17 Septiembre 2023
¿A qué llamamos salud mental? ¿Se puede relacionar con el trabajo? ¿Qué condiciones debe tener el trabajo para generar salud mental y cuándo lo que produce es lo opuesto? Estas son algunas de las preguntas sobre las que me gustaría reflexionar en este artículo.
La salud mental está vinculada con la producción cultural de las personas, con la creación, intercambio y disposición de artefactos culturales, como por ejemplo poder hacer algo útil para otra persona, disfrutar de una conversación, producir algo que te vincule con el mundo y con la vida y que te saque del ensimismamiento, del encierro en las propias fantasías.
Y desde aquí ya podemos articular salud mental y trabajo, puesto que este es un medio, un oficiador privilegiado para producir salud mental. Es por eso que podemos emparentarlo con el jugar, ya que ambos, trabajar y jugar, producen salud mental siempre y cuando haya una implicación de cuerpo y mente en la actividad laboral o lúdica desarrollada que propicien y favorezcan a que se constituya un sujeto.
O sea, y dicho de otra manera, trabajar y jugar realizan al sujeto, lo constituyen en el acto llevado a cabo. Se podría decir que ambas actividades son preformativas del sujeto, es decir que se va constituyendo el sujeto y la salud mental mientras se está jugando y/o trabajando, cuando las condiciones y variables propias del clima laboral favorecen la realización de la actividad.
Por el contrario, cuando las condiciones de trabajo son malas, cuando el clima laboral es hostil, cuando hay situaciones que violentan las relaciones, entonces se produce padecimiento, sufrimiento y no hay condiciones adecuadas para que emerjan el sujeto ni la salud mental.
Siguiendo al maestro Fernando Ulloa podemos entender a la salud mental como “contrapoder”, en el sentido de que tiene poder quien logra vencer los obstáculos personales que le impiden quererse a sí mismo; es un poder que no resulta opresivo ni para sí ni para el otro. Es un poder derivado de la ternura, de la amabilidad, de la cortesía, del buen decir. Por ello Ulloa concibe a la salud mental como contrapoder en tanto se opone al poder de la crueldad, que también es una producción cultural aunque antitética de la ternura.
La salud mental como contrapoder propicia la curiosidad (derivada de la curiosidad infantil propia de la historia de cada sujeto), el “saber curioso”. Esa curiosidad es motor del saber. En cambio la crueldad anula ese motor, lo avería, lo enajena en busca de colonizar, aplanar y aplastar lo novedoso, anular lo que pudiera cuestionar lo establecido, intenta perpetuar el “es así y punto”.
La salud mental, en cambio, favorece la interrogación, el poder modificar lo establecido (incluso en la propia persona), la curiosidad, el no contentamiento con las cosas como están para poder hacerlas de una manera más eficaz, con menos costo subjetivo que muchas veces también implica menores costos en otras dimensiones.
Esto nos lleva a reflexionar sobre: ¿cuáles son los desafíos para el eficaz desempeño de nuestro rol como psicólogos en este siglo XXI, para propiciar trabajos generadores de salud mental? ¿Qué podemos proponer desde nuestra formación en pos de enriquecer y destrabar los puestos y relaciones laborales? ¿Cuáles son los dispositivos más fecundos para trabajar en pos de la prevención y detección precoz de situaciones o vínculos laborales que podrían desencadenar en la naturalización de una cultura del violentamiento laboral y sufrimiento?
Estas y otras preguntas podremos abordar, desarrollar y enriquecer en las distintas ponencias, seminarios, talleres y coloquios que tendrán lugar en el próximo Congreso Internacional de Psicología del Tucumán, bajo el título “El porvenir de la Psicología ante las nuevas prácticas, demandas y subjetividades” que se realizará del 5 al 7 de octubre en la Facultad de Psicología de la UNT.
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