BELÉM, Brasil.- Los ocho países que comparten la selva amazónica celebraron ayer y hoy una cumbre en Brasil por primera vez en 14 años, con planes para tratar de cooperar a través de sus fronteras en la lucha contra la deforestación, la protección de los pueblos indígenas y el desarrollo sostenible frente al cambio climático.
El encuentro de los miembros de la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA) en la ciudad brasileña de Belém, situada en la desembocadura del Amazonas, buscaba acordar un pacto regional para detener la deforestación en 2030, acabar con la extracción ilegal de oro y cooperar en la vigilancia transfronteriza de los delitos frente el medio ambiente.
Asistieron los presidentes de Bolivia, Brasil, Colombia y Perú, mientras que Venezuela, Ecuador, Surinam y Guyana enviaron otros representantes. Además, asistieron altos funcionarios de Estados Unidos y Francia.
Uno de los puntos más calientes de la cumbre será la discusión sobre la posibilidad de establecer proyectos de explotación de hidrocarburos en el Amazonas. El presidente de Colombia, Gustavo Petro, lleva la postura más radical: pide prohibir la extracción y eliminar la deforestación.
El mandatario Luiz Inácio Lula da Silva se comprometió en campaña el año pasado a convocar la cumbre, como parte de su intento de restaurar el liderazgo medioambiental de Brasil después de que la deforestación creció bajo el mandato de su predecesor Jair Bolsonaro.
Una fuente del Gobierno brasileño dijo que la declaración de Belém probablemente incluirá mecanismos de financiación para el desarrollo sostenible, disposiciones para incluir a los líderes indígenas en la formulación de políticas y estrategias compartidas para hacer frente a la deforestación.
Antes del inicio de la cumbre se realizaron en esa misma ciudad los “Diálogos Amazónicos”, en los que representantes de movimientos sociales e indígenas, centros de investigación y organismos gubernamentales de países amazónicos elaboraron sugerencias para que sean debatidas en el encuentro.
La posibilidad de alcanzar un acuerdo para poner fin a la deforestación antes de 2030 dependerá probablemente de Bolivia, donde la destrucción se ha disparado recientemente debido a los incendios y a la rápida expansión de la agricultura.
Raoni Metuktire, jefe indígena de la Amazonia brasileña, instó a los jefes de Estado de la región a que redoblen sus esfuerzos para preservar la selva tropical, vital para la supervivencia de su pueblo y para el clima mundial. Contó que su pueblo está sintiendo el impacto del cambio climático. “Muchos ríos se están secando. Estamos pasando mucho calor y la temperatura en los pueblos es muy alta, y llueve poco”, afirmó.
Raoni añadió que las amenazas a la selva tropical han disminuido desde que Lula da Silva asumió como presidente en enero, pero el peligro para los indígenas es ahora el Congreso brasileño, donde los grupos de presión agrícolas impulsan una ley para poner fin a un mayor reconocimiento de sus tierras ancestrales. “Hay muchas comunidades indígenas que no tienen demarcación y aunque el presidente está a favor de demarcar las tierras indígenas, lo que más oigo son amenazas, discursos y declaraciones contra la demarcación en el Congreso”, dijo en una entrevista.
El líder comunitario, una figura inconfundible con su gran placa labial y su tocado de plumas amarillas, es jefe del pueblo kayapo, un grupo indígena que vive a orillas del río Xingu, donde las llanuras de la sabana se encuentran con la selva amazónica.
Su reserva, el Parque Nacional de Xingu, está rodeada de plantaciones de soja y ganaderías en expansión que secan los ríos, contaminados por los buscadores ilegales de oro.
La Amazonia un recurso fundamental para frenar el cambio climático. Y, aunque la deforestación es su principal amenaza (se calcula que ya perdió el 13% de su superficie original), el otro costado del problema es la presencia criminal en el 70% de los municipios amazónicos. Se ha detectado una red de narcotráfico, de comercio ilegal de recursos como madera y minerales y de trata de personas, con integrantes de varios países, de la que participan grupos guerrilleros, bandas urbanas de Brasil, que tienen un enorme impacto ambiental y social. (Reuters-Especial)