Circuncisión masculina
26 Jul 2014
Como es sabido, se llama “circuncisión” a la intervención quirúrgica que extirpa en forma total o parcial el prepucio; es decir, el trozo de piel que rodea el glande o cabeza del pene. Su registro más antiguo se remonta al año 2300 a.C., en Egipto. De allí probablemente la tomaron los judíos y otros pueblos, siempre con un significado religioso o cultural y como parte de rituales de iniciación y de purificación.
En la Biblia, en el libro del Génesis, la circuncisión aparece como un sello de la alianza entre Dios y el pueblo de Abraham (quien se circuncidó a los 99 años e hizo lo mismo con todos los varones de su familia). Según el canon establecido, todo niño debía ser circuncidado al octavo día de su nacimiento. Hasta la actualidad los judíos realizan esta ceremonia -conocida como Bris- recreando así simbólicamente aquel pacto con Dios. Es celebrada por un rabino especializado, que recibe el nombre de Mohel.
Pero se trata de una práctica que trasciende los rituales religiosos, y que cuenta con promotores que le atribuyen cualidades de higiene y de prevención de enfermedades. En efecto, las glándulas contenidas en la parte interna del prepucio segregan una sustancia cerosa, espesa y blanca, que se conoce con el nombre de “esmegma”. Y que, según algunos investigadores, sin una higiene regular, favorece la aparición de infecciones, de enfermedades de transmisión sexual y de cáncer en los genitales del varón y la mujer. Estas conclusiones han sido muy discutidas y rebatidas. De hecho la Academia Americana de Pediatría ha manifestado oficialmente que no hay una base sólida científica para la circuncisión sistemática de todo recién nacido. Sin embargo en algunos países, como Estados Unidos, la circuncisión masculina sigue siendo bastante habitual (hasta el punto de que la gran mayoría de las mujeres norteamericanas nunca ha visto un pene sin circuncidar).
Según el criterio médico, esta operación es necesaria cuando el varón tiene lo que se denomina “fimosis”. Es decir, cuando existe un impedimento para retraer total o parcialmente el prepucio, debido a un crecimiento anormal de tejido conjuntivo. Se trata de una anomalía que suele ser dolorosa, por lo que dificulta la erección y afecta, en consecuencia, el desarrollo de la respuesta sexual.
Cualquiera sea la edad en que se realice la circuncisión, luego de un tiempo la piel del glande -que normalmente es mucosa- se “queratiniza” y se seca, al quedar al descubierto (como si se hiciera un callo). Algunos autores refieren que, por este motivo, la sensibilidad del pene se ve reducida, haciendo que su dueño tarde más tiempo en llegar al clímax (lo cual algunas mujeres pueden encontrar beneficioso). Los que refutan estas afirmaciones, en cambio, sostienen que esta condición no influye en modo alguno ni en la sensibilidad ni en la excitabilidad masculina. Y que esta intervención, así como no produce disfunciones sexuales, tampoco ofrece soluciones para ellas.
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