Una tucumana es la primera perfumista argentina que gana un codiciado premio europeo
Con la fragancia Euphoria, Nina Lamaison obtuvo el galardón al “mejor perfume independiente” en el Concurso Internacional Mouillette D’Argent. “La perfumería también es argentina: es un sector que va a estallar en los próximos dos o tres años”, augura. En su afán de experimentar, hizo una fragancia dedicada a San Martín y otra a la Guerra de Malvinas.
Nina Lamaison es emprendedora de sí misma. Creadora de perfumes de autor, artista olfativa, asesora de perfumería y divulgadora de su oficio, esta tucumana de 41 años hoy residente en la provincia de Buenos Aires ya tiene un nombre en un rubro incipiente en el país. La confirmación de su capacidad para narrar con aromas llegó de Europa. Este año, Lamaison obtuvo el premio al “mejor perfume independiente” en la VI Edición del Concurso Internacional de Perfumería Mouillette D’Argent. La tucumana, que competía contra más de 100 aspirantes de 25 países, es la primera argentina que consigue un galardón que ya se habían llevado perfumistas de Estados Unidos, Francia, Italia, España, Japón y Brasil. El premio reconoció el valor del perfume Euphoria, el primero que la autora se anima a mostrar en público y en el que, según su criterio, logró embotellar su propia historia.
Nina Lamaison en realidad se llama Romina Mattalia, pero qué más da: su cambio de vida vino con un cambio de nombre acorde a la pasión que encontró cuando, según cuenta, falleció su papá y ella se sintió llamada a acercarse a los perfumes que había desde siempre en la casa donde creció. “Siempre uso la misma frase: no nací en cuna de perfumistas, sí tuve padres muy consumidores de perfumes, más allá de que el acceso a estos productos era limitado en Tucumán en la década de los 80. Mi mamá compraba esos perfumes carísimos: yo empecé en aquel nido a oler ese tipo de aromas. Recién cuando me mudo a Buenos Aires me encuentro cara a cara con otra realidad en el mundo de la perfumería”, cuenta la emprendedora durante una entrevista remota por Google Meet.
El camino de ida empezó para Lamaison hace siete años. Al respecto, explica: “fui haciéndome al andar. De hecho encontré en mí una faceta artística que ni sabía que tenía. Esto sucedió ‘de grande’, no de chica. Todo me fue llevando de la mano para terminar acá: creo en esos indicios que te coloca la vida y que te permiten elegir un destino. Siento que los acontecimientos me llevaron hasta este momento donde soy inmensamente feliz”.
Mundo para armar
Las vicisitudes hicieron que la perfumista estudiara Nutrición en Tucumán, carrera que, según dice, dejó cuando le faltaba una materia para recibirse. Luego, probó con Fisioterapia. Con su primer esposo, Lamaison se instaló en Bahía Blanca (Buenos Aires): allí empezó a adentrarse en la estética. “Utilizaba cremas y olores, y comencé a sentir hambre de aromas y a necesitar comprender por qué, qué significaban para mí. Esta necesidad se acrecentó cuando murió mi padre: los aromas para mí eran algo familiar, es decir, de mi familia. Ya no vivía en Bahía Blanca, sino en la Zona Oeste de la provincia de Buenos Aires, y ahí me decidí a preparar mis propios perfumes. Me metí de prepo en un laboratorio; me hice amiga de la perfumista; me dediqué a aprender y ya no pude ni quise dejarlo”, relata.
La perfumería es un mundo muy amplio: un mundo que, en muchos sentidos, aún queda lejos de la Argentina. “Aquí no hay una escuela propiamente dicha, lo que no significa que no se pueda hacer”, refiere Lamaison. Y enumera las disciplinas que abarca: química, historia del arte, marketing sensorial, aromaterapia, aromacología… “Estudié estas cápsulas con distintos maestros y, luego, auné ese conocimiento haciendo perfumería avanzada”, explica.
