Necesidades y urgencias de un dictador
05 Abr 2020
En el año 2003, el periodista inglés Nicholas Farrel publicó “Mussolini: A New Life”, una biografía revisionista del dictador italiano, donde lo describía como un líder cuyo carisma y habilidad maquiavélica eran “fenomenales”. Realmente curiosos resultan los detalles acerca de sus costumbres sexuales, a las que se refiere el escritor y periodista norteamericano Jonathan Margolis en su “Historia íntima del orgasmo”.
Al parecer, el “Duce” mantuvo relaciones sexuales con una mujer diferente cada día durante catorce años. La suma es insólita: más de cinco mil desde septiembre de 1929, hasta la caída del régimen en julio de 1943. Sin embargo, “lejos de ser el sucesor de Casanova”, era tal el apuro que tenía por librarse de su necesidad sexual, que no llegaba a quitarse los pantalones. De ahí que en su círculo cercano lo bautizaran como “el falo en jefe”.
¿Cómo reclutaba a sus amantes? ¡A dedo! Mujeres bellas que veía en la calle desde su Alfa Romeo rojo. Las hacía requisar por la policía y las citaba en el Palazzo Venezia de Roma. Sin perder tiempo, en su espléndida oficina, les arrancaba la ropa y mantenía con ellas un sexo primitivo y rápido en un asiento junto a la ventana, contra una pared o sobre la alfombra. En una ocasión, cierta mujer relató que la técnica sexual del dictador sólo consistía en apretarle los senos como si fueran “las bocinas de un auto”. Cuando terminaba, le arrojaba la ropa interior a la partener de turno y era raro que la volviera a ver. Una se atrevió a quejarse luego de que la echaran sin siquiera haber recibido “un café, una copa de licor o una porción de torta”.
A pesar de estas torpezas -y como era de esperar, tratándose de un hombre de poder- Mussolini generaba una gran atracción sexual: miles de mujeres le enviaban cartas diariamente rogándole que tuviera sexo con ellas. Incluso una maestra de Piedmont le escribió pidiéndole practicar el droit de seigneur -“derecho de señorío”- en su noche de bodas.
No es novedad que hasta el día de hoy cientos de personas le rinden homenaje en su tumba en Predappio, la ciudad donde nació. Allí se exponen las botas que usó cuando fue ejecutado, una camisa negra y una pequeña caja que contiene parte de su cerebro. Y dicen que muchas visitantes son mujeres que practican un saludo romano “con deseo en la mirada”.
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