Catorce de julio de 2020. Ese día marcó un antes y un después en el gobierno de Alberto Fernández, a pesar de que había asumido poco tiempo antes, el 10 de diciembre de 2019. Ese día el hombre al que había elegido Cristina Kirchner para llevar adelante las riendas del país cometió uno de sus errores más evidentes. Estábamos en plena pandemia y en el país ya se discutían fuertemente las políticas sanitarias que llevaba adelante el flamante gobierno justicialista para intentar frenar la Covid. Y lo que más se discutía era la situación del encierro. Fernández había decretado el Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO) y los argentinos estábamos forzados a mantenernos en nuestros hogares. No podía haber salidas, reuniones, fiestas ni, incluso, actividades deportivas. Nada. Pero ese 14 de julio algo se rompió, evidentemente para siempre. Ese día es el cumpleaños de Fabiola Yáñez, la pareja del presidente. Y pocas horas después se viralizaron imágenes que rebasaron el vaso de la paciencia. La Primera Dama había organizado una fiesta en la mismísima residencia de Olivos, mientras los argentinos permanecían encerrados. Y bajo esas circunstancias, algo se rompió y la confianza se desplomó.
Antes de las PASO que protagonizamos el domingo, 27 encuestadoras trabajaron para los distintos frentes. Ninguna acertó lo que sucedería. Si bien tuvieron cifras cercanas a lo que se manejaba en cuanto a los tercios que separarían a las distintas fuerzas, el posicionamiento fue sorprendente para ellas. Las 27 auguraban una pelea entre Unión por la Patria y Juntos por el Cambio para el primer y segundo puesto, con la aparición de Javier Milei para completar el podio. Por eso el domingo, apenas cerraron las mesas de votación comenzaron a pronunciarse palabras como “sorpresa” o “batacazo”. La pregunta es ¿para quién fue una sorpresa? ¿A quienes buscaron las consultoras para hacer sus proyecciones? Evidentemente su universo no fue el mismo en el que viven los argentinos.
Mucho se ha hablado en los últimos días de la influencia del resultado de la votación de los jóvenes. Y de que fueron ellos los que finalmente inclinaron la balanza hacia Milei. Se escucharon críticas de diversos sectores contra una parte de los electores que justamente está haciendo sus primeras armas en contiendas electorales. Y esos juicios parecen desacertados. ¿Qué se le puede reclamar a los jóvenes si desde hace años se viene reclamando una renovación de la política y el ex arquero de Chacarita encarna justamente esa versión? ¿Qué se les puede exigir si los más grandes nos pasamos horas discutiendo sobre política y palabras como “corrupción”, “inflación”, “desánimo” e insultos de los más variados aparecen siempre sobre la mesa, con los más chicos como testigos? Acaso el de los adolescentes fue el voto más sincero de todos, y tal vez también sin medir consecuencias pero fueron sinceros con la situación que viven a diario. En la calle se advierte una sensación de hartazgo, de preocupación, de hastío tal vez comparable a lo que sucedió en 2001 aunque, por ahora, por suerte sin llegar a los extremos que terminó en los nefastos días de diciembre de ese año.
¿Qué esperanza les puede dar a los argentinos votar a un candidato que es ministro de Economía desde hace un año y que no sólo no puede dominar a la inflación, si no que además está siendo subyugada por ella? ¿Qué puede llegar a cambiar Sergio Massa que no haya hecho hasta ahora para resolver el máximo problema de los argentinos que vieron cómo, después de votar, se devaluó su salario en un 20%? ¿Qué cambios puede promover realmente Patricia Bullrich para sacarnos de este pozo si fue parte fundamental del gobierno de Mauricio Macri que también dejó innumerables promesas sin cumplir? ¿Podrá realmente Milei con su política de shock sacar a flote un barco que ya tocó el lecho del mar? ¿Tiene realmente las herramientas y la fuerza suficiente como para aportar soluciones en un país donde la incertidumbre se transformó en una sensación permanente? De seguir este razonamiento, el grueso de los votantes del domingo ¿quieren que se dolarice la economía? ¿quieren que se dinamite el Banco Central? ¿quieren que se cierren 12 ministerios? ¿quieren que haya libre portación de armas? ¿quieren vouchers para pagar la educación? ¿quieren que se elimine la obra pública? ¿pretenden que se legalice el mercado de venta de órganos? ¿quieren que haya un libre mercado para acceder a la salud pública? Hay dos respuestas, o sí, o muchos de los que lo votaron no conocen su plan de gobierno y sólo se quedan con su imagen arrolladora frente a un micrófono.
Y mientras todos piensan en lo que vendrá, en Argentina tenemos un presidente absolutamente ausente, y un presidente virtual, encarnado en Massa. La última aparición pública de Fernández fue el domingo a la noche cuando, vía Twitter, felicitó a sus candidatos, agradeció a los que fueron a votar y dejó una corta reflexión: “hemos oído la voz del pueblo”. Como mínimo la escucha fue tardía. Pero, para peor, no pasaron más que algunas horas de este reconocimiento cuando el ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, lanzó una de sus habituales bravuconadas: “si Milei hace lo que dice va a tener muertos, va a tener sangre”. Un discurso que no hace más que alimentar el fuego con combustible.
La pregunta, se insiste, es por qué votaron a Milei, un verdadero extraño en la política. Y tal vez la respuesta esté en los índices de pobreza que sufre el país. Milei arrasó en los sectores más pobres del país. La memoria es una buena consejera. Si en los últimos ocho años, con dos gobiernos de distintos colores la pasamos mal, ¿por qué deberíamos volver a votarlos ahora cuando cada vez más argentinos pasan hambre?
La incertidumbre seguirá primando en los próximos meses. Quedan 64 días para las elecciones generales, y el escenario de un muy posible balotaje se dará el 19 de noviembre. Peor aún, la asunción del nuevo presidente será el 10 de diciembre. Mucho, demasiado tiempo debe pasar aún para comenzar a tener algunas definiciones. Mientras, los candidatos intentarán seguir diciéndonos que cada uno de ellos es la mejor solución para este problema.
El martes, en medio de esta vorágine, llegó la buena noticia de que Charly García ya estaba en su casa luego de superar otro delicado estado de salud. El genio, como sólo los genios saben hacerlo, se adelantó a su tiempo. En 1984 escribió “Promesas sobre el bidet”: “Porque me tratas tan bien, me tratas tan mal. Sabés que no aprendí a vivir. A veces estoy tan bien, estoy tan down. Calambres en el alma. Cada cual tiene un trip en el bocho. Difícil que lleguemos a ponernos de acuerdo”.