En menos de un mes se registraron dos homicidios a dos cuadras de distancia en el barrio 143 Viviendas, y en circunstancias similares: dos jóvenes con problemas de adicción fueron ultimados por dos transas que operan en el mismo lugar. Tal la información que se publicó en nuestro diario el sábado pasado, un día después del último crimen.
El 143 Viviendas es uno de los vecindarios erigidos para reubicar a los habitantes de vecindarios vulnerables capitalinos, como El Triángulo, Villa Piolín, Juan XXIII y El Sifón, entre otros, algunos de los cuales fueron reconvertidos en espacios urbanos como plazas –caso de Villa Piolín-, mientras que en otros el traslado poblacional sirvió como estrategia frente al crecimiento caótico de los viejos vecindarios. Así, el 143 viviendas fue un alivio urbano que en su momento debió haber sido objeto de estrategias de planeamiento frente al traslado al sector de la vulnerabilidad de la población reubicada. Esto es, dificultades en la convivencia, falta de servicios adecuados traducidos en cierto abandono del Estado.
En el barrio funciona desde 2019 un Cepla, oficina constituida por un equipo de psicólogos, trabajadores sociales, operadores terapéuticos y administrativos para brindar atención individual y grupal a personas con consumo problemático de sustancias, como así también asesoramiento para sus familias y amigos. Aunque la impresión recogida en el vecindario es que la circulación de drogas a diario no tiene que ver solamente con consumos problemáticos, sino que hay violencia y venta desembozada. “Esto es de nunca acabar. Mucho no se puede hacer porque te tirotean la casa sin problemas”, explicó una vecina. “Por la noche esto es tierra de nadie. Ves a los ‘piperos’ dando vuelta como zombis y escuchás los tiros”, añadió su pareja.
La información sobre el homicidio anterior, del 16 de julio, daba cuenta de las dificultades para investigar la tragedia porque se suponía que la familia bajo sospecha es vendedora de sustancia y todas las personas que podían dar testimonio eran clientes o “empleados” para la transacción de sustancias. Todo lo cual daba la dimensión de la emergencia que se vive en la zona, donde, al decir de los vecinos asustados, reinan los transas en las calles.
La degradación del área sur ya se ha visto en la larga historia de abandono a lo largo de una década del Manantial Sur durante su construcción, que aún no ha concluido a causa de que 1.000 viviendas han sido vandalizadas. En el sector sólo hay una comisaría, la 15ª que, con unos cinco policías de servicio por día, apenas se ocupa de atender algunos de entre muchos problemas, funciona como depósito hacinado de personas detenidas.
Planteadas así las cosas, convendría analizar los datos del funcionamiento de estas instituciones en el marco de un programa amplio de Desarrollo Social, a fin de encarar estrategias frente a la crisis de una amplia zona del sur capitalino, que crece aceleradamente al mismo tiempo que se ve amenazada por la degradación de la vida comunitaria.