Despedida a Pepe Soriano, ícono del cine argentino

Se llamaba José Carlos, pero la última vez que lo llamaron así debe haber sido en la escuela primaria. Pepe Soriano, el creador de La Nona, protagonista de La Patagonia Rebelde, defensor de los derechos de sus colegas actores, murió ayer a los 93 años, luego de pasar por una vida repleta de reconocimiento y cariño, pero también habiendo sido perseguido y censurado.

El gran actor argentino, célebre también por su papel en Asesinato en el Senado de la Nación y por su invención, El Loro Calabrés, protagonizó un sinfín de títulos inolvidables en Argentina y en España. La noticia la confirmó el productor teatral Carlos Rottemberg en sus redes oficiales.

“Nada que agregar a la tristeza. Por suerte pude verlo en sus últimos días en su internación, y me quedo con el recuerdo del primer trabajo. Comencé en esta profesión con Pepe”, dijo el productor. “Se fue un grande. La muerte de Pepe Soriano cala hondo en nuestros sentimientos. Con él se va un amigo. Luego el gran actor, uno de los mejores de este país”, dice el mensaje que posteó Rottemberg en X.

Nacido el 25 de septiembre de 1929 en Colegiales, Soriano tuvo siempre la claridad de que quería ser actor. Era aún un niño cuando se subía a los tranvías para viajar al centro para ver teatro. Los boleteros lo conocían y le daban una buena ubicación. Faltaban años para que debutara como actor amateur en el club Alarcón, en 1947.

El suyo era un típico barrio porteño, que con los años se volvió una zona codiciada, pero por los años 40 era todavía un vecindario de clase media trabajadora. Allí, Soriano era vecino del poeta Raúl Gonzalez Tuñón y de la actriz Zully Moreno.

Su primera actuación como profesional, en Sueño de una noche de verano, de Shakespeare y en el Colón, le dejó una enseñanza. “Primer acto, silencio absoluto. Termina el segundo acto, silencio absoluto. En el tercer acto entro y muero en escena y el público empieza a aplaudir. Mi maestro se acerca y me dice: ‘Serás actor pero de peluca’, lo que significaba que podía hacer de jorobados, deformes pero nunca de galán”, remató. Así supo que no tenía más remedio que apoyarse en su talento para perdurar.

En los años 60 su figura creció, pero esa buena fortuna se terminaría al llegar los violentos 70. Tras la muerte de Juan Domingo Perón, La Patagonia Rebelde -que relata el fusilamiento de los obreros en el sur del país, en 1921, a manos del Ejército Argentino- fue prohibida.

En plena dictadura eligió quedarse y en democracia decidió irse. En 1987 le surgió una posibilidad de trabajo en España y se marchó. Allá protagonizó Espérame en el cielo, donde interpreta al doble de Francisco Franco y para eso se tapó sus ojos celestes con lentes oscuros, se tiñó el pelo y engordó 10 kilos.

En el 92, volvió al país, transido de nostalgia. Pidió a su hermana que no vendiera la casa de la infancia. “En 15 días regalamos todo lo que habíamos juntado esos años y nos volvimos”.

Al llegar, Argentina no lo recibió con los brazos abiertos. Eran los 90, cuando el país trataba de mirar hacia el extranjero, se regalaban empresas del Estado y todos soñaban con conocer Miami. “Me costó conseguir trabajo, acá la memoria es frágil”, sintetizó. Jamás se arrepintió: “Este es mi lugar. Acá tengo derecho a insultar, a agradecer, soy libre”.

A pesar de los tropiezos, transitó su vida como un actor amado por el público, respetado por sus colegas y con innumerables premios. En 1971 ganó el Cóndor de Plata como mejor actor por Juan Lamaglia y Sra, en 1995 el de actor de reparto por Una sombra ya pronto serás y en 1998 en 1998 la Asociación de Cronistas Cinematográficos de la Argentina le entregó el Premio Cóndor de Plata a la trayectoria. Obtuvo el premio Konex en 1981 y la Mención Especial Konex a la Trayectoria en 2021 y en televisión, se quedó con el Martín Fierro por su trabajo en Trillizos. En 2010 fue declarado ciudadano ilustre por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires.