Carlos Duguech
Analista internacional, para LA GACETA
Un solo hombre ha nacido, un solo hombre ha muerto en la tierra. Así encabezaba Borges su poema Tú. Una percepción y esta cita poética sugieren iniciar así esta columna: un solo hombre, Adolf Hitler, encendía el primer fósforo de lo que fue una fogata mundial; y un sólo hombre, Robert Oppenheimer (hoy más conocido por la película sobre él que se ve en casi todo el mundo) inventó el fósforo atómico que marcó el inicio de una era de destrucción y muerte nunca antes ocurridas, hoy pendiente de decisiones de los dueños de los nueve arsenales nucleares en el mundo (Estados Unidos, Rusia, Gran Bretaña, Francia, China, Israel, Pakistán, India y Corea del Norte).
“Me he convertido en muerte, el destructor de mundos”, expresiones del padre de la bomba atómica, el extraordinario físico estadounidense cuando advierte que su creación tiene ese potencial. Claro que Oppenheimer ese 16 de julio de 1945 -cuando ensaya en “prueba de laboratorio” la primera explosión atómica en el desierto de Nevada (Estados Unidos)- intuye lo que le esperaba a Japón, el último frente caliente de la II Guerra Mundial. Era necesaria, ahora, la “prueba de campo”. El modo de saber cómo se comportaba.
Lo pensó y lo decidió Harry Truman, y eligieron cuatro ciudades (Hiroshima, Kokura, Nagasaki y Niigata) a las que se preservó de bombas incendiarias, para no malograr la prueba de campo. La bomba de uranio (en el aire) y la de cobalto (en el suelo). Dos “pruebas de campo”. La primera, en Hiroshima y la segunda en Nagasaki. Japón estaba incendiado antes con las miles de bombas incendiarias lanzadas desde los poderosos cuatrimotores B29.
Jamás Estados Unidos podría haber encontrado ocasión más oportuna para sus pruebas de campo y para constatar con ello el calibre de efectos de esas bombas. En esta era nuclear se dio y se sigue dando la paradoja del arma más destructiva con cero utilización. Y modernizadas y guardadas, pero en expectativa.
Vladimir Putin es casi el único presidente de un país nuclear que se atrevió a la amenaza nuclear en los últimos veinte años.
Ucrania atacada
El 24 de febrero de 2022 el mundo estaba azorado frente a lo que parecía un gigante (Rusia) aprovechándose de un país vecino (Ucrania) y pretendiendo disfrazar su acometida guerrera como una acción que no era una “guerra”. Hasta prohibió, Putin, que en su país se mencionara esa palabra.
Casi todo el tiempo eran ataques de Rusia a Ucrania. Los ucranianos en armas sólo se defendían. O atacaban a rusos en zonas conquistadas por el ejército de Putin. Hoy, a un año y medio de incursionar ruso en territorio ucraniano desde Kiev se rediseñó parte de su estrategia defensiva: lleva su ataque a Rusia, en ese territorio.
Ahora es el viento que hereda Rusia por su accionar tal y como se cita en los proverbios de la Biblia de las Américas: “El que perturba su casa heredará viento…”. El viento de Ucrania está soplando en Moscú.
La “base” China
En 2014 durante el gobierno de Cristina Fernández se inicia la relación con China que concluye en el acuerdo el 23 de abril de ese año que suscribe el gobierno de Argentina con el de la República Popular China.
“Tratado del Espacio Ultraterrestre” es la denominación simplificada de un cuerpo de normas internacionales llamado “Tratado sobre los Principios que deben regir las actividades de los Estados en la exploración y uso del espacio ultraterrestre, incluyendo la Luna”.
Fue aprobado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1966 y rige desde octubre de 1967. Argentina lo ratificó en 1969 y China en 1983. Desde entonces lo ratificaron más de 100 países y hay una veintena que lo firmaron y aun no lo ratificaron. En ese marco se inspira y consolida el Acuerdo de cooperación”.
