En nuestra vida cotidiana, es fácil pasar por alto la importancia de alimentarse correctamente. Sin embargo, la forma en que nos alimentamos tiene un impacto significativo en nuestra salud, bienestar y calidad de vida en general. La alimentación adecuada no solo proporciona los nutrientes necesarios para el funcionamiento óptimo de nuestro cuerpo, sino que también influye en nuestro estado de ánimo, niveles de energía y capacidad para enfrentar los desafíos diarios.
“El mundo de la alimentación cambió: la comida se percibe cada vez más como un ilícito, creció la demonización de ciertos grupos de alimentos, surgió y se generalizó el etiquetado, aparecieron nuevos actores que se postulan como expertos en nutrición aunque no lo sean, se crearon los primeros alimentos sintéticos que imitan alimentos percibidos como nocivos para la salud de las personas o el planeta (la notfood)”, dijo a LA GACETA Mónica Katz, médica especialista en nutrición y autora de “Somos lo que comemos”.
“Describimos el panorama de la alimentación actual y nos metemos de lleno en el etiquetado, que es un tema del que se habla mucho pero se sabe poco. Comparamos los distintos modelos que se utilizan en distintas partes del mundo, señalamos algunas deficiencias del modelo que adoptó la Argentina y explicamos por qué la información no es suficiente cuando se trata de cambiar hábitos a largo plazo”, subrayó.
“Vivimos en un campo de guerra donde lo que se disputa es la atención de las personas. Tenemos disponible una cantidad inmensa de información y esa demasía nos puede llegar a confundir. A esto se le suma el hecho de que tendemos a consumir aquel contenido que nos entretiene o nos emociona, que no es necesariamente el de mayor calidad ni el más confiable. Hace 10 años analizábamos el rol de la publicidad y de los medios en los discursos en relación con la nutrición y hoy el fuerte está en las redes sociales, porque es ahí donde encontramos esos estímulos”, reflexionó la periodista y docente Valeria Sol Groisman, que colaboró con la redacción del libro.
“Los influencers se convirtieron en actores decisivos a la hora de motivar el consumo de alimentos y la adopción de estilos alimentarios o dietas de moda. Mientras que a los profesionales de la salud se les exige una matrícula para hablar de salud, famosos, pacientes recuperados o personas con capacidad de comunicar de manera atractiva pueden recomendar patrones de alimentación e intervienen en la gestión de lo público sin apoyarse en evidencia científica”, advirtió.
-¿Qué ven en el consultorio y en las charlas sobre la relación de las personas con la comida?
- (Mónica Katz - MK) Recibimos dos tipos de pacientes muy marcados: adultos obsesionados con su cuerpo y con las dietas o negadores de la obesidad como enfermedad y sus consecuencias. Ahora, en general, lo que prevalece es la latencia y la procrastinación para el cambio de hábitos. Cuesta mucho modificar la manera de comprar, cocinar y servir. Continúa muy arraigada la costumbre de comprar de más, sobre todo en este contexto de inflación, de cocinar de más por la falta de tiempo y de llevar grandes fuentes de comida a la mesa. Esto lo veíamos hace 10 años, cuando escribimos el primer libro y seguimos igual. Vemos analfabetismo emocional: nos cuesta reconocer las emociones que nos llevan a comer sin hambre real. También baja empatía de muchos adultos que no comprenden que sus brazos alcanzan y no deben calmar con comida a sus hijos. Luego esos chicos, convertidos en adultos, comerán cada vez que sientan temor, soledad, aburrimiento, ansiedad. Notamos que aún persiste la idea de que se puede comentar sobre el cuerpo de los demás, cuando hacerlo es violencia simbólica, y que hablar de dietas hace daño.
- (Valeria Sol Groisman - VG) Los chicos y los adolescentes aprenden y se informan a través de redes como TikTok. Aprenden a relacionarse con su cuerpo y con el alimento a través de las redes. Hay que asumir una actitud crítica frente a los discursos a los que nos exponemos, aprender a desmalezar, y eso debería ser parte de la currícula en las escuelas.
- ¿Se enseña a comer con el ejemplo?
- (MK) Te cambio la pregunta: ¿Se aprende a comer a través de lo que vemos? Sí. Hay algo que se llama aprendizaje social. Los chicos aprehenden una cultura, unas tradiciones culinarias, unos estilos alimentarios de acuerdo al entorno en el que crecen. Muchas veces vemos en el consultorio chicos que tienen neofobia, miedo a incorporar alimentos que no conocen o no les resultan familiares, y eso se debe a que en su casa no hay variedad, no se les ofrecen distintos menús. También vemos que los adultos no respetan las señales de saciedad de los chicos. Los obligan a terminar el plato, y los platos a veces responden a porciones para adultos. Cuando un chico deja de comer en general es porque no tiene hambre. Si los adultos los forzamos a seguir comiendo, les enseñamos que está bien comer aunque el cuerpo no lo necesite. Por último, como dije antes, falta entrenar en gestión de las emociones. Ayudar a los chicos y las chicas para que no confundan aburrimiento o ansiedad con hambre.
- ¿Cuánto influyen el ritmo de vida y las modas en la alimentación?
- (VG) Vivimos tiempos acelerados en nuestro cotidiano. La dieta de moda hoy puede ser reemplazada por otra diferente en unos meses o en unas semanas, igual que el alimento de moda: ahora es la palta, antes fue la rúcula, mucho antes la albahaca. Las tendencias son como olas que suben y bajan. Creo que tenemos que hacer caso a lo que nos hace sentir bien a nosotros y no estar tan pendientes de lo que se usa, lo que es mainstream, lo que suena cool o lo que promete resultados mágicos. La magia más eficaz es recorrer sostenidamente un camino posible.
- ¿Cuánto soluciona o colabora la Ley de Etiquetado Frontal a una alimentación sana? ¿Es suficiente o qué más se puede hacer?
- (MK) La ley, tal como se aprobó, no es suficiente para reducir los niveles de obesidad que se registran en el país. Hay muchas cosas más que se pueden hacer. Por ejemplo, colocar un código QR en todos los alimentos y que ese código ofrezca al acceder información de calidad, incluso en los alimentos que se venden, regalan u ofrecen en las escuelas o las empresas. De lo contrario, solo estaremos informando sobre el 50% de lo que comemos. Es importante comunicar el hecho de que el etiquetado frontal actual solo alcanza los alimentos envasados: los recién elaborados y aquellos que preparamos en casa también incluyen nutrientes críticos.
- (VG) La Ley de Etiquetado Frontal es básicamente educación y comunicación. El etiquetado debería ayudar a elegir mejor y podría simplificar la comunicación con un modelo que facilite el reconocimiento de lo que es saludable y de lo que no.
EL ABC de una alimentación saludable
“Una alimentación saludable es completa: abarca todos los grupos de alimentos. Es variada: incluye diversos alimentos de cada grupo. Es balanceada: debe respetar cierto equilibrio entre cereales, grasas, proteínas, frutas, verduras y lácteos. Debe ser placentera y compartida, porque somos seres sociales. Debería ser cada vez más sustentable: menos carne y más legumbres, que no solo son saludables sino que nutren la tierra para cultivos posteriores. Y, además, tiene que ser sostenible en el tiempo: si tu plan alimentario no se lo darías a tu hijo o hija de cinco años o a tu abuela o madre de 80 años, entonces no es saludable”, dijo Katz, médica especialista en nutrición, presidente de la Sociedad Argentina de Nutrición y autora de “Somos lo que comemos”.