Dice que fue caro y difícil: que ella creaba un olor a vainilla, pero que no la convencía porque quería una opción más cremosa. Lamaison narra su búsqueda en estos términos: “yo le decía a la perfumista que me interesaban otros matices y ella me respondía que no me quedaba otra alternativa que crearlos. Entonces, por poner un ejemplo, entré buscando una vainilla en particular y acabé elaborando perfumes, que es la tarea más compleja porque los aromas ambientales son lineales y estructurales: una vainilla siempre tendrá matices aromáticos avainillados. En cambio, la perfumería se compone molecularmente hablando desde otro lugar: un perfume tiene que tener una salida, un cuerpo y un fondo, y debe durar un tiempo y permanecer en la piel. Entonces, hay que aprender a jugar con las moléculas, que en su mayoría, son de síntesis, aceites esenciales, absolutos y concretos… muchos tipos diferentes de materiales constituyen un perfume”.
Era lo más complejo, pero era lo que a Lamaison le gustaba. “No tenía techo para crecer en cuanto a la creación. Y por eso me incliné por ahí”, detalla.
Se venden historias
Hoy desarrolla su colección privada; asesora a marcas boutique para la formulación y la imagen de perfumes; trabaja en proyectos artísticos vinculados siempre a los olores y, además, lleva adelante el ciclo de podcasts “Perfumar es humano” con una colega española, Eli Diez, con la que quieren mostrar “el lado b” de la perfumería. “Hasta el presente me genera mucho estrés conseguir información valiosa sobre mi actividad. Siempre tengo que buscar afuera. No hay manera de que yo enseñe a nadie a hacer perfumes porque se aprende haciéndolos, pero sí se puede divulgar información. Con el podcast quisimos acercar a la gente eso que de entrada resulta tan inaccesible”, matiza.
La posibilidad de hacer arte con olores es algo que a Lamaison le resulta “mágico”. Se trata de creaciones de perfumes que tienen una música y una historia. “Son muchos sentidos puestos al servicio de la expresión de las ideas. Yo ahora hago perfumes parada desde la punta del arte: ya no puedo trabajar de otra forma”, asegura. Así nacieron las obras conceptuales del proyecto Nómada Olfactory & Perfuming Art, que fundó también con Diez, y que lograron ser exhibidas en galerías de Londres y de Berlín.
“Esto me llevó a conceptualizar todo lo que hago. Por ejemplo, tengo una fragancia que se llama Malvinas El Pozo, que recrea el olor de una trinchera de la guerra. Para hacerla, investigué y me entrevisté con ex combatientes”, informa. Es que Lamaison no sólo hace perfumes que huelen bien y rico, sino también perfumes que recuperan olores históricos. Ella dice que lo suyo es una perfumería de autor que sale directamente de la mano del perfumista en un lote de productos únicos y limitados, que por lo general no vuelven a repetirse: “este tipo de creaciones tienen el poder de contar, algo que no consigue hacer la perfumería comercial ni la de nicho. La perfumería masiva se vende con una publicidad, en cambio, la de autor lo hace con una historia, que es lo primero que se adquiere”.
Oler como San Martín
El premio “Mouillette D’Argent” también es un aval para la tenacidad de Lamaison, quien movió cielo y tierra para que su fragancia Euphoria llegara a Barcelona (España) y, luego, a las narices del jurado encabezado por el prestigiosísimo creador catalán, Ramón Monegal. Fue tan trabajoso entrar a la competencia que la tucumana ya se conformaba con eso. “No tenía expectativas, salvo que el perfume podía llegar a gustar. Pero, por esas cosas que todavía no entiendo, gané. Yo no sé cómo no me dio un infarto. Monegal, uno de los perfumistas más conocidos a nivel mundial, eligió mi obra en la categoría más difícil, la independiente”, dice. Al conocer el fallo, la ganadora exclamó: “¡la perfumería también es argentina!”.
Euphoria es, en esencia, Lamaison. “Es el primer perfume que me animé a mostrar más allá de las fórmulas que había hecho para mis clientes. Euphoria cuenta mi camino de superación. Fue una forma de decirle al mundo ‘aquí estoy yo y esto es lo que puedo hacer’”, explica. Y agrega: “tiene una salida super estridente de bergamota, que es la nota aromática que me hizo ganar, y un cuerpo floral de orquídeas y rosas, y un fondo ‘apachulado’ (de patchouli) con vetiver. Es un perfume de la vieja escuela, con un comienzo esplendoroso que lo hace moderno. Esa soy yo: así me mostré y me saqué los velos de los miedos que traía conmigo. Eso fue lo que llamó la atención de Monegal y lo que ganó”.
