Aún a riesgo de ser tildado de cobarde y con la excusa de que él no se rebaja porque es candidato a Presidente, Javier Milei ha decidido no entrar en esta etapa en el cuerpo a cuerpo con Carlos Melconian, quien fue presentado el último jueves en Córdoba como el futuro ministro de Economía de un eventual gobierno de Patricia Bullrich. En su entorno dicen que Milei va a hacer “la gran Nicolino”, por el recordado Locche, campeón del bailoteo, la finta y el contragolpe, un exquisito del ring que finalmente se compró al público con ese estilo tan propio de rehuir para ganar. El libertario espera que en octubre le vaya igual que al mendocino y que, sin balotaje, sus rivales queden colgados de las cuerdas.
Seguramente, porque le reconoce a su colega ambas virtudes, Milei se ha mostrado naturalmente despectivo hacia la nueva voz que sale al ruedo a explicar. Su personalidad arrolladora y disruptiva, algo que efectivamente ha penetrado en la sociedad y que ahora se agranda porque se ha puesto de moda, se encuentra por primera vez con un escollo de fuste. Sergio Massa no lo es. Él sabe que ese interlocutor en especial calza varios puntos fuertes, pero que hay dos (tiene calle y academia a la vez y diplomas en versación económica y en calidad comunicacional) que le presentan una disyuntiva: o pone la mente en el freezer o sale a responder golpe por golpe. Le han dicho que vaya por lo primero.
En materia técnica, Melconian trae consigo el apreciable bagaje del Plan que elaboró durante más de un año con 80 colegas para la Fundación Mediterránea, un recetario que no dejó tema sin tocar. A la inversa de Milei, quien pretende dinamitar todo para armar luego algo que hasta el momento luce todavía poco concreto, Melconian busca reconstruir el edificio. Según él, el Programa elaborado es un paquete “realista, implementable, tiene sentido común, es práctico, tiene futuro y tiene luz al final del túnel. No estamos frente a un salto al vacío”. Lo hizo a hora de la presentación y antes de tirarle un misil directo a las ya viejas ansias dolarizadoras del libertario: “lo único que está prohibido es fantasear con teorías imposibles de poner en práctica”, disparó.
El aspecto de verbalizar la economía para doña Rosa, el fuerte de siempre de Melconian, no es algo menor porque le competirá a Milei en un terreno donde el libertario hace agua: la explicación didáctica. Debido a su estilo verborrágico que muestra una ansiedad a veces peligrosa, ya sea por la falta de paciencia o a veces por dar por hecho que todo el mundo tiene que ser tan brillante como para pensar igual, lo que se confunde a veces con cierta soberbia y lo emparenta malamente con Axel Kicillof, Milei se ha enredado demasiado con planes que van y que vienen. Así, le pasó con la dolarización, algo que sirvió como instalación para seducir, pero que ahora se le ha vuelto en contra porque es algo que podría generar más problemas que soluciones. En cambio, el Plan Melconian habla de institucionalizar el bimonetarismo, con libre circulación de pesos y dólares.
En la ocasión, Bullrich parece haber prestado atención a muchos quienes dentro de Juntos por el Cambio –a la inversa que Mauricio Macri- le dicen que el verdadero adversario ya no es Cristina Kirchner y sus delegados, sino Milei y que a él hay que saturar con discurso y propuestas desde los dos flancos más críticos para la sociedad: la inseguridad y la mala economía. Para este último costado es que aparece Melconian y para la cuestión de la seguridad, la candidata misma ha sido más drástica que ninguno. Del otro lado, la tiene a Victoria Villaruel, la postulante a la vicepresidencia, a quien Milei ha dicho que le encargó ese tema, lo mismo que Defensa. Puertas adentro se sabe que, a la inversa de su contrincante, Bullrich no tendrá pruritos de cargos a la hora de polemizar con ella en esta cuestión también vital para la ciudadanía.
En tiempos de relanzamiento de campañas y más allá de los estilos, lo que surge del actual momento es que resulta bastante probable que las próximas elecciones sean las exequias del modelo de feliz reparto, en nombre de gaseosos derechos, que han contribuido a mantener en vigencia varias generaciones de políticos. Con sus diferencias, algunos por convicción y otros por conveniencia, casi nueve de cada diez argentinos que votaron el agosto parece que piden eso y así se están alineando los candidatos: Milei más drástico, Bullrich algo más moderada aunque con la necesidad paralela de retener los votos de Larreta y de la UCR y hasta Massa haciendo equilibrio para adentro de su propia coalición.
Lo cierto es que con su estilo bien agresivo y a veces algo soberbio, el libertario es quien ha contribuido a expresar mejor que nadie el clima de época. Es verdad que su gran lastre es la violencia verbal que ejerce, fruto del autoritarismo en piel que le aflora casi siempre, una copia hacia la derecha del populismo kirchnerista más cerril, pero aún así se ha constituido en referente de la desesperación de muchos ciudadanos.
Esa gente parece que ha comprendido y se supone que está harta del tobogán que le produjo al país durante años la política del despilfarro para beneficiar a una élite de políticos y hombres de negocios prebendarios, muchos de los cuáles ya lo creen ganador. Se observa con claridad como por estas horas el peronismo político lo están infiltrando a Milei o bien que ya hay en la grilla muchos empresarios que lo miran con forzada simpatía para no perderse seguramente el queso por venir: o la reedición maquillada de la actual o bien una futura casta.
Con ese mismo ese estilo de no gastar más de lo que se tiene que había esbozado Macri en su Presidencia, aún con los temores que dejaron todo a mitad de camino, aparece con mucho mayor énfasis el dúo Bullrich-Melconian. Y allí, es donde ahora se alinea también Massa para llegar al balotaje, bien asesorado por un equipo que entiende de economía y con una perspectiva política que sería una reedición disimulada del “volvimos mejores” que tiene el lastre del fracaso de Alberto Fernández. Es probable que el ministro-candidato se amolde a los tiempos quizás algo meloneado por el FMI y por varios amigos de los EEUU, aún a costa de distanciarse de sus socios kirchneristas a quienes ha buscado conformar con un paquete de “platita” que se diluye entre los dedos.
Más allá de los tropezones que tuvo Massa con la idea K del bono a los asalariados, que el sector privado resiste y que hasta varios de los gobernadores e intendentes del palo no van a acatar (aunque dicen que se van a mostrar en un encuentro público con sindicalistas en Tucumán), cuesta un poco creerle ya que es famoso por sus fintas: “no le compraría un auto usado” ha dicho el presidente de Paraguay. Sin embargo, acaba de anunciar que se levanta un poquito el cepo para importadores industriales PYME y hasta dice que va a mandar el Presupuesto 2024 al Congreso con equilibrio fiscal. “Cosas veredes, Sancho”.