La adrenalina aún no baja y eso que ya pasaron varias horas de lo sucedido. Sin embargo, la tristeza me sobrepasa. Siento angustia. Tengo miedo. Mientras regresamos a Tucumán, la oscuridad de la ruta me recuerda las amenazas que los policías le repetían a mi compañero.
Esto no puede volver a pasar. Vi muchos niños llorar. Hubo incidentes fuera y dentro del estadio. Alguien se llenó los bolsillos y no fue capaz de organizar un evento decente.
La angustia aumenta cada vez que repaso lo sucedido. Fue una pesadilla en la que un golpe, un disparo o una atropellada podría haber convertido el partido en tragedia.
¿Dónde está la libertad de prensa? Ayer nuestros derechos fueron vulnerados. No podemos ir a cubrir un partido y volver con miedo, tener a la familia preocupada y al teléfono explotado de llamadas.
Todo duele. Duele el descontrol, el abuso de poder. Duele mi país, me da miedo Argentina. Sólo espero que no se repita lo que vivió ayer Franco Vera. Que esta mala experiencia sirva para algo, porque esto no puede volver a pasar. La tristeza es absoluta.