Escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsisDigital.com
El neomenemismo libertario
La señora Victoria Villarruel, La Cayetana (Álvarez de Toledo) suele complementar, con comprobada eficacia, a Javier Milei, El C-Boy (león que vence a la manada de leones).
Brinda Villarruel atisbos de solidez a la propuesta disruptiva de la derecha extrema.
Proporciona, aparte, una imagen equilibrada de moderación.
La Cayetana otorga superior confiabilidad a Milei que Luis Petri, El Carucha, a la señora Patricia Bullrich, La Montonera del Bien.
O la que otorga Agustín Rossi, El Invicto, a Sergio Massa, El Profesional.
En los próximos dos meses Milei debe arrastrar la pedantería de la centralidad. Una carga.
Pero la complejidad intelectual de Libertad Avanza adquiere un cierto color.
Al habilitar para Villarruel el ámbito de la Defensa y la Seguridad, Milei impugna la interpretación progresista de la historia contemporánea.
Reproduce el retroceso culposo de 40 años de jactancioso humanitarismo.
Trata una problemática más honda que la extravagancia sobre el mercado de órganos. O la fábula de la dolarización. O el incendio del Banco Central.
Francos es un clásico gentleman. Depara a la casta garantías de convivencia.
A la misma casta que Milei ataca por los medios mientras, en simultáneo, la tranquiliza.
Como ocurre también con la señora Diana Mondino, La Contadora Feliz, anunciada como próxima Canciller.
Aquí, en pleno neomenemismo sin Partido Justicialista, Milei intenta repetir la fórmula de Carlos Menem en 1989 con Domingo Cavallo.
Mingo comenzó como Canciller para enviar al mundo el claro mensaje occidental. Y para privilegiar, en política exterior, la visión diplomáticamente economicista y comercial.
El neomenemismo del libertario se inspira en repetir con Mondino la peripecia de Menem con Cavallo.
Pero se insiste: sin el colchón asegurador de aquel Partido Justicialista que facilitaba el cambio cultural.
(No olvidar que el peronismo es la suma de todo aquello que no es. Ni menemista ni kirchnerista. Ampliaremos).
Duelo de discípulos indirectos de Cavallo
De repente Patricia es la afectada principal. Carga aparte con la presencia inmanente de Mauricio Macri, El Ángel Exterminador.
La Montonera del Bien agotó la artillería en la proeza de vencer a Horacio Rodríguez Larreta, Geniol.
Para ahora parecerse, con precipitación de vencedora, al vencido.
Persiste Patricia con la pólvora mojada. En el medio incómodo. La hora egregia de la castaEntre la recuperación milagrosa de Massa, y la competencia discursiva con Milei (que fascina a su instrumentador, Mauricio).
Entonces Bullrich acierta al designar, como su ministro eventual de economía, a Carlos Melconian, El Académico del Suburbio. Para ser rescatada del naufragio.
La faena titánica de Melconian consiste en brindar detallados fundamentos a la economía, el costado más vulnerable de Bullrich.
Habrá que prepararse entonces para asistir al duelo de los discípulos indirectos de Cavallo. Melconian y Milei.
Pero consta que Melconian no emerge para competir con Milei. Trasciende que, en materia económica, no suele tomar con seriedad sus propuestas.
Son consignas devaluadas para la televisión.
Por quien viene Melconian es por Massa.
Para acabar con el Milagro Massa. Es su prioridad, según fuentes probablemente equivocadas.
Significa confirmar que Melconian es, en Economía, a Bullrich, lo que Francos es en Política a Milei.
Las trascendentes cajas de cristal
Con los sucesivos milagros de artista espectacular de variedades, Massa representa la ficción del peronismo como movimiento popular.
Su primer milagro consistió en llegar a agosto.
El segundo milagro fue transformar en fuerza competitiva el desperdiciado gobierno de La Doctora (que preside Alberto, El Poeta Impopular).
El tercer milagro de Massa es “una noticia en desarrollo”. Consiste en alcanzar el ballotage.
La hora egregia de la castaEl Profesional arrastra la carga del paquidermo dormido pero se recupera milagrosamente.
Lo celebran declarantes que, en la campaña, le producen más problemas que soluciones. Debe distribuir Valiums entre los voceros voluntarios.
Con sus equilibrios en cuerdas junto a incendios, Massa le otorga alguna difusa identidad al gobierno que ya no existe.
Debe prodigarse en convertir en movimiento nacional a la sinfonía de factorías peronistas provinciales y municipales.
Pero ahora todos tienen que encuadrarse. En defensa propia. Aceptar la Massa-dependencia.
Ya no se trata de las PASO tóxicas, el torneo amistoso de verano (en pleno invierno tibio).
Ahora se juegan los porotos, los cargos, los celulares, las secretarías pagadas por el Estado. Las trascendentes cajas de cristal.
Por los concejales para las minigobernaciones y los senadores sustanciales para ocho gobernaciones.
Todos tienen que militar a Massa, aunque lo admiren (o lo detesten) mucho más de lo que lo quieren.
Y aunque sospechen que tarde o temprano, en el fondo, Massita “los va a c…”.
Pero no queda otra alternativa que aceptar que Massa es el mejor que puede presentar la superstición del peronismo.
“¿Y si Massa, con inflación y todo, gana?”, se pregunta el distante minigobernador de la Tercera.
Sería, en efecto, el último milagro.
Ofendida y humillada
Al margen de lo que se discuta en las ociosas reuniones del edificio de Mitre, los buscapinas del bunker tendrían que dirigirse, en especial, a la militancia.
Tarea reservada para El Invicto. Y para los adherentes de La (Agencia de Colocaciones) Cámpora.
Deben cederle al ministro candidato el campo libre para competir con Milei y Bullrich por la gestación del proyecto capitalista. Con la invariable justicia social.
Los que saben que, con el peronismo, siempre les fue bien. «La hicieron».
Aunque durante las presentables sobremesas del country corresponda socialmente denigrar la cultura peronista.
Transcurrido ya el torneo amistosamente olvidable de las tóxicas (que solo sirvieron para obturar a Larreta) llega la hora egregia de la casta.
Es entonces el turno de la casta. Ofendida y humillada como en la obra de Dostoievsky.
Debe reaccionar ante el fenómeno superficialmente inflamado.
El octubre imperdonable de Walsh (María Elena), pero apasionante para la política, aguarda el resultado.
El tercio triunfante en la pugna de «los tres tristes tercios» (prestados por Cabrera Infante).