La Argentina ha perdido el juicio por culpa del kirchnerismo. En el más literal sentido de la palabra.
Hoy, teniendo en cuenta su capitalización en la bolsa de Nueva York, YPF vale U$S 5.000 millones. Pero la Nación (es decir los argentinos) va a tener que pagar U$S 5.000 millones para indemnizar a los tenedores del 29% de las acciones. Eso en el mejor de los casos. En el peor escenario, la suma ascenderá a U$S 16.000 millones.
Sí: cabe la posibilidad cierta de que haya que pagar, por menos de la tercera parte de la empresa, dinero suficiente para comprar la totalidad de la firma tres veces. Pero si “nos va bien” (así son las buenas noticias del kirchnerismo), por el 29% deberemos pagar “tan sólo” el equivalente al 100%.
La razón de este desastre es que la Argentina perdió el juicio por la expropiación de YPF. La demanda fue interpuesta por el fondo buitre Burford. Ahora, lo que resta es establecer la cifra indemnizatoria, que tiene los dos montos mencionados como “piso” y como “techo”.
¿En qué consiste el juicio? La historia de este disparate es, justamente, la historia de un país al que los gobiernos “K” le hicieron perder el quicio.
Más claros que petróleo
Este 9 de Julio, cuando el kirchnerismo avanzó en su proceso de apropiación de la historia nacional, decidió impunemente cambiar ya no sólo la historia del país, sino su propia historia. En lugar de estar en Tucumán, como ordena la ley, para conmemorar el cumpleaños de la patria, los referentes de Unión por la Patria estuvieron en Salliqueló inaugurando el Gasoducto Presidente Néstor Kirchner. En ese acto, la Vicepresidenta Cristina Fernández cuestionó la privatización de YPF. Es más: sostuvo que, oportunamente estuvo en contra. Nada más lejos de la realidad.
Rodolfo Terragno se encargó de recordarlo en “La Nación” hace 16 años, en 2007, porque Néstor, siendo jefe de Estado, denostaba la privatización que no podría haberse concretado sin su estratégica intervención, curiosamente, ocurrida otros 16 años atrás: en 1991.
En agosto de ese año, Néstor asumió la presidencia de la Organización Federal de Estados Productores de Hidrocarburos (Ofephi), que agrupaba a Chubut, Formosa, Jujuy, La Pampa, Mendoza, Neuquén, Salta y Santa Cruz. Desde ese lugar le ofreció a Carlos Menem el apoyo de las provincias petroleras, indispensable para destrabar en el Congreso la venta de la petrolera. Léase, los gobernadores ponían en juego sus diputados nacionales. A cambio, pidieron el pago de regalías petroleras “mal liquidadas”.
Un año después todo el dispositivo estaba aceitado. Kirchner, como líder de la Ofephi, ofreció una conferencia de prensa en la Casa Rosada reclamando el apoyo para la privatización y exigiendo a los diputados “disidentes” que cuanto menos garantizaran el quórum. Era 22 de septiembre: la primavera menemista de los Kirchner. Al día siguiente, “Clarín” tituló, con foto de Néstor, “Provincias petroleras hacen lobby por la aprobación”.
Un diputado nacional de un distrito hidrocarburífero sería el miembro informante en la Cámara Baja en favor de la enajenación de YPF: el neuquino Oscar Parrilli. “No pedimos perdón por lo que estamos haciendo. (...) Esta ley servirá para darle oxígeno a nuestro Gobierno y será un apoyo explícito a nuestro compañero Presidente (Menem)”, declaró en el recinto, según recordó Terragno.
No era la “emoción del momento”. En 1993, en el libro “Cuatro años en el Congreso de la Nación, 1989-1993”, Parrilli se jactó de lo que había ejecutado. “Hoy YPF es la gran empresa petrolera privada nacional, que domina más de la mitad del mercado de los combustibles”, escribió.
Para los místicos del judaísmo, una facultad que le falta a Dios es modificar el pasado: Él es perfecto y su obra también. El kirchnerismo se siente exento de este límite (también) entonces (y como 20 años no es nada, según el tango), dos décadas después decidieron cambiar la historia.
Un camión sin barandas
En 2007, Kirchner decidió que sería muy conveniente incorporar capitales “locales” a YPF. Propició entonces el ingreso del Grupo Petersen, de la familia Eskenazi. No registraba antecedentes en explotación petrolera, pero eran conocidos de los Kirchner: manejaban el Banco de Santa Cruz.
