El momento en que se elaboran las decisionesque nos definen

El momento en que se elaboran las decisionesque nos definen

Una pericia que nos seduce sin alardes y nos guía hacia nuestros propios abismos.

03 Septiembre 2023

RELATOS

EL MATRIMONIO DE LOS PECES ROJOS

GUADALUPE NETTEL (Páginas de espuma - Buenos Aires)

¿A qué nos remite una metáfora?

Grosso modo, según prescribe la indispensable y a la vez metálica Real Academia Española (RAE), una metáfora es una figura retórica que opera como una realidad o un concepto que guarda una cierta semejanza con lo expresado. De cincel más preciso, como casi siempre, la etimología nos advierte y prescribe o, mejor, nos desayuna con que una metáfora debe de ser entendida como algo que está “afuera o más allá” y, por extensión, como lo que instituye un puente entre dos sentidos.

Sin ánimo de proponer una polémica de claustro, bien puede convenirse la íntima y compleja ligazón entre la metáfora y la poesía, sobremanera, pero por qué no con la narrativa y la literatura propiamente dicha.

De todo esto sabe un rato largo la mexicana Guadalupe Nettel (Ciudad de México, 1973). Primero por su doctorado en ciencias del lenguaje y después por modos y valores que trascienden por mucho el acervo académico. Estamos, ya es momento de decirlo, ante una escritora copiosa y arrobadora, cuya obra más notable se ha reeditado en la Argentina para regocijo de legos y baqueanos. De tirios y troyanos en el placer de abismarse en una argamasa de letras de molde, una comunión hoy asediada como nunca antes en la historia de la humanidad, pero que resiste y resistirá. Amén.

El matrimonio de los peces rojos se da en llamar esta obra de Nettel, un conjunto de relatos subdivididos en cinco que en el rótulo mayor encuentra la llave maestra capaz de abrir las puertas más remisas.

Los fuegos artificiales de las metáforas conllevan el riesgo de quedarse en la mera liturgia, en la pura vacuidad de lo malamente maquillado. Cualquiera que haya escrito literatura, o persista en escribirla, o fantasee con la travesía, se atiene a los imperativos de la encrucijada: metáfora que sepa alejarse de la orilla para regresar bañada, perfumada y rozagante; o metáfora en clave de piedra en el zapato, de duende perturbador, en fin, de condimento que arruina el pastel del cumpleaños.

En El matrimonio de los peces rojos (sublime el ida y vuelta de la pareja de pescaditos y las profundas exploraciones acerca de un matrimonio igual de imperfecto que todos), Nettel ofrece una pericia que nos seduce sin alardes y que sin alardes nos guía hacia nuestros propios abismos, nuestras propias insularidades deseosas de bálsamos y hacia el Cielo o el Infierno donde los peajes se pagan con respuestas que vaya a saber en cuál manual reposan.

Entre el mundo animal y el mundo de las criaturas humanas, ella, la azteca Guadalupe Nettel. No para impugnar, no para laudar, no para juzgar (“mejor barrendero que juez”, Gilles Deleuze dixit). Simplemente para ver lo que sabe ver y ofrendarlo a punta de lápiz y papel. Como quien dona belleza.

© LA GACETA

WALTER VARGAS

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