22 de octubre. Sencillamente, porque ni a Jaldo ni a Manzur le convienen que haya heridos en cada municipio o comuna en la víspera de una elección crucial. Pero apenas pase la ebullición de las urnas, y antes del domingo 29, el oficialismo tucumano se someterá a una tensión angustiante, que pondrá a prueba incluso la conformación de los bloques legislativos. ¿Habrá una sola bancada, o se dividirán entre manzuristas y jaldistas? Para licuar el poder de Miguel Acevedo (Manzur) en la Cámara, el gobernador electo necesita tomar la presidencia subrogante y copar las comisiones troncales. En paralelo, si su gabinete tendrá pocos vestigios del pasado reciente, los lugares de preponderancia para el espacio de Manzur se irán acotando. El malestar entre referentes de este sector es indisimulable; ya no tanto con Jaldo, sino con su propio líder. Le enrostran que, mientras ellos pusieron la cara por él en la dura interna de 2021, él no estaría haciendo lo propio en esta etapa de transición.
Claro que los pataleos seguirán dándose, por ahora, en charlas informales. Los condicionamientos son varios, pero uno es transversal: muchos legisladores electos y funcionarios salientes dejaron allegados al frente de las intendencias. Si elimina el Pacto Social, como avisó Jaldo, hay municipios que no podrán ni siquiera cubrir la planilla salarial con lo que por coparticipación de impuestos les corresponde. En esa situación, la negociación individual y cara a cara se perfila como un arma de persuasión a favor del mandatario entrante.
No obstante, en el jaldismo también son conscientes de un condicionante: horadar al manzurismo al extremo puede ser contraproducente. Porque en un contexto nacional difícil como el que se avecina, el gobernador necesitará de voces que lo defiendan. ¿Quién tomará el micrófono en la Legislatura para hacerlo si no se considera respetado o contenido? En el recinto la oposición tendrá parlamentarios con años de gimnasia, como los radicales José Cano y Silvia Elías de Pérez; los alfaristas Rodolfo Ocaranza, Claudio Viña y Alfredo Toscano; y el republicano Ricardo Bussi. También asoma el persistente Mariano Campero, con pocas intenciones de quedarse en la banca de diputado, si es que la obtiene. Enfrente, las espadas con más experiencia del jaldismo parecen constituirlas Darío Monteros, Regino Amado, Aldo Salomón y Roque Álvarez. Si alguno de ellos se va a la Casa de Gobierno y otro ocupa la subrogancia, las voces potentes son cada vez menos. En el manzurismo residual, en cambio, hay más cantidad y variedad: legisladores reelectos, intendentes, diputados y ministros salientes. El asunto es que sólo constituirán una red de defensa oficialista en caso de sean correspondidos.
Milei encendió su motosierra, pero sin cadena. Es decir, la representación de un símbolo del cambio, con el riesgo de que se convierta en inofensivo. En Tucumán, Jaldo también debe tener en cuenta muchos factores para que su motosierra no termine siendo una réplica de utilería.