“Eskenazi y sus hijos debieron de pensar que hacían el negocio del siglo cuando firmaron un acuerdo para hacerse con el 25% de las acciones de YPF sin poner un dólar sobre la mesa”, evocaba hace una década el diario español “El Mundo”. El mecanismo consistió en que al grupo empresario argentino se le entregaba el paquete accionario y, para pagarlo, se abstenía de retirar los dividendos que le “correspondían” en el reparto de ganancias. En 2008, durante la primera Presidencia de Cristina, el Grupo Petersen “compró“ con este mecanismo el 15% de las acciones. En 2011, cuando inicia su segundo mandato, se hizo con otro 10%.
En los hechos, Repsol (tenía al 97% de las acciones) se vio compelida a financiar créditos, con sus propios recursos, para perder el 25% de las acciones. Al kirchnerismo le duraba el fervor privatista. En 1993, por las regalías “mal liquidadas”, Santa Cruz recibió 600 millones de dólares. Con la mitad compró acciones de YPF, que vendió en 1999 por el doble del valor. Esos son los U$S 600 millones que Néstor, siendo gobernador, depositó fuera del país. Él era, claro está, un estadista previsor. En cualquier otro caso, el kirchnerismo denunciará luego fuga de capitales...
Ante tanta inseguridad jurídica, Repsol dejó de invertir y, por el contrario, vendió todas las reservas de petróleo. Los efectos llegaron al año siguiente de la última “compra” del 10% de las acciones.
En 2012, y fiel a su vocación populista (frente a los problemas complejos se ofrecen soluciones mediocres y, ante el fracaso, se busca un “culpable”), el kirchnerismo manifestó su descontento con “la crisis energética” (eufemismo para enmascarar su responsabilidad en el desquicio que había auspiciado) y resolvió que la Nación debía expropiar el 51% de las acciones en manos de Repsol. El oficialismo proclamó entonces la quintaesencia del relato: todo era en nombre de la “Soberanía” Energética. Advino, luego, una fiebre por ponerle “Soberanía” a todo atropello oficialista.
Mientras tanto, los adoradores del “relato” repetían, al borde del éxtasis, que “si la Argentina quiere puede pagar sólo un dólar por YPF y recuperarlo”. El kirchnerismo es, en su capítulo de fanáticos, un camión sin barandas: en la primera curva de negociación, el tercer gobierno “K” acordó por vía extrajudicial pagarle U$S 5.000 millones a Repsol.
Ese fue el primer logro de los estadistas de la soberania: por la mitad de las acciones, los argentinos tuvimos que pagar el equivalente al 100% de la empresa, a la cotización actual.
La lógica “K”
¿Y el paquete accionario de los Eskenazi? La respuesta a ese interrogante es el juicio megamillonario que acaba de perder la Argentina.
Por 16 millones de euros, el fondo buitre Burford le compró al liquidador de Petersen Energía en España los derechos para litigar contra el Estado nacional y contra YPF. En paralelo, otro fondo buitre, Eton, ingresó al pleito con otro 4%.
¿Qué plantearon? Qué inmediatamente después de expropiar el 51% de las acciones de Repsol, la Nación debió haber efectuado una oferta pública por el resto de las acciones. Pero el kirchnerismo jamás hizo tal cosa. Eso habilitó la demanda de los accionistas menores.
La Justicia de EEUU (se litiga en los tribunales del sur de Nueva York) ha sacado del medio a YPF, porque entiende que no tuvo ninguna culpa en la expropiación que no atendió ningún derecho de los accionistas minoritarios. Como contrapartida, endilgó toda la responsabilidad al Estado nacional.
Con el juicio ya perdido, el fondo buitre Burford pide U$S 16.000 millones de resarcimiento. La Argentina acaba de solicitar que la suma no supere los U$S 5.000 millones. Así que en el mejor de los casos, y después de que durante el tercer kirchnerismo pagásemos por la mitad de la compañía el equivalente al 100% actual, ahora tendremos que pagar lo mismo, pero sólo por un tercio de la compañía. En el peor de los escenarios, durante el cuarto kirchnerismo nos condenarán a pagar tres veces el valor de YPF sólo por una tercera parte de la petrolera.
Otro logro imperecedero de estos soberanos gobernantes...
La frutilla del postre llegó ayer en el artículo de Martín Bidegaray en “Clarín”. El fondo buitre Burford tiene que darle el 30% del resarcimiento que obtenga en la sentencia final al liquidador de Petersen Energía en España.
“Fuentes que conocen el caso indican que la familia Eskenazi es la destinataria final”, consigna el periodista.
Es decir, abre la posibilidad de que el grupo empresario que nada pagó para hacerse del 25% de YPF, gracias a Néstor, terminé embolsado miles de millones de dólares, gracias a Cristina.
Eso sí, aclara Bidegaray que “los voceros de esa familia lo desmienten”.
Ahora sí, nuestra Soberanía es completa.