Pasaron 21 años. Procedimientos en todo el país, e incluso fuera del mismo, con allanamientos, secuestros y detenciones. Hay 10 personas condenadas. Pero la principal pregunta aún no tiene respuestas: ¿dónde está Marita Verón? Viva o muerta, aún nadie pudo decir qué pasó con la joven que desapareció el 3 de abril de 2002 cuando se dirigía a la Maternidad. Y desde el primer momento una palabra sobrevoló el caso, con distintas variantes: mafia. Una mafia, aún no está claro de qué tipo, se apoderó de Marita y la hizo desaparecer. Desde ese fatídico día nada se supo de ella y aunque hubo mil hipótesis no se comprobó ninguna.
A Marita la vieron en todos lados. Que estaba en Río Negro, que vivía en España, que había cambiado su identidad en Canadá, que residía en el norte de Brasil, que había llegado a Venezuela, que había cruzado a Uruguay, que se escondía en Chile. Cada tanto, alguien aseguraba haberla visto. Pero nunca hubo pruebas de que Marita realmente estuviera con vida. Es más, la enorme mayoría de los operativos que se realizaron tendían a encontrarla fallecida, con decenas de excavaciones a lo largo y ancho del país. Lo reconoció su madre, Susana Trimarco: una de las posibilidades es que estuviera muerta. Es que ese es el enorme interrogante que rodea a un caso que marcó profundamente la historia policial de la provincia y del país por las repercusiones que tuvo, incluso en la política: qué pasó con ella.
La investigación judicial demostró que Marita fue secuestrada por una red de trata de personas. La primera semana de abril de 2014 se condenó a 10 personas. Los camaristas Emilio Páez de la Torre, Dante Ibáñez y Juana Juárez sentenciaron, entre otros, a 22 años de prisión a José “Chenga” Gómez y Gonzalo Gómez por el secuestro de Marita y su sometimiento a la prostitución. También le dieron 18 años de prisión a Daniela Milhein, acusada de mantenerla cautiva para su explotación sexual. La misma pena recibió Alejandro González. Carlos Luna y Pascual Andrada recibieron 17 años de prisión; 15 años, Azucena Márquez; 12, Humberto Derobertis y diez años, Mariana Bustos y Paola Gaitán. Según confirmó la Corte, Marita fue secuestrada el 3 de abril de 2002, retenida primero en una casa de la capital tucumana y luego trasladada a La Rioja, donde fue obligada a prostituirse. Pero para la madre de la víctima, las responsabilidades no se terminaban allí. Siempre apuntó como principales responsables del ataque a los miembros del Clan Ale, y sobre todo a sus entonces líderes, Angel y Rubén, pero la Justicia no pudo confirmar esto. Sí condenó a ambos y a otras 11 personas. El 18 de diciembre de 2017, el Tribunal Oral Federal de Tucumán los sentenció a 10 años de prisión y una multa de $ ocho millones como autores de los delitos de “lavado de dinero proveniente de la usura, la extorsión, la explotación económica del ejercicio de la prostitución y el comercio de estupefacientes, y por asociación ilícita en carácter de jefe”. Otra vez, la sombra de la mafia.
Trimarco, en su búsqueda, tocó intereses muy fuertes. Sobre todo en esa época en la provincia la reducción a la prostitución de cientos de mujeres era moneda corriente. La madre de Marita logró cambiar todo esto. La ley fue modificada, y de a poco los prostíbulos que florecían en la provincia fueron desapareciendo. Hoy las redes sociales modificaron aún más ese negocio, que sigue siendo uno de los más lucrativos del mundo. Pero Trimarco se ganó enemigos importantes.
Ahora un nuevo testimonio fortalece la idea de que el hampa, con múltiples tentáculos sobre todo en esa época, estuvo involucrada en la desaparición. Una persona aseguró que había una carpeta con fotos del cuerpo de Marita que había sido utilizada como medida de extorsión “en medio de peleas gremiales”. Ayer Susana Trimarco involucró al ex titular del Sindicato de Luz y Fuerza, Julio Luna (fallecido), en la investigación y aseguró que en las fotos se advertía que el cadáver había estado en el sanatorio Luz Médica, perteneciente al gremio. Todo esto fue negado por el hijo del fallecido sindicalista, del mismo nombre, quien igualmente se mostró predispuesto a colaborar con la Justicia. Pero la pregunta se impone: ¿puede haber una carpeta con ese material altamente comprometedor guardada durante tanto tiempo? ¿En todos estos años nadie habló sobre esa documentación? ¿Qué tipo de extorsión se estaba llevando adelante con algo tan sensible como fotos de una mujer muerta a la que buscan en todo el mundo? Si las denuncias de Trimarco siempre apuntaron al clan Ale, ¿cuál era la relación entre los miembros de ese clan y Luna, un sindicalista poderoso en la provincia? ¿Cuánta gente sabía de la existencia de esas fotos? Según Trimarco y sus abogados, Carlos Garmendia y José D'Antona, al menos 10 personas ya prestaron declaración y dijeron tener conocimiento de la existencia de esa carpeta. Siempre que se habla de mafia, de hampa, hay una estrecha interrelación con el poder. Así como en el caso de Paulina Lebbos se llegó a la conclusión de que había una red de encubrimiento dentro mismo de la Casa de Gobierno y en la Justicia (que derivó en condenas de funcionarios y hasta del ex fiscal Carlos Albaca), el caso de Marita Verón, en caso de corroborarse esta nueva pista, pondría en escena un entramado que podría ir mucho más allá de redes de trata de personas. Al menos, si esa carpeta existe, podrían estar vinculados al caso satélites del poder en ese momento, como sindicalistas. Ayer lo adelantaron en la Fundación “María de los Ángeles”. “Luz Médica es uno de los lugares donde estuvo Marita Verón; ese sanatorio pudo haber sido el lugar donde terminó, pero hubo otros lugares donde estuvo antes”, explicaron los abogados. Y agregaron: “se trata de una investigación que, quizás, comience a hacer más compleja situación para las personas que pueden resultar imputadas, nombres que vayan a hacer mucho ruido en la sociedad”. Uno de los rasgos distintivos de la mafia es el pacto de silencio. La famosa “Omertá”. En este caso, el contrato lleva más de 20 años y es muy difícil romperlo.
En el entorno de Trimarco no tienen dudas. La carpeta existe. Las fotos son reales. Esto puede significar sólo una cosa y es que Marita sufrió el peor de los destinos. Hoy, al menos, su familia tiene esa certeza. “No vamos a parar hasta que uno por uno pague lo que ha hecho con mi hija. La gente que ya está presa y la que falta que esté presa estaban ensambladas, todo era una sola cosa”, dijo ayer Trimarco. Las mafias lograron no sólo secuestrar a una joven que podría haber sido la hija de cualquier ciudadano, sino también asesinarla y ocultar pruebas durante más de 20 años. Ese poder sólo lo tienen algunos. Ahora sólo falta saber quiénes son.