Los últimos dos lanzamientos de la colección privada de perfumes de Lamaison, Euphoria y Libertador, están en la etapa de preventa mientras que Maffia ya se puede comprar en la web ninalamaison.com.ar “Preparo lotes de sólo 100 unidades, en principio. No son perfumes de góndola. No se compran en tiendas”, apunta. Libertador, la otra fragancia conceptual, nació de una sociedad entre Lamaison y el perfumista chileno Edgar Pastor, para contar el cruce de Los Andes de San Martín. “La salida tiene una impronta mendocina con olor a vino, a manzanas y a frío nocturno, y, para recrear la llegada a Santiago de Chile, incorpora el olor del pelaje de los caballos en la montura. En Lima ocurre la parte final de la fragancia, que llega cuatro o cinco horas después de la aplicación, con olor a madera vieja y húmeda, y a cuero… sé que esto es muy loco”, admite asombrada.
“Bomba perfumística”
La perfumista tucumana compuso su nombre artístico con el apellido de su mamá, que era lo “más francés” que encontró a mano para refundar su identidad. Pero Romina Mattalia sigue siendo su denominación del DNI. Esta dualidad le trae problemas. Como ella sólo usa el seudónimo para todo, todavía no pudo retirar el premio que ganó en Europa. “¿Dónde está? ¡En la Aduana juntando polvo! ¡No me lo quisieron entregar! Es un plato”, contesta.
La emprendedora refiere que su oficio “está explotando” en el país, aunque los materiales escasean y a veces hay que hacer más que lo imposible para conseguirlos. “La bomba perfumística va a estallar dentro de dos o tres años”, pronostica. Lamaison dice que vio cambios acelerados en poco tiempo, aunque jura que no conoce otras marcas de autor: entre las de nicho cita a Pink Fragrance y Fueguía. “Sí existen perfumes de marcas comerciales, por ejemplo, de indumentaria o de marroquinería: son productos inspirados en perfumes conocidos, que se llaman replicados”, detalla.
Su horizonte, entonces, está lleno de posibilidades (Lamaison es de la idea de que cualquiera que no trabaje en el Estado ya es un emprendedor en este país). “El rubro tiene una muy buena proyección. Uno de mis sueños es implantar aquí una galería artística olfativa, que pueda ser un lugar que acune o incumbe a quienes quieran trabajar la premisa de la perfumería de autor. Se vienen años muy lindos para la perfumería”, insiste.
Un efecto positivo de la pandemia es que puso en evidencia la importancia del olfato. Según Lamaison, cada vez más gente empezó a consumir perfumes a modo de terapia: “encontró ahí algo que le daba un poco de placer en medio de la angustia que vivía. Me refiero a los aromas en general, como los difusores. La covid-19 hizo que se comenzara a pensar en lo valioso y relevante que es poder relacionarnos con los olores. Se redescubrió de algún modo el olfato y eso es vital para la perfumería”.
A Lamaison le gusta autodefinirse como una directora olfativa que se encuentra de repente plantando materiales en una escena. “Esto va más allá de un olor exquisito. Se trata de vivir una experiencia por medio de una fragancia transmitida por un objeto. Es algo precioso”, apunta. Es justo lo que le pasó a ella porque con los perfumes pudo traer de nuevo “a la vida” a su papá después de un período de vacío hondo: “entrar en el mundo de los aromas me aplacó. Mi papá fue perfumero siempre, igual que mi mamá. De hecho él no pudo verme haciendo esto, pero estoy segura de que se habría sentido muy orgulloso de mí”.
La receta de Nina Lamaison
Desarrollar la perfumería de autor en la Argentina.
Componer obras olfativas con una conceptualización artística.
Transmitir experiencias y narraciones con fragancias.
Facilitar el acceso a información sobre la perfumería.
Trabajar en colaboración con colegas y artistas extranjeros.
El emprendimiento en la web: ninalamaison.com.ar