El diablero de la luna llora en tus pisadas

El diablero de la luna llora en tus pisadas

El miércoles, partió al silencio Mario Arias que arropó con su canto ese abrazo siempre fraterno en las noches tucumanas y quebradeñas

MARIO ARIAS, el diablero. MARIO ARIAS, "el diablero".

Mediados de los 70. Abrazo fraterno. Chacareras. Guisos. Zambas. Chanzas. Vino. Alegría. Pueblan la casona de la calle San Luis al 100, donde estudiantes santiagueños despiertan las voces del corazón y se hermanan en el canto de todos. “Marrón, Marrón, la luna de tu anoche fue luna de algodón, duraba triste el frío, ganándole al carbón, tapado de rocío, perfecto dormilón, soñaba algún baldío tu sueño de latón…” La canción se mece en la garganta atenorada y melodiosa del Negro Marrón, que estudia historia, ha cantado en el Coro Alter y ha actuado en “El Hombre de la Mancha”, musical que hizo historia en las artes escénicas tucumanas. Otra zamba lo bautiza con el mote que lo acompañará hasta Tilcara, toda la Quebrada de Humahuaca, Ampimpa y Amaicha, no lo soltará. Nacido el 3 de mayo de 1954 en esta ciudad, este miércoles, los 69 años se apagaron en Salta, tras una enfermedad que lo tuvo contra las cuerdas en los últimos años. Cantor, guitarrero, animador de los encuentros y de la noche, cultor del bienbec, “El diablero” Mario Arias regó una huella, donde floreció la música y la amistad. En febrero de 2005, me encontré en su casa tilcareña con mi primer profesor de guitarra y tuvimos una larga charla que se publicó en LA GACETA. A continuación va la entrevista que resume aquella conversación.

TILCARA.- “Hermano del sendero, el perro de la luna le lame las pisadas... Total, cuando haga noche, en medio de la huella, y se eche largo a largo a largo debajo de algún tala, el diablero, mirando las estrellas, ya ni se acordará de cuánto gana...” La voz de “El diablero” Mario Arias respira en la zamba de Antonio Nella Castro e Hilda Herrera, que perfora la noche cerrada de Tilcara. Este tucumano que ya ha alcanzado el medio siglo, llegó a este pueblo de la Quebrada de Humahuaca hace 18 años. Vino a trabajar por poco tiempo y se terminó enamorando de su gente, de su música, del carnaval y de su diablo.

- ¿Cómo llega “El diablero” a tu vida?

- Es un viejo apodo que nació cuando vivía en 1974 en aquella casa legendaria de la calle San Luis que era un lugar de encuentro de músicos y compositores. Pepe Núñez era uno de los asiduos concurrentes. Era una casa de estudiantes santiagueños. Un día llegué, me encantó la onda y me quedé a vivir ahí todo el tiempo. La primera noche que llegué se había recibido de psicólogo Juan Falú. Era una fiesta que ya llevaba dos días. Un santiagueño se copó con una zamba que canté yo; era “La Diablera”, de Nella Castro. Y como no sabían cómo me llamaba me empezaron a nombrar a partir de ahí como El Diablero.  

- Luego te fuiste a Buenos Aires...

- Sí, en el 76. Diez años después me vine a Tilcara. Un chango amigo recuperó el apodo. Pero acá, por las condiciones culturales, el sentido se resignificó. Porque me engancho con el primer carnaval y su diablo. Y la gente relacionó el apodo con eso. Entonces acá hablar del diablero es hablar de alguien que hace diablos. No es el mismo sentido que tiene en el ramal jujeño o en el salteño, que es el tipo que maneja el diablo para sacar los troncos del monte, los rollos de madera y la zamba está dedicada a ese oficio.  

- ¿Vivir en Tilcara cambió tu enfoque del folclore, te dio una voz propia?

- Me hizo madurar como intérprete, pero creo que profundicé mi raíz tucumana en Tilcara. La música andina es una música ajena a mí, aunque convivo diariamente con ella y la disfruto muchísimo. He logrado conocer en profundidad la música andina; me di cuenta de que no sólo es necesario tocar bien, sino tener una raíz muy bien puesta en este lugar. Porque esta música tiene una energía muy particular que no es fácil reproducir. No es fácil tocar una quena como la tocan acá. Conozco a quenistas, a vientistas de otros lugares, a los que les falta el corazón, esa raíz. Y yo no quiero caer en eso porque me siento muy cómodo con la música criolla de Tucumán, de Salta.

- ¿El Coro Alter fue tu escuela de canto?

- Ahí aprendí a cantar. Teníamos un maestrazo, “El Choli” Salvador Rimaudo, y muy buenos cantores con los que después armamos grupos, aparte del coro. Estaba Coco Quintero, y los que hicieron después el Quinteto Tucumán: “Pichi” Di Lullo, Cachito Rodrigo... Y después en el teatro, mi incursión fue a partir del contacto que tenía el Alter y con el Teatro Universitario. Éramos la misma gente que también circulaba por el teatro. Los hermanos Di Lullo eran actores y encima, buenos. Y tras de ellos es que yo entré conseguí un papelito en “El Hombre de la Mancha”. Y ahí lo conocí a Boyce Díaz Ulloque, que fue un maestro del teatro y de la vida.

- ¿Tu meta de cantor es profesionalizarte?

- Tomé una decisión de empezar a cantar de una manera más profesional. Venía haciendo unas pocas presentaciones al año; alguna participación en algún festival... El año pasado, laburé bastante. Todos los meses tuve presentaciones. Estuve en Tucumán, en Buenos Aires, en Jujuy y en Salta. También canté en Suiza y España. Me invitaron nuevamente este año. En Suiza hacen un festival de música étnica en la zona cercana al lago Ginebra. Y es un festival muy interesante porque todos los años llevan músicos africanos, asiáticos, centroamericanos. Y les interesó mucho el nuevo folclore del norte argentino. Les pareció algo muy extraño, no sabían que existía. Yo creo que es un movimiento que empezó no hace mucho y que tiene mucha fuerza. Canto básicamente los Hermanos Núñez, algunas cosas tradicionales: Leguizamón, Hilda Herrera, algo de Yupanqui y algunos autores poco conocidos de Jujuy y Tucumán. Trato de cantar un repertorio inédito o que en lo posible no haya sido grabado. Y a la gente de Suiza les gustó mucho el ritmo de la trunca; les pareció algo muy extraño. Ocurrió lo mismo en España porque trabajo con armonías fuera de lo común. Profesionalizarse es una decisión. Lo que cuesta por ahí es que te compren el producto.

- La chacarera “El manco Arana” es un clásico en tu repertorio...

- Sí, en España la canté en un pueblito, un municipio socialista. Había muchos campesinos entre el público. Antes de interpretar cada tema, contaba la historia de quién era el personaje al que se refería la letra. Cuando terminó el recital, un grupo se me acercó y me preguntó: “Pues, hombre, ¿y qué es de la vida de ese señor Arana que perdió el brazo en la zafra? ¿Cómo podemos ayudarlo?” Estuve tentado de cometer una tucumaneada; de decirles que hicieran una “vaquita” y que yo le iba a llevar la plata a Arana (se ríe con ganas).

- ¿La composición es una asignatura pendiente?

- Es una cuota que ando debiéndole a la vida. Vamos a ver qué pasa después de los 50. Mi creatividad está en la interpretación. Nunca me gustó imitar, desarrollé un estilo. Y mi creatividad está en la forma en que digo los poemas y las músicas.  


La Zamba del Diablero se sienta en los ojos de Tilcara. Herido de paisaje, retumban en su pecho los bombos de las hachas...

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