Conviene destacar que en coincidencias con la Cumbre del G20 celebrada en Buenos Aires (30 de Noviembre y 1 de diciembre de 2018), el ex presidente Mauricio Macri ratificó el acuerdo aprobado en el Congreso (2014) por la mayoría oficialista de entonces (Presidencia de Cristina Fernández). Y que- a pedido del presidente chino Xi Jinping, nada menos, hizo publicar en el Boletín Oficial el acto administrativo relacionado con el emprendimiento en Neuquén. De modo tal que los polos políticos que alternaron su protagonismo en el “oficialismo” (2014 y 2018, respectivamente) están ligados por 50 años al emprendimiento chino.
La preocupación de los Estados Unidos y de algunos gobiernos de Europa es, digámoslo con justa razón, previsible. No es cualquier país el que decide instalar tan al sur de América, una antena de semejantes prestaciones de rastreo e investigación.
Extraterritorialidad
Una amable referencia a este columnista de Benito Carlos Garzón, abogado constitucionalista, ex docente de la Universidad Nacional de Tucumán) en una columna que suscribiera en LA GACETA hace unos días con el título “Alerta Tucumán”, se refiere a la “extraterritorialidad de la que gozaría “el laboratorio o algo parecido” (el emprendimiento chino en Neuquén).
Si existe un “corpus legal” de una relatividad extensa es el que se refiere a los derechos que derivan del concepto de extraterritorialidad. Hay diversas apreciaciones y normas según sea Estados Unidos u otro país. Y como es connatural a un “imperio moderno” (potencia económico-militar) extiende su legislación penal allende sus fronteras en una singular apreciación de la extraterritorialidad. Para decirlo prontamente: la instalación china está permanentemente monitoreada por la CONAE (Comisión Nacional de Actividades Espaciales). La estación de seguimiento está administrada por el Control General de Seguimiento y Lanzamiento de Satélites de China (CLTC) y el programa espacial chino es responsabilidad del Ejército Popular de Liberación. En el convenio de abril de 2104 están previstas -junto a un agregado hecho durante el gobierno de Macri- acciones de nuestro país en el caso de que se apartara de los fines pacíficos de la actividad. Lo de la extraterritorialidad se refiere más que nada a las sedes de embajadas, pero con limitaciones. En el caso de la estación de exploración espacial en Neuquén, cerca de Bajada del Agrio, la extraterritorialidad se refiere sólo al pago de las remuneraciones –por parte de China- al personal del sistema que opera en la estación aeroespacial. El derecho al ingreso al predio de 200 hectáreas (en comodato por 50 años) de cualquier persona es similar, v.gr., al que diagramó Scania en su planta en Tucumán. No más que eso.
Lo objetable
1°- Que la construcción comenzó antes del acuerdo de Cooperación que el Congreso aprueba, recién, el 24 de abril de 2014.
2|- Que pese a tantos requerimientos el gobierno argentino aún no haya explicitado –formalmente- que no existen cláusulas secretas con el gobierno chino sobre la estación aeroespacial en Neuquén.
3- Que siendo una iniciativa del gobierno de un signo político mayoritario en el Congreso haya sido ratificado por el gobierno de otro signo diferente (la “oposicion”) y hoy es cuestionado -con evidentes propósitos electoralistas de circunstancia- por esa mismísima oposición.
4- Grave improvisación: Que la publicación de una decisión gubernamental nacional en el Boletín Oficial haya sido requerida nada menos que por el presidente de China Xi Jinping cuando estuvo en Buenos Aires el 30 de noviembre de 1988. En la página oficial del B. O. se lee: ”La publicación de una norma en el Boletín Oficial de la República Argentina es un paso necesario y obligatorio para que la misma pueda entrar en vigencia”. Incumplieron los presidentes Cristina Fernández y Mauricio Macri y otros funcionarios responsables de sus respectivos gobiernos, con los deberes de funcionarios públicos haciendo acuerdos e incorporando cláusulas en documentos que no habían sido publicados, para su validez, en el Boletín Oficial.