Enumeremos: Un nuevo dique para paliar la falta de agua y tener previsión para el próximo siglo. Fortalecer la red de caminos con nuevas vías de comunicación, construyendo rutas modernas y arreglando las que actualmente están despedazadas. Levantar los puentes que se cayeron y que según los productores por esto no pueden trabajar. Comenzar un nuevo plan de edificación de casas para los tucumanos. Pagarles sueldos mayores al personal sanitario (los héroes de la pandemia) y a los docentes, los únicos capacitados para forjar nuestro futuro. Proveer con más herramientas a la seguridad en la provincia. Ayudar a una mayor producción con menos cargas impositivas y subsidios para los sectores más castigados. Intervenir para que los comprovincianos no tengan que estar todo el tiempo chequeando si se concreta o no un nuevo paro de transporte que los deje sin ir a trabajar o a estudiar por estar en manos de un sistema que colapsó y del que nadie parece hacerse cargo. Anunciar medidas para que los bolsillos de quienes sólo pueden sobrevivir a diario tomen aire mientras tratan de salir de las profundidades del océano. Todo esto podría haber pasado el sábado, cuando Tucumán se transformó literalmente en la sede justicialista del país con la presencia del candidato de Unión por todos, Sergio Massa. El aeropuerto de la provincia fue un estacionamiento de lujo para todos los funcionarios, gobernadores, gremialistas y allegados que vinieron a nuestra tierra en aviones privados. ¿Privados? En realidad son aviones oficiales de las mismas provincias que, en vez de estar al servicios de sus ciudadanos, sirven como transporte de primera para los que manejan el poder. Es como si el oficialismo no se hubiera dado cuenta de lo que los argentinos exigen luego de la paliza que recibieron en las PASO. ¿A qué vino Massa? A darse un baño de masas. A sentir el calor de los partidarios, miles de ellos, que como siempre fueron arrastrados al acto del Hipódromo mediante clientelismo. A repetir una vieja fórmula.
Se montó un impresionante acto para apoyar al candidato, pero no para llevar soluciones a los que más sufren. No fue un acto de gestión, en el que se podría haber anunciado algo como lo que se pide en las primeras líneas. Fue un acto político y por eso justamente no hubo anuncios..
Los candidatos se llenan la boca con posible reducción de gastos, con achiques del Estado, con bajas en el déficit fiscal, pero lo primero que hace el representante del oficialismo es usar las herramientas del mismo Estado para hacer un acto proselitista. Parecen estar acostumbrados a utilizar medios oficiales aún cuando no le correspondan. Hace poco tuvimos un claro ejemplo en Tucumán que se descubrió luego de un robo: el diputado Pablo Yedlin utilizaba una camioneta de la provincia para moverse, cuando no le correspondería.
Hoy los argentinos vivimos en medio del paroxismo. Esperamos respuestas y vemos cómo los que deben darlas parecen mirar hacia otro lado. ¿Dónde está el presidente de los argentinos, Alberto Fernández, el que consiguió la mayor cantidad de votos hace cuatro años? ¿Qué respuestas da a lo que está pasando? Ninguna. Todo está en manos de Massa que pasó de ser ministro de Economía, a candidato y ahora a virtual presidente. Es él quien hace los anuncios, el que responde a las críticas, el que gestiona. Las medidas anunciadas este fin de semana, como la suba del piso del impuesto a las Ganancias y las medidas para monotributistas, jubilados y trabajadores de ingresos medios parecen más un manotazo de ahogado que otra cosa. ¿Por qué no se hizo antes? ¿Hacía falta chocar contra una pared llamada Javier Milei para comenzar a acordarse de quienes más lo necesitan? Lo dijo el martes a la noche en el programa Panorama Tucumano el economista Gustavo Wallberg: “El anuncio de elevar el piso del Impuesto a las Ganancias es una farsa”. Y lo criticó entre otros el gobernador de Córdoba y candidato presidencial de Hacemos por Nuestro País, Juan Schiaretti. “Se hace el Papá Noel con plata que no es del Estado nacional, sino de todas las provincias”, disparó. Lo mismo alertaron los otros candidatos. ¿Ahora se dieron cuenta de que la gente está con la soga al cuello? Encima, con una inflación del 12,4% como se conoció ayer, todo lo que anuncie parece ser poco. Y lo que es peor, nadie sabe qué hará quien asuma el 10 de diciembre, sea Massa, Milei o Patricia Bullrich.
El sábado, el gobernador Juan Manzur tuvo que poner la cara y su mejor sonrisa ante quienes primero lo hicieron ilusionar con ser parte de una fórmula presidencial y luego lo dejaron abandonado a pesar de haber sido quien estuvo en momentos calientes y asumió una Jefatura de Gabinete que quemaba. Manzur demostró, una vez más, que su poder de movilización no decae. Pero tanto él como Osvaldo Jaldo saben que se vienen tiempos turbios, más aún si la presidencia la gana alguien de la oposición. Deben poner lo que tienen y lo que no para apuntalar a Massa. Tal vez por eso Manzur haya preferido sonreír a quienes lo rodeaban, aun sabiendo que muchos de ellos lo habían traicionado. Massa prometió, prometió y prometió: “Vamos a defender nuestra patria con uñas y dientes, frente a cualquier intento de destruir la integridad nacional. Y defender la patria es defender el trabajo. Voy a ser el presidente del trabajo en la Argentina, que les devuelva a nuestros trabajadores el poder de compra que han perdido”, aseguró. Como si fuera de otro partido y no desde el que gobierna hace cuatro años y que él mismo no fuera el ministro de Economía desde hace casi un año. Nos han llevado a la época de la colonización, cuando los conquistadores cambiaban espejitos de colores por tierra y oro. En este caso, el “plan platita” sale nuevamente a la cancha. No serán espejitos de colores, pero se parecen bastante.