“Le ha cambiado la vida”, resume Nelly Ladetto de Dominguez (87) a LA GACETA. Habla de su hijo Carlos (58), que minutos antes ha salido a la pista central de la Expo montando uno de los caballos de la Fundación La Vidalita. A lo largo de las décadas -confirma su madre- han probado distintas terapias, pero esta fue un hallazgo. “Él quería a toda costa venir a equinoterapia, y lo trajimos. Es su vida”, resume Nelly. Y como el caso de Carlos hay muchos; si bien él es hoy el jinete más adulto de la fundación, en la pista y en las gradas se ven jinetes de todas las edades. A todos los une lo mismo: que los caballos han transformado su realidad.
Son las 15.30 del martes. La Expo Rural Tucumán vuelve a abrir sus puertas, y mientras celosamente llegan los primeros visitantes, la pista central se ocupa. Hay varios caballos y hay familias que se han acercado a un evento. Se trata de una muestra de equitación adaptada, organizada por La Vidalita, fundación tucumana (@fundacionlavidalita en Instagram) que promueve el empleo de equinos como herramienta terapéutica. Cerca de las 16 empieza el acto. Luego, de a uno, los chicos van saliendo a la pista; cada uno tiene su momento, cada uno es aplaudido y cada uno recibe una mención por su participación. “Es gratificante para nosotros verlos crecer, y ver el cambio que esto tiene en las familias. Casi todas las personas con discapacidad se vuelven personas de cuidado, pero aquí se transforman en personas que cuidan a sus caballos y que empiezan a cuidar y a acompañar a sus compañeros”, dice Rossana Pérez, presidenta de la fundación.
Un medio
El uso terapéutico de los caballos se remonta a civilizaciones antiguas, como los griegos, los romanos y los mongoles, que reconocían los beneficios del montar a caballo para la salud física y mental. Y es que de beneficios hay mucho para hablar: esta terapia mejora la postura y el equilibrio, desarrolla la coordinación, aumenta la confianza y el autoestima, reduce el estrés y la ansiedad y apoya al desarrollo de habilidades sociales, entre otras características. La terapia asistida con caballos -cuenta a este medio la psicomotricista Valentina Bellomio- tiene principios terapéuticos claves, “que son la transmisión del calor corporal, el movimiento tridimensional y la impresión de que ese movimiento es similar a la marcha humana, algo que favorece al autoestima y la estimulación de personas que no pueden caminar. Pero el caballo es, simplemente, un facilitador terapéutico; es un medio que nos acompaña en todo este proceso con nuestros jinetes”, dice, aunque es interrumpida varias veces por sus pacientes.
Es que en el evento todos se conocen, todos se saludan y todos se emocionan. “Esto es una familia”, cuenta Rita Mercado, mamá de Allan (5). “Él tiene diagnóstico de trastorno específico del lenguaje. Como muchas veces no se lo entiende, se pone ansioso. Y para eso está la equitación; va dos veces a la semana a la fundación; está media hora en el caballo y media hora con terapias”, relata mientras el pequeño juega con un auto y luce una gran cucarda roja, entregada por su participación en la muestra. “Él va hace dos meses, pero con eso es más que suficiente para ir viendo cambios. Obviamente, no es de un día para el otro, pero sí hace más pausas para hablar, puede mantenerse más tiempo sentado, y todo eso es gracias al caballo. Nosotros teníamos una perra, pero tuvimos que regalarla porque él no sabía manejar sus impulsos. Ahora, a los caballos él les da de comer, y entiende cómo hay que tratar a los animales. Hace poco pudimos adoptar otra mascota -reflexiona-; además, la fundación es una familia. Y eso es lo que él está necesitando; no tiene hermanos, y lo que tienen los chicos es muy fraterno. Por eso nos quedamos”.
Cambios
Juan Ignacio (3) se subió acompañado al caballo porque no usa casco. Esa adopción -advierte Rossana por micrófono- puede tardar hasta dos años. Cada paciente es diferente. Con algunas dificultades y con algunos miedos, disfruta la experiencia y se baja del equino entre risas. “Lo trajimos por recomendación de otras mamás de un grupo de padres TEA (trastorno del espectro autista), y porque nos quedaba cerca de su jardín. Él va desde marzo y es hermoso como ha cambiado, la verdad; lo tranquiliza mucho. Es un ambiente que da paz a toda la familia, y los profesionales son bastante contenedores. A veces él empieza llorando y termina muy contento, porque la actividad le calma mucho la ansiedad”, cuenta su mamá Mariana González.
Y sí, cada caso es diferente, pero todos los jinetes han mejorado en su vida diaria gracias a la equitación y a las terapias complementarias que se brindan. “Carlos sufrió asfixia cuando nació -cuenta Nelly, acompañada por su esposo Germán-, por una mala praxis, aunque en esa época no existía eso, ni se hablaba de denunciar [...] Con el tiempo lo llevamos a algunas escuelas especiales, pero terminé sacándolo. La gente puede ser muy mala. Pero acá está chocho viniendo, tiene una vida distinta, abandonó la televisión, que era lo único que veía. Me encanta como lo tratan y lo feliz que se ve ahora”, resume.