Han pasado apenas dos semanas desde las PASO y allí andan los tres candidatos principales con sus respectivas cruces a cuestas. Patricia Bullrich tratando de asimilar el golpe de realismo que le propinó la elección, ya que haber quedado segunda en los últimos metros de la carrera, debido a muchos errores de Juntos por el Cambio en la interna, le desvencijó toda la estantería, mientras que, a la inversa, Javier Milei nunca se imaginó ser el niño bonito de la elección, nunca tan apetecible como cuando la moda hace lo suyo y pone el producto en la vidriera, más aún con un noviazgo mediático de por medio. Le cuesta digerir el triunfo todavía y se debate entre lo que tiene que hacer y lo que le conviene.
En tanto, Sergio Massa ha defendido como pudo los trapos de Unión por la Patria cargado de inconsistencias, ya que el ministro- candidato tiene que convivir con los deseos de todo el kirchnerismo de mejorar los ingresos y con las necesidades acuciantes que le impone la economía. Tuvo que devaluar y cómo. Sin un plan como ancla, el salto cambiario duró poco y nada, el blue se lo devoró y se trasladó sin remedio a los precios. Para colmo, en vez de ver cómo achicar el daño, el ministro se preocupó de inmediato de hablar de “compensaciones” (suma fija, paritarias, jubilaciones y planes, control de precios, etc.) que no terminan de salir. Es paradojal, pero ese salto tan abrupto le ha puesto un poco más de romanticismo a la dolarización, algo que ahora Milei ha terminado de ratificar –como otras tantas ideas de usar la motosierra- que no puede ser algo inmediato.
Como contraparte del asunto, a todo esto hay que sumarle el tutelaje bien duro del FMI, el mismo que Massa dice que no defiende pero acata aunque le digan que el Programa “descarriló”, tal como ha surgido de los papers del organismo tirados a la cancha casi como retruque público al oficialismo. El reporte de los técnicos y los dichos de Georgieva tienen múltiples pedidos de ajustes (menor déficit con aumento de tarifas y contención de los aumentos de jubilaciones y de salarios estatales), a la inversa de lo que prometió el ministro, situación ésta que seguramente le habrá provocado acidez a Cristina Kirchner y también erizado los pelos a Juan Grabois y a sus votantes.
Más allá de lo que le genera a Massa su elegida postura de doble sombrero, un ministro que como candidato ahora habla de la peregrina idea de gobierno “de unidad nacional” si él es Presidente, éste ha sido un tiempo de rearmado para todos que algunos usaron para salir del shock electoral y otros para asimilar el espaldarazo ciudadano, pero que hasta el momento sólo se ha manifestado en atisbos de lo que será la campaña. Si bien ninguno de los tres ha reformulado de momento del todo sus estrategias es evidente que Bullrich es la que más tiene por hacer al respecto, ya que el libertario navega todavía en las mieles del triunfo y, además, ya se sabe, equipo que gana no se toca.
Este es el escenario que aparece por delante de los ojos y, por lo que se observa, recién ahora los candidatos empiezan a subirse al ring de verdad. En primera instancia, lo que se espera casi naturalmente, es que dos de ellos busquen una alianza seguramente tácita para ir contra el tercero y dejarlo afuera del balotaje. El único que cree y pregona que el milagro del arrastre, a partir de sumar a quienes no fueron a votar y a los desencantados de otros espacios, lo puede llevar arriba de los 40 puntos en octubre, con 10 de diferencia al segundo, lo que impediría esa instancia, es Milei.
En tal polarización, hoy Bullrich parece la Cenicienta del cuento, ninguneada por sus competidores. Hubo en estos días muchos detalles que acercaron a Milei y a Massa en un juego de pinzas en el que quedaron emparentados. El primero fue un desacierto estratégico notable del libertario con la Ley de Alquileres. Podrá decir lo que quiera del periodismo que lo expresó en titulares, pero por vender que él y sus dos diputadas votaron a favor de su ideario (que no haya Ley y que inquilinos y propietarios se arreglen solos) se pegó mal con el kirchnerismo que no quería modificar el fondo de la cuestión.
Haber votado a favor –tal como salió la media sanción con baja de tres a dos años de contrato y posibilidad de readecuación cada cuatro meses si las partes lo desean, algo mucho más liberal que lo actual- lo hubiese dejado en mejor postura frente a muchos ciudadanos que necesitan que esa nefasta norma que contribuyó a elevar los precios y a reducir al mínimo la oferta de viviendas en alquiler se termine. Pero sobre todo lo hubiera despegado del papelón. Obnubilado, el candidato no pensó políticamente y por ponerse enfrente de JxC se mostró, para su mal, como un inflexible ortodoxo y dejó en claro que, si es gobierno, con los diputados y senadores que cosechará no va a poder tener, al menos durante dos años, la manija del Congreso y que necesitará negociar.
Pero hubo más, porque mientras esto sucedía en Diputados, Massa decía en Washington, tras el desembolso del Fondo que le vino a sacar las papas del fuego, que allí le habían comentado que los economistas de Juntos habían solicitado “no darle nada al país”, mientras destacó la postura “colaborativa” de Milei. Sin mayores vueltas, al día siguiente el libertario tomó ese comentario para hacerlo suyo y se floreó, otra vez pegado al oficialismo, para machacar contra Bullrich como si no supiera que el ministro es de palabra fácil y que habitualmente sus dichos tienen que ser cotejados varias veces.
El caso del eventual ingreso a los BRICS fue otro ítem de la semana y un desacierto político del Presidente no tanto por la presencia de Irán o de Rusia, sino por haberlo anunciado con toda pompa y a destiempo tal como si fuera hecho consumado, algo que deberá ratificar su sucesor. Allí, Milei y Bullrich se manifestaron en contra, pero Massa no fue tampoco demasiado enfático al respecto, quizás pensando en sus amigos de los EEUU que buena mano le dieron con el Fondo. Aunque allí sí fustigó a Milei cuando dijo que, si no es del comercio, “de dónde cree que van a salir las divisas para una dolarización”.
En la paranoia de los políticos, el massismo cree que Fernández quiso embretarlo y lo mismo piensa el ministro de los dichos de la portavoz Gabriela Cerruti cuando culpó a los trolls de Milei de inventar la situación: “no hay tales saqueos: hay rumores y agitación a través de grupos de WhatsApp profundamente antidemócraticos”, dijo por Twitter. Luego se supo que hubo 150 intentos de saqueos en el Conurbano y 94 detenidos. Para bronca de Massa, Cerruti es incombustible.
Entre tanto romance por conveniencia, Bullrich parece haber sacado fuerzas de sus debilidades y se ha plantado con tres líneas de acción a la espera del hada que la deposite en la competencia final: mostró fuerza amalgamada de todo el espacio con multitudinaria foto incluida y un apoyo enfático y público de Horacio Rodríguez Larreta, mientras espera que su espacio gane las elecciones para gobernador en Mendoza, Chaco y Santa Fe. También es casi seguro que va a designar a Carlos Melconian como futuro ministro de Economía, alguien a quien, por versación económica y sencillez comunicacional, le da la talla para debatir con Milei. Si se le da y se cuelga del balotaje, irá por el zapatito de cristal.