El Museo Histórico necesita que lo conozcan y lo valoren

El Museo Histórico necesita que lo conozcan y lo valoren

Se abre una nueva etapa en el "Nicolás Avellaneda" con la designación de Isabel Heredia como encargada.

IMPERDIBLE. Hace poco se reacondicionó la sala del primer piso que cobija la carbonillas de Lola Mora. Así retrató ella a los gobernadores tucumanos. IMPERDIBLE. Hace poco se reacondicionó la sala del primer piso que cobija la carbonillas de Lola Mora. Así retrató ella a los gobernadores tucumanos.

Un niño llamado Nicolás Avellaneda ensaya sus titubeantes primeros pasos entre los patios y galerías de una casa que -dicen- tiene 100 puertas. La propiedad es entonces la joya más preciada de aquella aldea con pretensiones de ciudad arribeña: la primera casa de dos plantas, la primera con aljibe. Su dueño es el abuelo de Nicolás, don José Manuel Silva, habilísimo tanto para los negocios como para casar a sus numerosas hijas con los candidatos indicados. A Dolores le toca Marco Avellaneda. Así se fue entretejiendo la historia de Tucumán, en campos de batalla y en casonas emblemáticas. Los Laguna prestan la suya para el Congreso independentista; en la de Silva se cuecen los porotos de la economía provincial mientras los unitarios conspiran contra los federales. Las separan unos pocos metros.

De pie en el hall, el mismo que Silva y su progenie habrán desgastado de tanto recorrerlo, Isabel Heredia le pone pasión al relato, a los detalles. En su escritorio sobresalía un ejemplar de la revista de la Junta de Estudios Históricos, cuya última entrega incluye -vaya sincronía- un excelente ensayo del arquitecto mendocino Juan Carlos Marinsalda. Con la precisión del experto y la amenidad del divulgador, Marinsalda cuenta allí la saga de la casona. Heredia tiene desde la semana pasada la misión de cuidarla y administrarla; el Ente Cultural la designó nueva encargada del Museo Histórico Nicolás Avellaneda.

SIEMPRE ADMIRADA. La Jarra de Ibatín, una de las “estrellas” que ofrece la colección. SIEMPRE ADMIRADA. La Jarra de Ibatín, una de las “estrellas” que ofrece la colección.

Profesora de Historia por la UNT y con 10 años de carrera en el Ente -empezando por la Dirección de Patrimonio-, Heredia sabe que tiene varios frentes abiertos y hay uno central: poner en valor uno de los museos más importantes de la provincia. El Avellaneda cuenta con un acervo extraordinario, pero su guión se quedó en el tiempo, al igual que el acondicionamiento de las salas y la presentación de sus colecciones. A ese trabajo de fondo van atadas las urgencias. La recuperación edilicia de varios sectores de la casa -que será bellísima pero no deja de ser bicentenaria- es una de ellas. En ese sentido, la inversión no puede esperar.

Paso a paso

La “estrella” del museo siempre fue la Jarra de Ibatín, pero también vale la pena empezar el recorrido por el primer piso. Allí se exhiben las carbonillas con las que Lola Mora retrató a los gobernadores tucumanos, en una sala reinaugurada hace poco. Al lado está la biblioteca “Lucas Córdoba”, muy visitada por académicos y con horarios flexibles que conviene acordar con anticipación. Y en pocos días podrá visitarse en otra de las habitaciones la colección numismática, otro orgullo del “Nicolás Avellaneda”.

“Me llamó la atención en estos días, además de los turistas por las vacaciones, la cantidad de tucumanos que vienen, pero sobre todo del mal llamado interior de la provincia. Tal vez tiene que ver con la cercanía de la plaza Independencia y lo que sigue representando -apunta Heredia-. Y creo que hay que seguir en esa dirección. Queremos que sea un museo de puertas abiertas y que todos los tucumanos lo conozcan. No podemos valorar lo que no se conoce”.

De eso se trata, de darle mucha vida al Museo Histórico. Por estos días la actriz Andrea Barbá dicta allí un taller de teatro, cuya muestra final abierta al público se realizará el 15 de agosto. Para los chicos es una atracción la maqueta que replica la zona de la Casa Histórica en los tiempos del 9 de julio de 1816. La Jarra de Ibatín sigue llamando la atención. Todo esto está muy bien, pero Heredia destaca la necesidad de avanzar, desde lo más elemental -como las falencias en la señalética- hasta lo macro. Esto implica una reformulación del museo. Por ejemplo, en el área de conservación -vedadas al público- hay colecciones de un valor difícil de calcular.

MANOS A LA OBRA. Heredia tiene la misión de poner en valor el Museo Histórico. MANOS A LA OBRA. Heredia tiene la misión de poner en valor el Museo Histórico.

“Tenemos algo muy bueno, que son los recursos humanos -advierte Heredia-. El personal se puso al hombro el museo y lo mantuvo abierto. Se nota la preocupación que tienen por lo que pasa acá”. Para ella es un punto de apoyo importante. Heredia es la segunda mujer que el Ente designa como encargada de uno de sus museos (la otra es Cecilia Quinteros Macció, del Timoteo Navarro). Ese ecosistema de espacios en los que conviven la historia y el arte se completa con la Casa Padilla, el Museo Folklórico, el de Ibatín, el Sanmartiniano de La Ramada, el de los Menhires en El Mollar, el de Raco y la Casa Iramain.

Sujetos históricos

Durante el paseo con LA GACETA, Heredia piensa en la figura de Nicolás Avellaneda. Un cuadro del ex presidente dispara la referencia y ella lo liga con los 40 años de democracia que se cumplen/festejan en 2023. “Era un hombre con muchas facetas, por caso la de periodista -comenta-. El impulso de leyes, como las que favorecieron la inmigración, habla de su aporte a una Argentina diversa y plural”.

Cerca, otro gran retrato mantiene en el centro de la escena a Marco Avellaneda, ejecutado en Metán el 3 de octubre de 1841. Ese día, su hijo Nicolás cumplía 4 años. La familia Silva, pilar de la causa unitaria y de la Liga del Norte contra Rosas, siguió la ruta del exilio. Se había perdido la batalla de Famaillá y Marco pagó con su cabeza el precio del levantamiento. El ejército federal ocupó San Miguel de Tucumán y la casa de los Silva, la más imponente, fungió de cuartel general. Las puertas se pintaron de rojo entonces. Rojo federal.

Heredia se asoma a la calle y triangula la potencia del Paseo Histórico: casi al frente, en Congreso primera cuadra, está el Museo de Arte Sacro. En la otra cuadra, la Casa Histórica convierte al resto en satélites de su solaridad. Un museo es de la Provincia, otro del sector privado, otro de la Nación. Es tiempo de articular políticas que los unan, de modo tal que quien visite uno, no deje de recorrer los otros dos. “También nos gustaría estrechar vínculos con la comunidad académica -agrega-. Que no sea sólo abrir la biblioteca para que trabajen ahí”.

Se puso en marcha una nueva etapa en el “Nicolás Avellaneda”, una suerte de relanzamiento. En el imaginario, Marco Avellaneda y Dolores Silva se abrazan allí, en el hall de la casa que sería Museo Histórico de los tucumanos, mientras él parte a la batalla y un niño que sería Presidente de la Nación se aferra a las faldas de su mamá. “Nos cuesta dimensionar que somos sujetos históricos”, apunta Heredia. Todo es cuestión de mirar las cosas en perspectiva.

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