El joven se llamaba Jesús. Terminó de leer parte de la profecía de Isaías (61) en la sinagoga. Los oyentes se miraron entre ellos.
"¿Por qué se detuvo? ¿Qué le pasa al hijo del carpintero?" -murmuró un invitado-
"¡Falta una parte!" -gritó otro del fondo-.
"¡Está omitiendo lo más importante!" -agregó uno de los ancianos que estaba sentado adelante-
Jesús cerró lentamente las escrituras y bajó en silencio. El público se amontonó sobre él y empezó a increparlo.
El joven permaneció en silencio. Había omitido deliberadamente una parte de la escritura. Una omisión que luego lo llevaría a la cruz.
Había citado a un profeta muy diferente. Antes de Isaías la mayoría de los que tenían comunicación con Dios, estaban cerquita de los centros de poder. Asesoraban a los reyes y profetizaban sobre sus gobiernos y campañas. Isaías, en cambio, traía un mensaje radicalmente distinto. Desde las periferias hablaba de la viuda, del pobre, del oprimido y del llamado al arrepentimiento. Pero también hablaba de la venganza de Dios para liberar a su pueblo.
Los oyentes de la sinagoga estaban desde el inicio de los tiempos esperando esa venganza para con los opresores y el restablecimiento de la libertad. Para ellos lo más importante del pasaje no era precisamente la parte que el joven Jesús había leído con tanto fervor, sino justamente la que seguía unas palabras más adelante. Con esta omisión Jesús les estaba diciendo: "No Soy como esperaban..."
Además con la expresión "hoy inicia el año de gracia del Señor" los invitaba no solo a perdonar (jubileo) sino también a incluir a otros pueblos (universalidad).
¡Imaginen los sentimientos de sus oyentes!
En estas fiestas renace este inconfundible mensaje de interpelación, de amor, de justicia y de paz.
¡Que se cumpla esta Buena Nueva en nuestros corazones!
¡Feliz Navidad!